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Carlos Vilma, el primer venezolano que opta por un cargo público en Colombia

 

Por: Cristian Briceño | @Cristianmbg92

Vivía tranquilo en el sector urbano Indio Mara donde tuvo una juventud próspera. Pero llegó a un barrio pobre en el sector Primero de Mayo. Observó gente que comía dos veces al día, y no tres, como él estaba acostumbrado. Vio que las precarias viviendas estaban empotradas al lado de aguas negras nada parecido al lugar de donde venía, mientras los niños deambulaban por la zona en lugar de acudir a la escuela. Ante este contraste, Carlos Eduardo Vilma comprendió lo poco que conocía su región. Entendió el valor de tener un techo sobre su cabeza que fuese resistente a las lluvias y la importancia de tener zapatos para no ensuciarse los pies de barro. Lo que para él era cotidiano en su otrora lugar de residencia, era inalcanzable en este nuevo panorama.


Y es por eso que más tarde decide dedicarse a la política. Ahora Carlos Vilma, luego de haber huido de Venezuela en el año 2013, es el primer candidato con nacionalidad venezolana en la contienda al Concejo de Bogotá para las elecciones locales que se realizarán en octubre de este año, y uno de los pocos con esta característica en el mundo en participar en los comicios por un cargo público. Su filosofía política: servir y generar oportunidades sin caer en el populismo.

 

Carlos Vilma junto a la candidata a la Alcaldía de Bogotá, Ángela Garzón. Foto: Cortesía


Perseguido por sus denuncias

La tensa relación entre la familia de Vilma y el chavismo es de larga data. Su padre, Eduardo Vilma, de quien heredó la nacionalidad colombiana, trabajó en la industria petrolera durante 34 años hasta que formó parte de la lista de los más de veinte mil despedidos de Petróleos de Venezuela Occidente en el año 2002, cuando ocurrió el paro petrolero. Ese nombre aún permanece vetado en las oficinas encargadas del crudo negro de la nación, y hoy engrosa la larga lista de emigrantes venezolanos en territorio neogranadino.

 

Pero esa mancha negra no le impidió nada a Carlos Vilma. Si acaso, se podría decir que tuvo el efecto contrario. Su trabajo político se centró en la parroquia Chiquinquirá, un sector de más de cincuenta mil habitantes ubicado en el municipio Maracaibo, donde, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), 7 de cada 10 familias está en situación de pobreza extrema.

 

Su labor lo mantenía cerca de la gente, hombro a hombro con las necesidades más apremiantes. Debía contactar a las comunidades e identificar sus problemas para poder canalizarlos a través de la Gobernación del Zulia, en ese entonces presidida por Manuel Rosales. Pero su trabajo no era solo social, sino político. Desde aquellos años llevaba el mensaje de la democracia a las zonas populares, a modo de advertencia. “Debía hacer ver a la gente lo grave que iba a ser la situación si la ‘Revolución Bolivariana’ continuaba gobernándonos”, dice en clave profética.

 

Posteriormente, participó en la investigación “Operación Lupa” llevada a cabo por Primero Justicia para hacer un análisis acucioso de la gestión pública del chavismo, hecho que lo puso bajo los reflectores rojos.

 

Vivienda en Punta Gorda, Cabimas (Zulia), investigada por la Operación Lupa. Foto: Cortesía.

 

“Pude hacer una investigación que demostró la malversación de millones de dólares de la Gran Misión Vivienda Venezuela, punta de lanza de Hugo Chávez y de Francisco Arias Cárdenas en el Zulia. En el momento en que se hizo público y se hizo la denuncia en Caracas, se inició una persecución que me llevó a considerar mi salida del país. Me perseguían, me llamaban para amenazarme hasta el punto de buscarme en mi casa. En ese momento era padre de un niño de cinco años de edad”, relata Vilma.

 

Las elecciones presidenciales del año 2012, en la que resultó vencedor Hugo Chávez por encima del candidato Henrique Capriles, y en 2013, en la que Nicolás Maduro asumió la presidencia bajo irregularidades denunciadas por la oposición venezolana, fueron los detonantes que lo hicieron abordar un avión comercial en agosto del año 2013 con destino a Bogotá, donde sus padres lo recibieron. 

 

“Quejarse es un derecho ciudadano”

 

976 kilómetros separan ahora a Carlos Vilma de su hogar, pero aún lo sigue sintiendo cercano. Sin embargo, al pasear por las tumultuosas calles bogotanas, surge la característica preferida de Vilma sobre la ciudad: su diversidad. “Puedes encontrar cucuteños, caleños, bumangueses; pero también españoles, alemanes. Es multicultural”, señala.

 

Bogotá, una ciudad donde confluyen personas de todas las nacionalidades. Foto: Semana

 

Pero para el político binacional, lo que realmente hace a Bogotá una ciudad hecha y derecha es lo “quejosos” que son sus ciudadanos, quienes desafían ese cliché de los políticos que desean una población mansa, con ganas de ser dirigida. “Me gusta sobre todo lo que han logrado los ciudadanos con sus quejas y reproches. Quejarse es un derecho ciudadano”, dice con orgullo.

 

Vilma fue testigo del cambio de la ciudad debido a la ola migratoria. Y es que hoy son alrededor de 1.300.000 venezolanos los que han huido a Colombia a causa de la crisis humanitaria en su país, de acuerdo con datos de Migración Colombia. De ellos, 278.511 se encuentran en la capital neogranadina, es decir, 22% de la carga migratoria. Estos números no contemplan a los venezolanos como Vilma que poseen doble nacionalidad.

 

“Empecé a trabajar en una empresa de servicios petroleros como coordinador de responsabilidad social, y los fines de semana compartía con los líderes de la comunidad colombiana mis impresiones sobre la llegada de venezolanos a la ciudad”, explica.

 

La vieja urbe de 480 años de edad empezaba a cambiar a causa del éxodo venezolano.

 

Inicios en el Centro Democrático

 

Asistido por su empeño de combatir el asistencialismo, el populismo y la izquierda, en el año 2017 Carlos Vilma resuelve ir a una reunión que lo llevaría a la política colombiana.

 

“Conocí a Iván Duque cuando estaba de visita en el Congreso. Su nombre ya sonaba como precandidato a la Presidencia. Nos saludamos, me presenté y me dijo: ‘A Venezuela hay que apoyarla para sacar a Maduro cuanto antes’”.

 

La brutal represión del régimen venezolano a las protestas antigubernamentales de aquel año, que dejó como saldo más de ciento sesenta fallecidos, había hecho que el mundo fijara la mirada, una vez más, en tierras criollas. Sin embargo, podría señalarse como antecedente que el Centro Democrático (CD) tenía una aversión al chavismo desde las polémicas entre Álvaro Uribe Vélez y el presidente Hugo Chávez a comienzos de la década de 2000. 

 

Desde su cargo como senador, Duque instó a Vilma a formalizar su militancia en el Centro Democrático, lo que llevó al venezolano a participar en la campaña por su propia candidatura y la de  los representantes legislativos del país.

 

El rostro de Vilma empezó a hacerse cada vez más conocido entre la diáspora venezolana y los bogotanos. En reuniones con la Cancillería y con las autoridades migratorias trabajaba para buscar soluciones a los grandes problemas que acarrea el éxodo de sus connacionales.

 

Su militancia en el Centro Democrático, por cierto, llamó la atención del presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, Diosdado Cabello, quien lo acusó de ser financista de políticos venezolanos exiliados a través de “fondos dudosos” manejados a través de la ONG Solidaridad Activa.

 

Una candidatura en medio de episodios de xenofobia

 

Un audio anónimo se difundió en Cundinamarca poco después de que un venezolano asesinara a su pareja colombiana por infidelidad y se suicidara en 2018. La nota de voz decía: “Daremos muerte a cada uno de los venezolanos que se encuentren en Subachoque, trabajen o no, roben o no. No los queremos más, fuera de aquí”, según reseñó la revista Semana.

 

La xenofobia es vista con preocupación por la Acnur, que ha indicado que los colombianos asocian la llegada de extranjeros a su territorio con el incremento del desempleo, la violencia, la delincuencia y el narcotráfico.

 

“En la medida en que ha crecido la ola inmigrante, ha venido creciendo la xenofobia, por lo que es necesario que se incentiven las campañas que eviten problemas de convivencia y seguridad ciudadana”, dijo recientemente Carmen Castañeda, funcionaria pública bogotana, de acuerdo con información de RCN Radio.

 

En este contexto es que Carlos Vilma, con nacionalidad colombiana y un marcado acento zuliano que no quiere sacudirse, inicia su postulación para el Concejo.

 

Así como él, alrededor de doscientos militantes y líderes políticos manifestaron su interés en recibir el aval del partido Centro Democrático para las elecciones locales de 2019.

 

“Es un orgullo poder decir que un venezolano de nacimiento y de corazón tricolor por dos patrias es el primer candidato colombo-venezolano en Colombia […] Lo que nos lleva de nuevo a la percepción de que para Colombia soy colombiano, pero por mi acento y cultura soy venezolano”, asegura.

 

A pesar de los prejuicios, Vilma desmiente esta percepción xenofóbica con estadísticas.

 

“Hay que desmontar esos mitos. En Colombia solo se han incrementado los robos a locales con participación de delincuentes venezolanos en 2.7%, lo que demuestra que no es real que tengan una gran incidencia en el crimen, y solo hay 16% de participación en el empleo de venezolanos, sobre todo en el sector informal. Quienes han podido encontrar más trabajo son los colombo-venezolanos o los colombianos retornados de Venezuela”, indica, mientras reconoce que los medios de comunicación neogranadinos han dado un tratamiento “incorrecto” a la migración.

 

Como respuesta al éxodo venezolano, Vilma propone un “ambicioso plan”: la creación de una Comisión para el Análisis y Seguimiento de la Movilización Forzada de Venezolanos y Colombianos a Bogotá. 

 

“Con esta Comisión vamos a caracterizar a los migrantes, saber cómo y desde qué área pueden insertarse a la sociedad, además de implementar una ampliación en el sistema de salud y educación con recursos internacionales”, relata.

 

El candidato busca también fomentar la creación del permiso temporal de empleo para los ciudadanos migrantes que están en proceso de convalidación de títulos profesionales y técnicos, para que puedan trabajar mientras completan el trámite, que lleva hasta un año de espera. 

 

“Queremos crear la figura del arriendo autosustentable, que consiste en cubrir el costo de la vivienda familiar por un período de seis meses, con recursos de organizaciones no gubernamentales internacionales. En ese lapso de tiempo el grupo migratorio debe conseguir empleo e inscribir a los niños en colegios”, agrega.

 

Con relación a la migración no profesional, Vilma pretende incentivar la instrucción para que puedan generar mayor riqueza. “Queremos lograr acuerdos con el Servicio Nacional de Aprendizaje de Colombia, que es un organismo parecido al Instituto Nacional de Capacitación y Educación en Venezuela, para poder instruirlos en actividades técnicas que les permitan crear nuevos emprendimientos. No quiero que ningún venezolano o colombiano esté en situación de desempleo, por esto es muy importante también el compromiso que cada ciudadano tenga en formarse y mejorar en este plan de inserción social y laboral”, advierte.

 

“Cada aspecto de mi proyecto”, señala, “se basa en impulsar las capacidades personales y profesionales de cada individuo. Soy enemigo del asistencialismo. Hoy, con la Gran Alianza por Bogotá, estamos uniendo nuestros programas para ofrecer a los ciudadanos propuesta serias que lleven a Bogotá a un crecimiento autosustentable por los próximos quince años”.

 

Para la campaña electoral Vilma cuenta con un equipo conformado parcialmente por políticos venezolanos en el exilio. Su candidatura va de la mano con la de la colombiana Ángela Garzón, única aspirante a la Alcaldía de Bogotá por el Centro Democrático para llegar al Palacio de Liévano. 

 

Su adversario político es la izquierda y la centro izquierda, representada por Alianza Verde, Polo Democrático, Colombia Humana, Activistas, MAIS y otros.

 

“La izquierda colombiana ha sido muy respetuosa conmigo, pero marcan distancia porque saben lo que yo represento: la prueba de que el socialismo no funciona, por el lugar de donde vengo”, afirma.

 

Para Vilma, la izquierda colombiana se asemeja mucho a la venezolana en el año 1999: “Se trata de una izquierda populista, que luego de haber gobernado en Bogotá por dieciocho años sólo dejó proyectos sin finalizar por toda la ciudad, que impuso una estratificación cruel en la que el sur vive en la pobreza, y en el norte vive una clase media que subsidia a la otra mitad”.

 

Actualmente, el Centro Democrático tiene seis concejales de cuarenta y cinco que componen el Concejo de Bogotá. Se trata de un cargo, acota Vilma, que tiene un “gran poder de decisión”, puesto que las normativas que se dictan afectan la vida cotidiana de los bogotanos de manera casi inmediata.

 

El camino por recorrer a los comicios el 27 de octubre inició ya. Vilma recorre bulevares donde hacen vida los venezolanos; ve una persona que lleva una camisa de la Vinotinto, se detiene y  le estrecha la mano. Visita centros de refugiados, asiste a asambleas ciudadanas. Comparte su propuesta política, que insiste en sacar de la dicotomía izquierda-derecha para insertarla en un espectro más amplio. Asume su candidatura más allá de sí mismo como persona.

 

“Esto no es una elección de Carlos Vilma, sino de todos los venezolanos y colombo-venezolanos que no han olvidado su país. Nos hemos convertido en una referencia para poder mejorar la calidad de vida de todos los ciudadanos de Bogotá”, asevera.

 

Recuerda su parroquia, la universidad donde se formó, el barrio que visitó, y se repite a sí mismo: “Mi vocación es la de servir. Nuestro trabajo como políticos es generar oportunidades”, y con ese pensamiento en la mente, empieza su carrera en la política pública colombiana.