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Enfrentaron un desastre natural, pero ahora temen el olvido

César Takeuchi

César Takeuchi

Hace cerca de cinco meses lo perdieron todo: su casa de un piso en Carapongo y su pequeño taller de zapatos. Ahora, Felicitas Corrales Asto (44), su esposo de 53 años, quien sufre una seria discapacidad, su madre de 78 años y sus seis hijos viven en una fría carpa de poco más de tres metros cuadrados, sin agua, sin luz, y, lo que es peor, con el temor de quedar en el olvido.

Así como ella y su familia, otras personas ocupan 70 carpas en Carapongo. Se trata de damnificados que dicen sentirse olvidados por las autoridades que les prometieron reubicarlos y darles un techo.


“Mis hijos tosen todo el día. El frío de la noche los tiene enfermos y nuestra carpa ya comenzó a deteriorarse por la lluvia. Necesitamos un médico, alimentos, un nuevo hogar”, nos contó Felicitas, quien ahora se dedica a vender chicha para llevar algo de comer a sus niños.

Es ella quien debe salir a trabajar pues su esposo quedó con dificultad para caminar luego de que el pasado 16 de marzo –día del desborde del río– ingresara en medio de las aguas para rescatar a sus hijos.


“El agua jalaba fuerte. Por sacar a mis hijos cargados se golpeó muy fuerte la pierna y no sabemos qué tiene. Además, cuando trabajaba en la mina se cortó la mano”, prosiguió Felicitas.

Además, de tener que trabajar para alimentar a su familia, esta mujer está agobiada por la enfermedad de su madre. En los pocos minutos que tiene libre, va en busca de la caridad de sus vecinos e instituciones. “Para que me crean, siempre llevo fotos de mi casa destruida, los DNI de mi familia. No quiero que piensen que los engaño”, nos indicó con voz entrecortada.

Durante el recorrido que hizo Perú21 por los sectores de Santa María Baja y Nievería, nos encontramos con otras personas que solo viven de la caridad de almas solidarias.


NO PIERDE LAS ESPERANZAS
Mercedes de la Cruz Arana (41), quien hasta antes del desastre se dedicaba a la agricultura, aseguró que aún no pierde las esperanzas. “Perdí más de dos mil metros cuadrados de sembríos de rabanito, nabos y pak choi (col china).
Literalmente se fueron al agua con el desborde del río Rímac”, contó.

La herencia que les dejó su abuelo a ella y a sus cinco hermanos quedó sepultada. “Hemos tenido que pedir un préstamo de más de S/15 mil para alquilar maquinaria y limpiar nuestra chacra. Esto es mi sustento. Estamos esperando que salga una nueva cosecha para comenzar a vender los productos nuevamente”, afirmó.

De su casa ubicada en la zona conocida como La Parcela de Carapongo solo quedan escombros. Junto a sus hijos de 20 y 23 años, que han tenido que postergar sus carreras universitarias, está sintiendo en carne propia la pobreza extrema. “Solo me queda esperar que mi destino mejore. No me quiero derrumbar por mis hijos”, sostuvo.

Su preocupación más urgente por ahora es solventar el tratamiento de su madre, Amanda Aranda (72). “Está con artrosis y osteoporosis. En las condiciones que estamos viviendo, su enfermedad avanza y los dolores son cada vez más intensos”, señaló.

Otra es la historia de Irene Sánchez Lucana (42). Ella recuerda el 16 de marzo como si fuera ayer. El río Rímac ingresó a su vivienda y arrasó con todo lo que había a su paso. Su vida no le preocupaba, sino la de sus dos hijos de 11 y 20 años que padecen discapacidad muscular.

“Ellos tienen distrofia muscular. No pueden moverse. Estuvimos encerrados en la casa durante tres días (tras el desborde). A mi hijo se le reventaron las venas de la nariz y se estaba desangrando”, indicó.

Ella ha acondicionado su carpa para vivir con sus cuatro hijos. Nos contó que el río inundó su bodega, la dejó sin un techo y le arruinó el mototaxi que había adquirido tan solo tres meses antes del desastre. Pese a esto, Sánchez Lucana sabe que no puede parar. Ella sale desde temprano para reciclar botellas y lavar ropa. Los S/150 mensuales que gana solo le alcanzan para comprar toallas húmedas y talcos que necesitan sus hijos.
Ella nos dijo que hace más de dos meses ninguna autoridad los ha visitado. Aun así, está firme. “Ni el río va a poder conmigo. Mis hijos son mi fortaleza”, afirmó.

ETAPA DE RECONSTRUCCIÓN
El Gobierno ha anunciado que ya se trabajó en el balance, al 95%, que dejó El Niño costero en nuestro país (ver recuadro) y que ahora se viene la etapa de la reconstrucción (rehabilitar y construir infraestructura de uso público de calidad en las zonas afectadas, con un enfoque de prevención), la misma que está a cargo de la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios.

Perú21 se comunicó con la oficina de prensa de dicha entidad y se nos informó que “a la fecha ya se han instalado 2,400 viviendas temporales en las seis regiones de prioridad, donde están concentrados el 70% de los daños y el 70% de los damnificados, incluidos Lima y provincias”.

“A partir de setiembre empieza la instalación del siguiente paquete que es un total de 18 mil viviendas temporales. El 15 de agosto tenemos el primer borrador del plan y ahí está el detalle de todos los (sectores) que están incluidos”, indicó.

Tenga en cuenta

  • La Autoridad para la Reconstrucción con Cambios es de naturaleza temporal (tres años). Está adscrita a la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) y cuenta con autonomía funcional, administrativa, técnica y económica.
  • La reconstrucción con cambios implica construir previendo futuros Niños que, según estiman los científicos, serán cada vez más frecuentes. Se dará prioridad a iniciativas planteadas por gobernadores regionales y alcaldes.
  • De acuerdo con el ENFEN, la presencia de El Niño en nuestro país finalizó en mayo.

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