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El reto de tratar el dolor crónico como una enfermedad más

Más de nueve millones de españoles sufren, actualmente, algún tipo de dolor crónico, según datos de la Sociedad Española del Dolor (SED), y su manejo está muy lejos de ser óptimo. Esto se traduce en que aún son necesarias unidades del dolor multidisciplinares con profesionales capaces de dar una respuesta integral a los problemas que padecen estos pacientes. Y no resulta una cuestión baladí, pues se trata de la primera causa de discapacidad en el mundo (según un estudio de “The Lancet”), su abordaje cuesta un 2,5% del PIB (por encima del cáncer y las enfermedades cardiovasculares) y es la primera causa de baja laboral, superando ya a los trastornos depresivos y causas cardiovasculares, por poner tan sólo algunos ejemplos.

De hecho, que el dolor crónico sea considerado como una enfermedad en sí misma es algo, por increíble que parezca, relativamente nuevo y no ha sido hasta la nueva Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE 11) de la Organización Mundial de la Salud, que se ha denominado como tal. El problema es que apenas se ha empezado a trabajar con ella y, en concreto, en España, levemente se ha comenzado a implementar la versión anterior (CIE 10). De todo ello se habló en la mesa redonda “El dolor crónico como enfermedad”, organizada por A TU SALUD en colaboración con Grunenthal.

“De los 799 hospitales públicos que hay en nuestro país sólo 183 cuentan con unidades del dolor, lo que quiere decir que cerca de 600 no cuentan con una”, señaló Concha Pérez, portavoz de la Junta Directiva de la SED y jefa de la Unidad del Dolor del Hospital Universitario La Princesa (Madrid). “Eso quiere decir que falta mucho por hacer aún”. De hecho, continuó, “según un artículo que publicamos recientemente, el 75% de los pacientes que llegaban al hospital, a diferentes consultas, decían que el síntoma que más les preocupaba era el dolor así como lo que más repercutía en su calidad de vida. Porque, a mayor dolor y mayor cronicidad, mayor alteración de su calidad de vida y de la vida laboral”.

A la falta de recursos, o quizás precisamente por ello mismo, se le une el retraso en el diagnóstico. Y, cuanto más tarde se logra éste, “peor resultado hay con los tratamientos. Una situación que tiene mucho impacto en la vida pues no disponer de un diagnóstico genera frustración así como el peregrinar de médico en médico”, aseguró Carina Escobar, presidenta de la Plataforma de Organizaciones de Pacientes (POP). Por no hablar de las consecuencias psicológicas que muchas veces implica, como ansiedad o problemas emocionales (en España sólo una de cada tres unidades del dolor tiene un psicólogo).

“Hay estudios europeos que dicen que la media de espera para un diagnóstico está por encima de los nueve años”, señaló Pérez. En España, como apunta la presidenta de POP, la situación es aún peor llegando de media a estar por encima de los 14 años de espera. Y no sólo eso: un 75% de los pacientes recibía tratamiento para el dolor y el 25% no. Sólo el 14% estaba tratado por especialistas, así que el margen es muy mejorable». Y no sólo eso, preguntados por su calidad de vida, la puntuación era de 42 sobre 100. “Parece que porque tienes una enfermedad crónica hay que convivir con el dolor”, lamentó Escobar. Y esa, sin duda, es una idea que hay que combatir.

Carlos Mur, portavoz de la Sociedad Española de Directivos de la Salud (Sedisa) y director de Coordinación Socio-sanitaria en la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid, explicó las razones y la posible solución al problema: “Tenemos una planificación o estrategia a nivel sanitario muy cortoplacista y no sabemos construir una red de recursos sanitarios de aquí a 20 años porque, tristemente, el tiempo de planificación es de cuatro años. Nos falta una visión a largo plazo y estamos demasiado enfrascados en el debate del retorno de la inversión, que depende del legislador”. Así, en su opinión, las medidas a tomar pasarían, en primer lugar “por hacer un reconocimiento epidemiológico del problema y tener una concienciación del problema que todavía no existe; la segunda cuestión es una dotación adecuada económica; hacen falta recursos para que haya un buen cribado en atención primaria; por último, más ayudas a las unidades del dolor para que pueda integrarse a nivel global”.

dolor (José Maluenda/Madrid)

Además, como añadió Pérez, “no hemos sido capaces de transmitir la necesidad de un cambio de paradigma. Es necesario planificar una formación de base de profesionales sanitarios, independientemente del profesional, desde enfermeras a médicos, y también la formación del paciente”.

“No deberíamos tener ningún hospital publico sin una unidad del dolor, ya sea éste mayor o menor”, aseguró la portavoz de la SED. “Toda estrategia en dolor debe llevar aparejada inversión, pero no se trata sólo de invertir más, también de redirigir el dinero que se gasta en otras cosas. Probablemente sí necesitamos una unidad del dolor crónico en todos los hospitales, pero no 12 puestos cirugía torácica de urgencia”, apuntó por su parte el portavoz de Sedisa.

En el plano positivo, y aunque quede mucho por hacer, lo cierto es que en algunas comunidades se está tratando de paliar esta situación. En la punta de lanza se encontraría Galicia, a decir de los expertos, pues es de las que más ha invertido en dolor crónico y apostado por la formación de pacientes. Otra que destacan por su apuesta por nuevos métodos de medicina como las consultas telemática como el País Vasco. Otras, como en Andalucía, han valorado un plan de formación por niveles y por capas que ha sido muy referenciado. Por último, también destaca es Madrid , gracias a la inversión en su Plan estratégico en dolor desde atención primaria.