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Kazajistán y el nuevo Gran Juego

Por Alfonso de la Vega.- El golpe de Estado fallido en Kazajistán, en el que no falta la falsa bandera al gusto yanqui, supone un intento “primaveral” de apoderarse del extenso país y sus recursos naturales, como las “primaveras” subversivas antes promovidas en el Norte de África y Oriente medio por la pareja Obama & Clinton. Se trataría de compensar la bochornosa huida de Afganistán protagonizada por el Ejército gringo, y mantener el Gran Juego tras ese fracaso. Golpe que ha sido neutralizado con el envío de fuerzas de mantenimiento de la paz de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), solicitado por Kazajistán para estabilizar la situación. Una cuestión legal de protección por tratados internacionales que se ha tratado de tergiversar por la prensa globalista occidental.

Desde luego, se notan las hazañas de la administración demócrata desde que se encaramó a la cucaña presidencial el mafioso usurpador compadre de Bergoglio. Hicieron trampas, más propias de una república bananera, para echar al “malvadísimo” Trump que intentaba terminar las guerras que al llegar se encontró empezadas; y sin comenzar ninguna nueva, a mayor negocio del Deep State, por primera vez en no sé cuántos años. Y ya es casualidad que al llegar el filantrópico carcamal a la poltrona, surjan más misteriosas provocaciones, falsas banderas, ataques mercenarios e invasiones por parte de los gringos. Ahora en Asia Central.

Kazajistán, la tierra de los kazajos, es un remoto país apenas habitado de Asia Central. Con una superficie cinco veces y media la de España y una población de escasos veinte millones de habitantes, se trata de un vasto territorio con importantes recursos energéticos. Históricamente, uno de los Estados tampón entre las antiguas potencias imperiales rusa e inglesa dentro del llamado Gran Juego de Asía Central. Su importancia como Estado tampón, caído humillantemente Afganistán, no ha disminuido, pero probablemente su interés geoestratégico principal sea precisamente el de su patrimonio en recursos naturales. En el centro de este Gran Juego renovado está la pugna por las inmensas riquezas de gas y petróleo que posee Asia Central: las últimas reservas energéticas sin explotar y sin acceso directo al mar, por lo que tiene gran importancia la logística de oleoductos y gasoductos, cuya construcción y gestión requiere control sobre los territorios que atraviesan.

Sabemos que, salvo acaso durante la etapa Trump, desde varias décadas, la política norteamericana está inspirada en lo que se llama el movimiento tecnocrático nacido en los treinta e impulsado a partir de los setenta por la Trilateral, fundada por Rockefeller y Brzezinski. Un movimiento que debe conocerse para comprender mejor lo que está pasando por primera vez en la historia, así como las propias bases intelectuales del NOM. En el movimiento están implicados ciertos intelectuales y la élite globalista financiera. Aunque sea también una forma de totalitarismo, quizá el más peligroso con el que se pueda enfrentar la humanidad, no es exactamente comunismo, ni fascismo, al menos en su sentido histórico o clásico; es “tecnocracia” renovada y justificada con el nombre de desarrollo sostenible, religión de cambio climático, dictadura sanitaria… El súbdito expropiado de dignidad humana, bienes y derechos está vigilado a través de aplicaciones, crédito social, aceptación del vasallaje… Se busca lograr una economía basada en la energía con los medios de producción apropiados y controlados por los tecnócratas. Un modelo que trasfiere recursos y elimina pequeñas y medianas empresas. La oportunidad de la plandemia para contribuir a implantarla es magnífica.

Sin embargo, la reciente aventura kazaja o la crisis ucraniana indicarían que nos encontramos aún lejos de la creación de un Sistema de Seguridad Transasiático (SSTA) en la que también estaría Rusia como propugnaba el político polaco en su libro El gran tablero mundial. Ese proceso de institucionalización de un sistema de seguridad transcontinental estaría en suspenso, y EE.UU. y la OTAN seguirían con su estrategia unipolar.

El golpe de Estado fallido en Kazajistán no sabemos si agravará aún más la crisis en Ucrania. La crisis ucraniana recuerda la de los misiles en Cuba del 62, protagonizada por Kennedy y Kruschev, en la medida que suponen intentos de hostigamiento del considerado enemigo cerca de su propia frontera. Y ahora, en el caso ucraniano, con el incumplimiento de la palabra empeñada por los norteamericanos de no llevar la amenazante OTAN con sus misiles a la misma frontera rusa.

Paradojas de la vida, aunque lo haga para promover el NOM, Europa no debiera hostigar a la Rusia actual, que bien pudiera ser su socio comercial y es probablemente la única gran potencia actual que defiende el cristianismo e instituciones tradicionales como la familia. O quizá lo hace por eso mismo, dada la deriva neomarxista tecnócrata anticristiana de la UE. Y desde luego, por tener un enemigo más o menos real o inventado contra el que mantener el poder y negocio del Deep State y al que arrebatar sus recursos naturales si se deja. Pero este también es asunto complicado que requiere más estudio y explicación.

*Ingeniero agrónomo y analista político

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