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Las Fuerzas Armadas decidirán el destino del régimen venezolano

No hay mantequilla, pero sí una gran cantidad de armas de fuego… ANTES de que Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, diera su segundo discurso del Primero de Mayo, explicando los planes para una nueva constitución, se detuvo para hacer un reconocimiento a algunos invitados VIP. Una docena de generales, en uniforme de gala, estaba entre el público. Les pidió que se pusieran de pie para ser aplaudidos.

Fue un momento revelador. Maduro se enfrenta a la mayor amenaza para su gobierno desde que asumió el cargo en 2013. Las cuatro quintas partes del “ pueblo ” que dice representar desean su salida. Las protestas callejeras, provocadas por la escasez de alimentos y por el atropello del régimen, estallan diariamente y son a veces masivas. La economía está en un estado tan terrible, y la inflación es tan alta, que los venezolanos recibieron un aumento del 60% en el salario mínimo el 1 de mayo con encogimientos del tipo “¿y qué?” Un cambio político hacia el centro-derecha en varios de los países vecinos hace que el régimen socialista “bolivariano” de Maduro luzca cada vez más aislado.

Sin embargo, para el presidente nada de eso importa. Su futuro lo decidirán las fuerzas armadas, no el pueblo. Si le retiran el apoyo a su régimen asediado, el cambio llegará pronto. Si no es así, el hambre y la represión continuarán.

Hasta el momento, hay pocas señales de disidencia en los cargos militares más altos. Vladimir Padrino López, el jefe de las Fuerzas Armadas y ministro de Defensa, alabó la exigencia de Maduro de una nueva constitución como “una clara demostración de voluntad democrática”. Con ello, aprobó la última etapa del desmantelamiento progresivo de la democracia por el actual presidente.

La constitución que Maduro quiere reemplazar es obra de Hugo Chávez, su mentor político, que murió en 2013. Los 500 miembros de la asamblea constituyente tendrán un poder casi absoluto, mientras deliberan. La mitad será elegida. El resto será escogido por “comités populares” similares a los soviets comunistas. Todo el proceso está destinado a evitar cualquier otra actividad política significativa. Buscará distraer la atención de la destrucción por parte del régimen de la constitución vigente, la cual se ha llevado a cabo, por ejemplo, privando a la legislatura controlada por la oposición de sus poderes legítimos.

TODOS LOS OJOS SE VUELVEN HACIA LOS HOMBRES DE VERDE

La oposición está incrementando sus llamados a las fuerzas armadas, o a facciones dentro de ellas. Julio Borges, presidente de la legislatura, dice que es hora de que los hombres de verde a “rompan su silencio”. Henrique Capriles, un rival potencial para Maduro que ha sido inhabilitado de aspirar a cargos públicos por 15 años, pidió a la tropa que considerar si quieren “compartir el destino” negativo del partido en el poder.

El ejército no es único sostén del régimen. La Guardia Nacional dispara gas lacrimógeno contra los manifestantes; bandas informales llamadas colectivos buscan imponer la sumisión al régimen en los barrios y son responsables de muchas de las 33 muertes en protestas durante el mes pasado. Maduro desea proporcionar un medio millón de armas de fuego a una ampliada “milicia nacional”, o grupos de defensa interna.

Pero las fuerzas armadas, aunque constitucionalmente apolíticas, son los árbitros finales del poder. El chavismo , el movimiento que guía al régimen, ha sido dirigido por militares desde su creación. Chávez comenzó su carrera en la política como un comandante de izquierda que intentó un golpe de estado en 1992 (y ganó una elección presidencial seis años más tarde). Oficiales o ex oficiales lideran 11 de los 32 ministerios; 11 de los 23 gobernadores de estado son oficiales retirados. Maduro ha sido un prolífico productor de generales. En un solo día, el año pasado, promovió a 195 oficiales a ese rango, llevando el total a más de 2.000. Estados Unidos de alguna manera se las arregla con no más de 900 generales.

La jefatura militar no es un grupo monolítico. Hay “diversas” facciones, entre y dentro de las varias ramas de las fuerzas armadas, afirma Rocío San Miguel, abogado y especialista en defensa. Un grupo inicial luchó junto a Chávez en 1992, incluyendo a Diosdado Cabello, ex presidente de la legislatura y de línea dura, todavía influyente. Una camarilla ayuda a las bandas de tráfico de drogas a través de su control de los puertos y aeropuertos. Un grupo grande de “oportunistas” no ideológicos aspira a su tajada en esa y otras empresas.

Estas divisiones son menos importantes que los intereses compartidos entre generales en la supervivencia del régimen. La mayoría se benefician ampliamente del caótico estilo de gobierno de Maduro. Algunos tienen acceso a dólares al precio ridículamente barato en bolívares fijado por el gobierno. El ejército está a cargo del lucrativo negocio de la distribución de alimentos, una fórmula para el abuso.

Los rangos inferiores son menos felices, a pesar de que están mejor alojados que la mayoría de los venezolanos y sacan algún provecho de actividades suplementarias como el contrabando. De acuerdo con el “Informe de riesgo político” de Caracas Chronicles, una revista con fuentes en las fuerzas armadas, DCI, una agencia que curiosea en los cuarteles, ha sido testigo de una “profundización en la desafección”, especialmente en los rangos medios del ejército, desde febrero, antes de que las últimas protestas empezaran. Gran parte de ello aparece vinculado “con oficiales de rango medio que no se molestan en negar su desprecio por un estado mayor que percibe como corrupto”. En abril tres tenientes publicaron un video diciendo que rechazaban a Maduro como comandante en jefe. Ellos solicitaron asilo en Colombia.

Raúl Baduel, un ex ministro de Defensa encarcelado, se ha convertido en un icono para los disidentes. Comparten una grabación de 14 segundos en el que les dice que está en la cárcel porque rechazó a “los sinvergüenzas y delincuentes … que le dan órdenes a ustedes”. Los soldados jóvenes, y sus familias, comparten las privaciones que impulsan a los venezolanos a salir a las calles a protestar. Están molestos. Pero eso no quiere decir que van a dejar de seguir órdenes.
The Economist

NOTA ORIGINAL:
The armed forces will decide the fate of Venezuela’s regime

No butter, but lots of guns – People power counts for less

BEFORE Nicolás Maduro, Venezuela’s president, delivered his second May Day address, spelling out plans for a new constitution, he paused to acknowledge some VIP guests. A dozen generals, in full ceremonial uniform, were in the audience. He asked them to stand and be applauded.

It was a telling moment. Mr Maduro is facing the biggest threat to his rule since he took office in 2013. Four-fifths of the “pueblo” he claims to represent want him to stand down. Street protests, provoked by shortages of food and the regime’s thuggery, erupt daily and are sometimes massive. The economy is in such an appalling state, and inflation is so high, that Venezuelans greeted a rise of 60% in the minimum wage on May 1st with shrugs of “so what?” A political shift to the centre-right in several of Venezuela’s neighbours makes Mr Maduro’s “Bolivarian” socialist regime look ever more isolated.

But, for the president, none of that may matter. His future will be decided by the armed forces, not directly by the people. If they withdraw support from his beleaguered regime, change will come soon. If not, hunger and repression will continue.

So far, there is little sign of dissent in the top ranks. Vladimir Padrino López, the head of the armed forces and minister of defence, hailed Mr Maduro’s call for a new constitution as “a clear demonstration of democratic will”. With that, he endorsed the latest stage in the president’s progressive dismantling of democracy.

The constitution Mr Maduro wants to replace is the handiwork of Hugo Chávez, his political mentor, who died in 2013. The 500 members of the constituent assembly that will convene to write it will have almost absolute power while they deliberate. Half will be appointed. The rest will be selected by “people’s committees” similar to communist soviets. The whole process is intended to pre-empt other meaningful political activity. It will distract attention from the regime’s subversion of the existing constitution. It has carried this out by, for example, depriving the opposition-controlled legislature of its rightful powers.

All eyes turn to the men in green

The opposition is increasingly directing its appeals to the armed forces, or to factions within them. Julio Borges, the legislature’s president, says it is time for the men in green to “break their silence”. Henrique Capriles, a potential challenger to Mr Maduro who has been banned from seeking office for 15 years, asked ordinary soldiers to consider whether they want to “share the fate” of the doomed ruling party.

The army is not the regime’s only prop. The National Guard fires tear-gas at and wields truncheons against demonstrators; informal gangs called colectivos enforce submission to the regime in neighbourhoods and are responsible for many of the 33 deaths in protests over the past month. Mr Maduro wants to provide a half-million guns to an expanded “national militia”, a sort of home guard.

But the armed forces, though constitutionally required to be apolitical, are the final arbiters of power. Chavismo, the movement that guides the regime, has been military-led since its inception. Chávez began his career in politics as a left-wing commander who attempted a coup in 1992 (and won a presidential election six years later). Officers or former officers run 11 of the 32 ministries; 11 of the 23 state governors are retired officers. Mr Maduro has been a prolific producer of generals. On one day last year he promoted 195 officers to that rank, bringing their number to more than 2,000. The United States somehow gets by with no more than 900 generals.

The Venezuelan top brass are not a monolithic group. There are “diverse” factions, both between and within branches of the armed forces, says Rocío San Miguel, a lawyer and defence specialist. A group of “originals” fought alongside Chávez in 1992. They include Diosdado Cabello, a former president of the legislature and still-influential hardliner. An overlapping clique helps drug-trafficking gangs through its control of ports and airports. A bigger group of non-ideological “opportunists” dabbles in that and other businesses.

These divisions matter less than the generals’ shared interest in the regime’s survival. Most profit handsomely from Mr Maduro’s chaotic rule. Some have access to dollars at the ridiculously cheap price in bolívares set by the government. The army is in charge of the lucrative business of food distribution, a recipe for abuse.

The lower ranks are less happy, though they are better housed than most Venezuelans and some profit from sidelines such as smuggling. According to Caracas Chronicles Political Risk Report, a journal with sources in the armed forces, DCI, an agency that snoops on the barracks, has been hearing of “deepening disaffection”, especially in the army’s middle ranks, since February, before the latest protests began. Much of this appears linked “with mid-ranking officers barely bothering to suppress their contempt for a general staff it perceives as corrupt”, it reported. In April three lieutenants posted a video saying they rejected Mr Maduro as commander-in-chief. They sought asylum in Colombia.

Raúl Baduel, a jailed former defence minister, has become an icon for dissenters. They share a 14-second recording in which he says he is in prison because he spurned “the scoundrels and criminals …who give you orders”. Junior soldiers, and their families, share the privations that drive Venezuelans onto the streets in protest. They are angry. But that does not mean that they will stop following orders.
The Economist

Fuentes: http://www.economist.com/topics/venezuela
http://americanuestra.com/economist-las-fuerzas-armadas-decidiran-el-des
Traducción: Marcos Villasmil