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Reelección presidencial y sociedades discrónicas

El pasado domingo 20 de mayo, el Consejo Nacional Electoral del Estado venezolano anunció la reelección de Nicolás Maduro como Presidente de la República para un segundo mandato de seis años. La posibilidad de reelección presidencial en Venezuela plantea la reflexión sobre los alcances de esta institución a la luz del desarrollo discrónico hispanoamericano. Con este propósito, resulta necesaria una aproximación al concepto de desarrollo discrónico, como perspectiva de análisis del fenómeno histórico, a través del estudio de la “dinámica del tiempo y sus implicaciones: simultaneidad, secuencia, ritmo y tempo”. La realidad histórica es percibida desde esta perspectiva como un sistema conformado por los “subsistemas o estructuras político, económico, jurídico, técnico y cultural”. Estos subsistemas están “en desarrollo y condicionamiento mutuo y simultáneo, cada uno de ellos en movimiento con sus respectivos ritmos y tempi, en condiciones relativamente difíciles o complejas hacia el porvenir” (Soriano, Graciela, “Lineamientos generales de la Teoría del Desarrollo Discrónico”).
Diferentes niveles de desarrollo se manifiestan dentro de cada subsistema, y en las mutuas relaciones entre estas estructuras debido a la incidencia de elementos externos (por ejemplo, factores procedentes de procesos históricos de transculturación). Graciela Soriano (siguiendo a Léo Hamon, “Acteurs et donnes de L’Histoire”) denomina discronía a esta “coexistencia de estructuras de distinto nivel histórico, no sincrónico o contemporáneo, no surgido en consonancia o disonancia con el resto de la realidad. En este sentido, es posible distinguir la coexistencia de elementos propios de la Edad Antigua o Media (por ejemplo, mentalidades) y de la Edad Moderna en una misma realidad histórica. Por ejemplo, realidades históricas donde coexisten leyes de un Estado de derecho en sentido liberal y mentalidades medievales (de los líderes y de los ciudadanos) en relación a las formas de integración política.
El descubrimiento de América y la conquista de los Reinos de Castilla y de Aragón de ese nuevo mundo determinó uno de los más amplios procesos de transculturación de la historia occidental, y el surgimiento de profundas discronías en los diferentes órdenes de la realidad. La acentuada naturaleza discrónica del pasado y del presente histórico hispanoamericano plantea el reto de comprensión y de superación de las contradicciones de esas discronías en aras del porvenir. Este reto adquiere significación especial cuando se trata del subsistema político, el cual, impulsa el desarrollo de los otros órdenes del sistema social (económico, técnico, cultural).
La implantación de cualquier institución jurídica relacionada con el ejercicio del poder político en Hispanoamérica debe tomar en cuenta la originalidad y profundidad de las discronías de sus sociedades. De forma especial, el rezago y la naturaleza medieval de las mentalidades de sus actores en relación a la distinción del bien público y privado. La complicidad de la sociedad venezolana con la corrupción y los altos índices de saqueo del patrimonio público son indicadores de profundas discronías psico-sociales. El ejercicio personalista del poder político implica, entre otros aspectos, la disposición del patrimonio público como un bien privado (un fenómeno que nos remite inevitablemente a la búsqueda de respuestas en el Medioevo). La aspiración de los líderes de permanencia en el poder y de disfrute del erario público como un patrimonio personal es una constante en sociedades diacrónicas.
La posibilidad de reelección presidencial en Venezuela debe plantearnos una seria reflexión sobre la necesidad de la abrogación de esta institución en la Constitución nacional en aras de la construcción de un auténtico Estado moderno. El uso de los recursos materiales y humanos del Estado (desviación de fondos públicos para campañas electorales, programas populistas, la exigencia forzosa a los funcionarios públicos de votar a su favor) será frecuente en la praxis política de una sociedad profundamente discrónica. A esas dificultades psico-sociales, se suma la extraordinaria existencia de apreciables recursos minerales en el subsuelo venezolano y la destrucción progresiva del desarrollo industrial. La ambición de depredación de los recursos naturales dificulta la alternabilidad de poder en una sociedad donde el ejercicio de la función pública es concebido principalmente como el medio más fácil de enriquecimiento ilícito personal.
Roselyn Kristen