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Trump y Putin jugadores de postín

Metafóricamente, Venezuela está jugando a la ruleta con un Crupier a distancia. El país está inmerso en una muy complicada situación, con una lucha interna que, en principio, se entendía como de carácter ideológico, entre un Comunismo inicialmente disfrazado, calificado de «Socialismo del Siglo XXI». Luego radicalizado al estilo y copia al carbón del Comunismo cubano, versus un Capitalismo histórico con raíces profundas en la genética de los venezolanos, quienes no han doblegado su convicción, permaneciendo en una lucha y defensa de valores y principios de libertad durante 20 años.

Es probable, sin embargo, que muchos venezolanos y algunos de los países vecinos no han entendido que Venezuela, la joya en disputa, se ha convertido en punta de playa de interés e importancia de las grandes potencias. Entre ellas, destacan como principales protagonistas del combo comunistoide de Rusia y China, otros actores secundarios, entre los que aparecen: Siria, Cuba, Bolivia y Nicaragua.

Del otro lado de la balanza, se han colocado los países o grandes potencias catalogadas como democráticas y capitalistas, capitaneadas por Estados Unidos, Europa, Japón, Australia y casi toda América. Se trata de 60 países que han aceptado como legítimo Presidente de Venezuela al Ing. Juan Guaidó, en sustitución de Nicolás Maduro, quien ocupa actualmente el cargo.

Independientemente del enorme daño que le ha causado al pueblo venezolano, este virus comunistoide contaminado de corrupción, se posesionó durante los pasados 20 años de casi todo el Continente centro y suramericano. Logró, sin embargo, despertar al gigante del Norte, junto a las potencias europeas, y hacer que ellos se percataran del peligro que significaba convivir con esa real amenaza para su estabilidad e intereses particulares.

Esta peculiar situación obligó a las grandes potencias a entrar en el tablero de las acciones para recuperar espacios de influencia política en el Continente. Por el lado Comunista, facilitando dinero, sociedades y armas. Y, por el grupo de las Democracias capitalistas, ofreciendo ayudas. En tanto que en el caso contrario, a los disidentes, aplicándoles una serie de restricciones y sanciones en función de la permanente violación de derechos humanos, complicidad en el tráfico de drogas, blanqueo de capitales y fomento del terrorismo internacional.

Actualmente, sólo quedan renuentes a la pacificación y recuperación del Continente, Venezuela, Bolivia, Cuba y Nicaragua, siendo Venezuela la cabeza y soporte del problema. Internamente, hay una lucha permanente de difícil solución por la gran polarización vigente.

Rusia y Estados Unidos, se subrogaron la posible solución del conflicto. Mientras que en el caso de Rusia y China, pesan seriamente sus diferencias culturales con los países del continente americano, tanto como el factor distancia. Esa sería una de las razones por la que se estima que, irremediablemente, tranzarán en atención a intereses, garantizando el pago de los compromisos adquiridos por Venezuela, y limitando su apoyo al Gobierno de Maduro.

En otras palabras, el proceso de avanzar hacia soluciones de fondo en Venezuela implica abarcar inevitablemente lo político y lo económico.

Por otra parte, de quedar desasistido del aliado soporte externo, y ante la obligación de tener que hacerle frente legalmente a una multiplicidad de acusaciones internacionales pendientes en contra de personeros del Gobierno e incrementarles sanciones, especialmente comerciales, financieras y de abastecimiento, también se produciría un cambio desfavorable en la polarización interna del Gobierno. Pero, además, se incrementarían deserciones en sus filas; perdería lo que le queda de apoyo popular, y únicamente le quedaría el recurso antipopular de la fuerza y de la violencia.

Al analizar la situación actual y los acontecimientos entre los Estados Unidos y Rusia, principales actores en esta contienda, no se puede estar ausente de la innegable importancia que adquiere la conversación que sostuvieron recientemente los Presidentes Donald Trump y Vladimir Putin. Fue una hora y media, aparentemente suficiente para llegar a un acuerdo. Porque Trump hizo saber que Rusia no tendría pretensiones diferentes con Venezuela, y que sólo le anima como objetivo el logro de una solución al caso de la deuda pendiente que tiene Venezuela con su país por 20.000 millones de dólares. Aparentemente, dicha deuda, al final, será reconocida con el aval de los Estados Unidos, que, por su parte, lo que se plantea es coadyuvar en el logro de una solución política y pacífica.

Ante dicho panorama, se podría intuir que, de ser eso así y resuelto ese punto, que, convenientemente, resolvieron ambos mandatarios, luce determinante la reunión que, con esa connotación muy particular, sostendrán próximamente el ministro ruso de Exteriores, Sergei Lavrov, y su homólogo norteamericano Mike Pompeo, en la ciudad de Rovaniemi, en Finlandia. ¿Expectativa?. Que allí se formalicen acuerdos definitivos sobre la situación venezolana.

La otra potencia que le ha dado soporte al gobierno de Nicolás Maduro, es China. Esta, actualmente, negocia con el Presidente Donald Trump las aplicaciones por concepto de aranceles por más de 200 mil millones de dólares a las importaciones de los Estados Unidos, y provenientes de la República Popular China. Con lógica presunción, es de suponer que el tema de Venezuela será otro de los puntos involucrados en los posibles acuerdos entre USA y China.

Este panorama deja una sola opción razonable, pacífica y recomendada para las partes involucradas a nivel nacional en la diferencia que mantiene al país en una asfixiante paralización. Y se trata de lo importante que es llegar a un acuerdo político, para concluir en una salida «HONROSA», tanto para el gobierno como para la oposición democrática del país. Ese deberá traducirse en la conformación de un gobierno de transición, conciliatorio, con el compromiso formal de realizar, a la brevedad, unas elecciones generales promovidas y dirigidas por un organismo electoral garante de honestidad y pulcritud.
Egildo Luján Nava