Inicio Venezuela Los grandes coleccionistas sacan a la luz sus joyas impresionistas en París

Los grandes coleccionistas sacan a la luz sus joyas impresionistas en París

El Museo Marmottan Monet es una de esas galerías que suelen pasar desapercibidas para el turista y que rara vez se incluyen en las rutas de los visitantes apresurados.

Pero el interior de ese palacete en el exclusivo distrito XVI de la capital francesa suele encerrar joyas del impresionismo, encabezadas, como su propio nombre delata, por la mayor colección en el mundo de obras de Claude Monet.

El museo se reivindica como la «casa del coleccionista» -ya que la totalidad de sus colecciones permanentes vienen de manos privadas- y ahora pretende demostrar de nuevo su capacidad de convocatoria con esta muestra que abre sus puertas desde hoy hasta el próximo 10 de febrero.

Unos «Crisantemos rojos» que Monet pintó en 1880 y que no habían sido expuestos en público desde que el artista aún vivía reciben al espectador junto a las «Villas de Bordighera» que el mismo autor realizó cuatro años más tarde.

Entre los 30 coleccionistas que han prestado brilla la figura del mexicano de origen español Juan Antonio Pérez Simón, quien atesora más de 2.000 obras y está siempre dispuesto a dejarlas para ser expuestas, como explica a Efe una de las comisarias, Claire Durand-Ruel.

Pérez Simón «salió de un entorno modesto en España e hizo su fortuna solo, y cuando pudo comprar obras de arte se dijo: ‘Tengo que compartir esto con todo el mundo’. Siempre nos presta, aunque lo tenga colgado en su casa», dice Durand-Ruel.

Gracias al mexicano nacido en Llanes (Asturias), el visitante podrá contemplar unos «Laureles rosas» (1889) de Vincent Van Gogh o «La partida de bridge» (1923) de Édouard Vuillard, entre otras.

¿Qué lleva a estas personas, muchas veces acaudalados coleccionistas, a descolgar un lienzo de su chimenea para que sea presentado en un museo? «El placer de compartir», responde sin titubear la otra comisaria, Marianne Mathieu.

«Un coleccionista que presta está feliz de compartir, de ver sus obras junto a otras», explica Mathieu, que descarta que el objetivo sea revalorizar los cuadros, porque éstos «tienen ya una estimación y no van a ganar valor por exponerse ahora aquí».

Esa vertiente más filantrópica marca, a juicio de Durand-Ruel, la diferencia entre quien colecciona obras impresionistas y quien lo hace con contemporáneas.

«El mercado del arte contemporáneo está muy orientado a la especulación, los precios se han disparado, es muy especulativo.

No es necesariamente amor al arte, sino más bien inversiones», señala Durand-Ruel.

La comisaria, pese a todo, reconoce que no puede ser plenamente objetiva, como descendiente ella misma de Paul Durand-Ruel, uno de los mayores mecenas del impresionismo cuando el movimiento estaba en sus albores.

La exposición trata de dar continuidad a otra similar que se organizó en 2014 solo con impresionistas.

En esta ocasión, son ellos (Monet, Degas, Pissarro, Renoir) quienes abren el recorrido, pero pronto dan paso a una sala con neoimpresionistas como Georges Seurat o Paul Signac.

A Henri de Toulouse-Lautrec se le consagra un apartado único, de igual forma que a la llamada Escuela de Pont-Aven, de la que formaron parte Paul Gauguin y Émile Bernard, o a los Nabis (Vuillard, Pierre Bonnard), para acabar con el fauvismo de Henri Matisse y André Derain.

«El único criterio de selección ha sido la calidad.

Hay muchos períodos, pero se montan de forma escalonada unos con otros» en busca de una mayor coherencia, subraya Durand-Ruel.

Una «Bailarina española» que Picasso pintó en 1901 cierra un recorrido por más de medio siglo de arte que sale, por una vez, de los muros de las mansiones para acercarse al gran público.

EFE/ FR