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‘El día que conocí a Bin Laden’: la experiencia de dos expresos de Guantánamo en cómic

Es la primavera de 2001. Estamos en Minguettes, en los suburbios más difíciles de Lyon. Mourad y Nizar se conocen de vista. El primero teme al segundo por su reputación de matón. Nizar no presta atención a Mourad, ya que es un tipo dulce, algo tímido y feliz que ha conseguido, a los 19 años, un empleo fijo como mediador en el barrio; tiene su coche y está enamorado de su novia, Djamila. El padre de Mourad, un inmigrante argelino y conserje, es el imán de la sala de oración de su edificio. A partir de esta serie de hechos, comienza la historia real narrada por el dibujante francés Jérémie Dres en El día que conocí a Bin Laden (Garbuix Books, 2023).

Para contar esta historia, Jérémie Dres se reunió y entrevistó a Mourad Benchellali y Nizar Sassi, los dos jóvenes residentes de Vénissieux que se fueron a Afganistán para unirse a los talibanes en el verano de 2001, unas semanas antes de los ataques del 11 de septiembre. Según refleja Dres en la primera parte de la novela gráfica, su motivación era escapar de su vecindario, jugar con armas, adherirse a un islam riguroso y vivir una aventura. Sin embargo, en ese escape como hazaña, no solo fueron entrenados para convertirse en combatientes, sino que justo después de ello, fueron bombardeados por aviones estadounidenses en represalia por el colapso de las Torres Gemelas en Nueva York.

Portada

A partir de esta aventura y la publicación en medios de comunicación del caso, Jérémie Dres se interesó por el destino de dos franceses que se unieron a los talibanes, cuyos testimonios ya han sido ampliamente recopilados. La originalidad de su enfoque en El día que conocí a Bin Laden radica en la cercanía de la narración y en la confrontación de las trayectorias de los personajes, así como en el paralelismo en cada espacio que habitan, el cuidado en los detalles de la vida cotidiana en las torres de Minguettes o en las montañas afganas, donde un viernes de julio de 2001, durante un entrenamiento militar, conocieron a Osama Bin Laden, de ahí el título. Además, en esta novela se refleja el trabajo periodístico de Jérémie Dres, quien se muestra entrevistando a los dos hombres y, a su vez, se inserta en la historia como personaje narrador, expresando sus impresiones sobre lo que ve y escucha.

Guantanamo

En el primer tomo de El día que conocí a Bin Laden, podemos adentrarnos en la complejidad de la historia y entender las justificaciones de Mourad y Nizar, quienes admiten que no encuentran una explicación sólida para su partida más allá de «presumir» -algo que muchos usuarios de Instagram hoy en día entenderían-, además de poder comprender de la mano del autor y las lecciones de historia política del país. La narración de la novela a través de los testimonios de los testigos deja al lector en medio de la historia, creando una estrategia narrativa perfecta para generar expectación por el segundo volumen, que abordará el encarcelamiento de ambos en la cárcel de Guantánamo.

En una entrevista en la Cadena Ser con Jérémie Dres, él explica que ha estado trabajando en cómics documentales durante años, ya que ha abordado otras historias en libros como Nous n’irons pas voir Auschwitz, Si je t’oublie Alexandrie o Dispersés dans Babylone, confirmándonos que el género de la novela gráfica agrega mucha más complejidad a los temas periodísticos, ya que puede «incluir imágenes donde a veces no las hay».

Jérémie Dres ha logrado rehacer la vida de Mourad Benchellali y Nizar Sassi, complejizando su historia después de 20 años de inconexiones. Quedamos a la espera de la continuación del viaje del héroe de Mourad y Nizar en el próximo volumen de la novela, que será publicado en la misma editorial, Garbuix Books, en septiembre de este año.

El día que conocí a Bin Laden

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