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Una exposición reclama a Charles Dickens como un gran apasionado de la Ciencia

La muestra, que se exhibe en el Museo Charles Dickens, ubicado en la que fuera su casa, rebate la creencia de que al novelista no le interesaba la ciencia y reúne objetos, anécdotas y textos que denotan su erudición.

Frankie Kubicki, comisario del centro, afirmó que «durante 150 años se pensó que Charles Dickens no estaba interesado en la ciencia o era directamente hostil hacia ella, pero eso es porque la ciencia de Dickens no estaba en los libros de ciencia o en las instituciones».

«Para Dickens, la ciencia importaba cuando transformaba vidas: curando enfermedades, limpiando las calles o abriendo ventanas maravillosas en un mundo monótono», agregó.

Entre la colección privada del novelista en exhibición, se encuentran linternas mágicas, telescopios, anotaciones, cartas, primeras ediciones de revistas y regalos que recibió de amigos -como Marion Bell, viuda del anatomista Charles Bell-, especialmente en forma de libros.

Otro detalle que se puede ver en la galería es el programa de un espectáculo de hipnotismo de Elizabeth Inchbald de 1857, «Magnetismo animal», y es que Dickens era también un entusiasta del tema, que en esa época comenzó a ser popular gracias a John Elliotson.

El propio Elliotson le enseñó la técnica y el autor empezó a practicarla con su familia y amigos hasta llegar a emplearla en personas con pequeñas dolencias, tras demostrar buenas aptitudes en el campo.

El recorrido enseña las amistades de las que se rodeó el inglés, que mantuvo contacto con muchos de los grandes científicos del siglo XIX.

De esta manera, Dickens fue un habitual del mismo club al que Charles Darwin siempre acudía, se fue de vacaciones con la química Jane Marcet o ayudó a Michael Faraday en la publicación de sus obras.

Fue también muy importante su acción para reclamar a Mary Anning, amiga suya, como figura esencial de la Paleontología del momento y darle el reconocimiento público que merecía, al escribir un obituario sobre ella que incidió en su labor y descubrimiento de dos especies de reptiles del Jurásico Inferior.

Por otro lado, revela también cómo los científicos de la época vieron en Dickens a un referente, como la matemática Ada Lovelace, que le pidió que le leyera «Dombey e hijo» en su lecho de muerte, o la precursora de la Enfermería Florence Nightingale, que recetó sus novelas a enfermeras y soldados heridos, cediendo ella sus propias ediciones de las obras.

Otra perla de la muestra es un modelo de cera del gordito Joe, personaje secundario de su primera novela, «Los papeles póstumos del Club Pickwick», que denota la capacidad observadora del genio inglés, ya que en él describió los síntomas de una afección respiratoria que la Medicina todavía no había estudiado.

Joe vivía en un constante estado de cansancio debido a los problemas torácicos causados por su obesidad -algo que hoy se conoce como síndrome de hipoventilación y obesidad-, si bien cuando se teorizó por primera vez en el siglo XX se denominó Síndrome de Pickwick en honor al escritor.

«Dickens no solo estaba apasionadamente comprometido con las ciencias, sino que era uno de los comunicadores científicos más influyentes de la Época Victoriana», finalizó Kubicki, reclamando la figura del inglés como erudito y comunicador científico.

El museo de la capital británica, que ocupa la casa donde el autor de «Grandes esperanzas» vivió con su familia durante muchos años, mostrará a Dickens como hombre de ciencia a partir de mañana y se podrá visitar hasta el 11 de noviembre.

EFE/ FR