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Los sindicatos médicos andan de capa caída

La Confederación Estatal de Sindicatos Médicos (CEMS) atraviesa un momento delicado. El último episodio de una crisis que viene de largo puede producirse en breve, con la marcha de la organización del Sindicato Médico Andaluz, que se sumaría a la que han protagonizado ya Metges de Catalunya, el sindicato del País Vasco y el sindicato cántabro. Con las renuncias, CESM pierde presupuesto y, sobre todo, influencia a nivel estatal. ¿Cómo es posible que esto ocurra? La CESM es una organización sanitaria histórica que en el pasado tuvo un poder brutal en el sector. Bajo el mandato de Vicente Garcés y, sobre todo, del neurocirujano Carlos Amaya, la confederación era capaz de paralizar hospitales, modificar decretos e influir en la redacción de leyes para mejorar las condiciones laborales de sus representados, los médicos. Era un poder fáctico contra el que se enfrentó el Gobierno del PSOE en 1995 y perdió, y que frustró buena parte de sus proyectos a Alberto Núñez Feijóo cuando era presidente del Insalud. La marcha de Amaya fue el principio del fin de la cúpula de organización, pese a la buena voluntad que le puso Patricio Martínez. Hoy, la CESM ha perdido sus señas de identidad, ha quedado diluida en un foro de la profesión médica creado por Juan José Rodríguez Sendín para su mayor gloria y parece más bien un brazo armado contra las políticas del PP en Madrid, arrastrada por el influjo de las mareas blancas.