Todos los días somos conscientes de lo que nos rodea, lo que tenemos delante y a los lados, en definitiva, de nuestro entorno. Y no nos damos cuenta de lo frágil que puede llegar a ser la forma en la que percibimos todo esto. ¿De qué estamos hablando? De nuestros ojos.
Quizás no somos lo suficientemente conscientes de que nuestra visión depende de unos órganos que requieren de cuidados especiales, y sobre todo, de prevención para evitar males mayores. “No, si veo bien” “No, si yo no necesito gafas” Seguro que más de uno o bien ha escuchado alguna vez estas expresiones, o bien las llegado a decir. Y es que la salud ocular no es algo que se pueda tomar a broma.
Especialmente en épocas muy calurosas y de mucho sol, como puede ser el verano y el principio del otoño, somos constantemente bombardeados por anuncios y recomendaciones de expertos para que cuidemos bien nuestros ojos. Algunos de los consejos que todos conocemos (y que a veces no ponemos en prácticas) son: llevar gafas de sol de las especificaciones adecuadas; no usar lentillas cuando nos metemos en la piscina o en el mar; proteger los ojos frente a traumatismos y cuerpos extraños, etc. Pero no vale de nada conocerlos sin aplicarlos.
