Con Cuba, Venezuela es hoy la segunda tiranía de nuestra región. Por esto los venezolanos, que saben bien que su libertad está claramente en juego, ha salido masivamente a las calles de ese país a protestar y exigir la inmediata convocatoria a elecciones libres. Conscientes, por cierto, de que, si se llevan a cabo en un marco de transparencia, honestidad y limpieza, como siempre debiera ser, los “bolivarianos” serán irremediablemente derrotados, de manera inapelable, en las urnas.
Mientras tanto, Nicolás Maduro y los suyos, con el permanente asesoramiento de la inteligencia cubana, reprimen -a sangre y fuego- a un pueblo que protesta -desarmado e indefenso- porque definitivamente no quiere ser Cuba. Ni vivir en la esclavitud, “conducido” por autoritarios.
Además de los palos, o sea de los gases lacrimógenos, los dolorosos perdigones en las espaldas de los manifestantes, los golpes propinados por doquier y los matones gubernamentales a sueldo, Nicolás Maduro recurre constantemente a la mentira, esto es a la diseminación constante de noticias que son absolutamente falsas. Desinformando y creando un presunto “relato victorioso” construido con una lluvia de “hechos alternativos”, inexistentes en la realidad. Y además a sembrar, de mil maneras, el miedo.
Para ello cuenta con dinero y expertos que producen slogans, imágenes, discursos y escenarios “favorables”, en medio de una realidad triste, que no es más que un gigantesco desastre social. Pocas veces visto. Hijo de un “modelo” fracasado (el del colectivismo) y de la total ineptitud de gestión de Nicolás Maduro.
Con tres claros objetivos: (i) disimular el inmenso descontento social; (ii) evadir la responsabilidad por la dura y constante represión; y (iii) sostener a una “revolución” ya fracasada. Así se disfraza burdamente de víctima, cuando es nada menos que el victimario. Y acusa sin pruebas, inventando maldad y violencia en un adversario que es constante, pero pacífico.
Para eso cambia arteramente el leguaje. Llama desaprensivamente a los opositores: “terroristas”. Y a las protestas: “golpismo”.
Como controla férreamente a los medios de comunicación masiva, esa catarata de mentiras no es respondida del mismo modo con el que fluye. Sino por las redes sociales y boca a boca. Canales muy distintos, entonces. En paralelo, cabe señalar, se silencia a las señales de televisión que muestran visiones independientes. Entre ellas a las argentinas, desde que, por ejemplo, la señal privada de “TN” ha sido ya sacada del aire. No se ve, ni se oye. De pronto, se ha enmudecido y no por obra de la casualidad.
Canallescamente, el gobierno “bolivariano” publica -y difunde- cuáles son los domicilios personales de los principales dirigentes de la oposición, posibilitando así o promoviendo, la posibilidad de “escraches” y atentados cobardes.
Por todo esto, uno de líderes más duros y mendaces del gobierno venezolano, Diosdado Cabello, que dedica lo sustancial de su tiempo a las amenazas, dice muy suelto de cuerpo a través de la cadena oficial: “sabemos dónde viven, y con quién se mueve cada uno”. Y es así, porque Venezuela es un estado policial, donde se espía arbitrariamente a todos, sin excepción. A propios y extraños, además. Para imponer un discurso único, que los venezolanos hoy rechazan masivamente.
Emilio J. Cárdenas
Ex Embajador de la República Argentina ante las naciones Unidas
Fuente: http://www.eldiarioexterior.com/venezuela-donde-el-miedo-y-49032.htm