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Hay que poner de nuevo las cosas en su sitio

La situación venezolana es tan novedosa, las pasiones son tan exacerbadas y se exacerban más cada día, las manipulaciones informativas, mediáticas, en la Internet y en las declaraciones de los enfrentados son permanentes, que ameritan efectuar un alto en la diatriba y en la toma de posiciones, para tratar de aclarar la mente y saber qué es lo que realmente ocurre. Lo digo para quienes, como yo y algunos otros, es vital conocer la realidad para poder actuar. No me dirijo a quienes decidieron no oír, ni ver, ni leer, pues ya saben lo que pasará. Son esos que ante una información recibida, en lugar de analizarla piensan en la madre de quien la envió o en el dinero que habrá recibido el remitente de parte de los enfrentados supuestamente a muerte. O recuerdan si algo similar no fue culpa en el pasado de Fidel Castro o del imperialismo gringo, lo cual exculparía a quienes hoy lo repitan.

Lo primero es saber que en una guerra, y la confrontación existente es muy parecida, la verdad es uno de los primeros valores que desaparece, mientras la mentira, la calumnia y las medias verdades, es decir la desinformación, se convierten en armas de guerra, que utilizarán todos los involucrados, como lo demuestran en este momento el gobierno de Maduro y la oposición dirigida desde la AN. Entender que la verdad puede estar en el lado contrario al que se tenga, o que puede no estar en ninguno de los dos lados enfrentados, es algo importantísimo al momento de tratar de saber qué ocurre realmente. No dejarse llevar por la primera información recibida, desconfiar de las noticias que presentan hechos e imágenes dirigidas a afectar emocionalmente a quien las recibe, rechazar las cuestiones claramente absurdas y tratar de confirmar lo sucedido, serían acciones importantes en este sentido.

Otro asunto tiene que ver con el uso del lenguaje, a través del cual también se desarrolla la confrontación. La “creatividad” de las dirigencias opositora y gubernamental, y el uso “alegre” de los conceptos, incluso por gente preparada, ha llevado a distorsiones de la realidad que dificultan el análisis. Los términos “hambruna”, “genocidio” y delitos de “lesa humanidad”, por sólo mencionar unos ejemplos, no son sinónimos de hambre, asesinato o delitos comunes, respectivamente. La emigración no necesariamente es éxodo y la dramática crisis que vivimos no es fatalmente un holocausto. Opinar favorablemente a la necesidad de intervención militar extranjera no es traición a la patria. El uso retórico de estos conceptos se entiende, pero pensar que se está describiendo la realidad es un grave error.

Es claro que estamos en presencia de una lucha entre unas personas, que quieren mantener el poder por encima de todo, y otras, que harán cualquier cosa por acceder al mismo. Y esto lo digo como simple constatación de una realidad. Nos estamos refiriendo a la mayoría, no necesariamente numérica, de quienes dirigen ambas facciones políticas. Sus conductas pasadas y presentes respaldan este juicio. En el medio estamos los venezolanos, víctimas principales de lo ocurrido y de lo que ocurra, sin capacidad de decidir y con muy pocos voceros que los reivindiquen.

La solución de las contradicciones existentes ha sido trasladad fuera del país. La debilidad de la oposición llevó a que actores internacionales asumieran sus funciones y llevaran adelante sus políticas. Esto parece ser así desde el momento en que no se firma el acuerdo en República Dominicana. Los actores externos están indudablemente dirigidos por el Presidente de EEUU. Hoy, EEUU, la Unión Europea, el grupo de Lima, Rusia, China y Cuba, con pesos distintos, discuten y acuerdan el destino de Venezuela, mientras ésta está ausente o sólo representada por el gobierno de Maduro, quien discute con EEUU, lo que obviamente deja fuera el interés de la nación venezolana, traicionado por el chavecismo prácticamente desde finales de 2003. Una arenga que podría representar el interés nacional pudiera ser: “Ni Maduro ni Trump. El pueblo debe decidir. Referéndum consultivo ya con nuevo CNE y supervisión de la ONU”.

El fanatismo, la intolerancia, el extremismo político, son elementos que permiten mantener el actual estado de cosas sin posibilidades de cambio. Maduro y sus adláteres tienen que salir, pero no basta desearlo ni mucho menos colocarlo en manos de ejércitos extranjeros. Una cosa es el rechazo mayoritario a Maduro, otra es que el chavecismo haya perdido totalmente el apoyo que tuvo y otra que, para sacarlo, la mayoría esté de acuerdo con una invasión militar extranjera. Una cosa es no estar de acuerdo con la política de Leopoldo López, Guaidó, Borges, Ledezma, María Corina y Arria, elaborada y dirigida por la Casa Blanca, y otra muy distinta es que se apoye las acciones terroristas de los colectivos armados paramilitares, la represión de manifestantes en barrios populares, la violación de DDHH y del debido proceso, la persecución y hostigamiento en las fronteras, la corrupción generalizada y el sometimiento de los venezolanos al hambre, las enfermedades y la ausencia de servicios básicos.

Pero lo más importante, en la comprensión y análisis de los fenómenos, es la actitud ante los sucesos y hechos políticos y sus protagonistas. No se trata de descalificar a priori, no es un problema de fanáticos de divisas beisbolísticas distintas, que simplemente quieren apabullar al otro y no están interesados en la verdad. Se puede tener partido sin perder la objetividad, lo cual sería muy favorable en los enfrentamientos para quien lo haga. Ahora, si se tiene partido y se cree firmemente que se ganará pase lo que pase, no hay razones para la diatriba, pues lo que va a suceder ya se conoce. Seguramente, cuando no ocurra lo deseado, el fanatismo llevará a inventar una nueva quimera, a justificarse consigo mismo de alguna manera o a descargar su odio contra quienes actuaron para evitar lo que era inevitable.

Los hechos recientes han demostrado que el gobierno sigue recurriendo a la represión para acallar legítimas protestas. Pero también han demostrado que la población es capaz de movilizarse y enfrentar victoriosamente esa represión.

Luis Fuenmayor Toro