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La censura a Trump en redes sociales y la doble moral cuando se trata de la izquierda

MB.- Hablar de lo que ocurrió en el Congreso estadounidense es llover sobre mojado. Ya todo se dijo. Los análisis, las críticas y condenas brotaron en las redes sociales a una velocidad vertiginosa. Sabemos lo que pasó. Sabemos el daño —más allá de la estructura física— que sufrieron las instituciones. Sabemos también que si se analiza con minuciosidad y se miran de cerca los recovecos de este hecho, encontraremos tantos mensajes implícitos que realmente merecen nuestra atención.

El proceder de Trump para calmar esta aberración, por ejemplo, fue uno de estos momentos. El mandatario hizo una llamada a la calma con el temple necesario para que los cuerpos de seguridad actuaran con la seriedad que ameritaba el caso. Era necesario.

No obstante, fue la respuesta a este mensaje —con un bloqueo indefinido— por parte de Twitter, Facebook, YouTube, Snapchat e Instagram que dejó al mundo realmente inquieto. Preguntándose hasta dónde llega el poder de las plataformas web, para cercenar el derecho a la libertad de expresión no solo de cualquier persona, sino del presidente de Estados Unidos.

Lo curioso acá es que mientras de un lado las cuerdas se tensan con cada vez mayor rigor, en otros espacios la soga se ve mucho más holgada. Lo vemos allí, en la acera de enfrente. Ejemplos sobran, son tantos que a veces no se explica cómo este ventajismo no se detectó con anterioridad. El más visible es la proliferación y auge de la identidad que tienen las organizaciones como Black Lives Matter y Antifa en las redes.

La doble moral con Black Lives Matter

Organizaciones que vienen conformadas por el resentimiento, el rencor y otros antivalores que suman cada vez más adeptos. En el caso de la identidad digital de BLM, se habla de un millón de seguidores. Una cifra nada despreciable.

Y es que estas organizaciones que agrandaron grietas en Estados Unidos, hoy se dejan ver por las redes sociales como instituciones que proliferan paz, amor y tolerancia. No es así. De acuerdo con el reverendo Ben Johnson: «BLM no es solo una máxima o un gráfico que se publicará en línea. Es un grupo de presión radical que abraza una visión de posiciones controvertidas y extremistas. Aquellos que marchan bajo su estandarte se están poniendo inconscientemente en una posición para ser identificados por los activistas de BLM como avaladores de estas creencias».

Al menos 18 de las corporaciones más grandes de Estados Unidos y el mundo han prometido o donado activamente a la organización principal de la campaña Black Lives Matter (BLM). También llama la atención sobre sus militantes, en específico sus fundadoras, es que han declarado ser «marxistas entrenadas».

Microsoft, Nabisco, Gatorade, Airbnb, los sellos discográficos Atlantic, Warner y Amazon se destacan entre los donantes para la causa que manifiesta promover destruir el sistema capitalista. Black Lives Matter Global Network Foundation se llama la fundación de la red global que recibe los fondos de estos activistas que se han dado a la tarea de reivindicar públicamente el legado de Fidel Castro y Hugo Chávez e incluso homenajear a Nicolás Maduro.

La doble moral con Antifa

El caso Antifa va por el mismo sendero. A pesar de no tener una presencia digital activa per sé, muchos usuarios en redes sociales se identifican abiertamente como simpatizantes de este movimiento. Las cuentas son cada vez mayores y suman hasta 20000 o 30000 seguidores, a pesar de ser conocidos como personas altamente violentas.

Y es que los Antifa no esconden su objetivo. Incitan a la anarquía y sus simpatizantes están orgullosos de ello. Se les puede identificar fácilmente en videos. Visten completamente de negro y cubren sus rostros con pasamontañas o pañuelos para encubrir su identidad.

Este grupo recientemente fue catalogado como organización terrorista por el presidente Donald Trump y con toda la razón. El portal Breitbart repasa al menos 74 ocasiones en que estos manifestantes de extrema izquierda se involucraron en actos de violencia, destrucción o intimidación en los últimos 30 días.

Una de estas ocurrió a finales de octubre cuando manifestantes en Washington, DC hirieron a 14 policías en la segunda noche de protestas por la muerte de Karon Hylton, joven de 20 años que conducía un scooter sin casco y murió atropellado cuando lo seguía la policía.

El demócrata Joe Biden habló en el primer debate presidencial sobre Antifa. En aquella ocasión, evitó tacharlos con algún adjetivo peyorativo y se limitó a decir que «Antifa es una idea, no una organización». Hoy, quienes apoyan esta «idea» en conjunto con seguidores de Black Lives Matter (BLM) se han visto atacando a simpatizantes del presidente Donald Trump que le han apoyado no solo en Washington.

Lo preocupante es como este movimiento sigue multiplicándose a pasos agigantados no solo más allá de Estados Unidos, donde actualmente se le vincula a un sinnúmero de hechos violentos, sino por la web también, sin un freno aparente.

La pelea Twitter vs. Trump toma nuevas dimensiones

Sin embargo, la prensa aprieta sus tuercas por otras partes. En esta ocasión, Twitter sumó un capítulo más a ese grueso libro de batallas que ha mantenido contra Trump por largo rato. No es secreto que esta relación ha sido tortuosa. A la pugna se le añadió Facebook y de la peor manera. El presidente de la corporación, Mark Zuckerberg, anunció que los perfiles de Donald Trump en Facebook e Instagram han sido bloqueados «por al menos dos semanas», o «hasta que la transición pacífica de poderes esté completada».

Si la plataforma borraba algunas de las publicaciones del mandatario, ahora se avanzó al bloqueo de los perfiles. ¿El motivo? Zuckerberg alude en su comunicado que Trump hace «uso de nuestra plataforma para incitar a una insurrección violenta contra un gobierno elegido democráticamente». Explica que permitir al mandatario usar sus plataformas durante el periodo de transición, que durará hasta el 20 de enero, cuando se ejecute el traspaso de poderes, supone riesgos «simplemente demasiados grandes», reseña BBC Mundo.

Las redes sociales, este hervidero de pensamientos y opiniones, le cerró la puerta a uno de los líderes que se desplaza a sus anchas en el terreno de la web 2.0. Ahora, sin estos espacios, los grandes medios apuestan a ver quien le aprieta más la soga de Trump en el cuello. Una conducta deplorable.

El profesor Martín Becerra, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (CONICET), hizo una lectura de lo letal que puede ser este comportamiento y recalcó que «es problemático que las empresas dueñas de las plataformas digitales se arroguen el derecho de decidir qué es lícito y qué no lo es, que se comporten como policías del contenido sin que haya una norma democrática que autorice tal comportamiento», reseñó Página 12.

Y es que lo curioso de esta jugada, que ya toma partido, es que las sanciones de tal envergadura se dan sobre personalidades como Trump y varios que corresponden a esta artillería de pensamiento. Su campaña fue bloqueada en octubre por la reproducción del reportaje de The New York Post que involucraba a Hunter Biden, hijo del demócrata Joe Biden, y su presunto vínculo con empresas de China y Rusia, relató, por ejemplo, La Nación. Una acción parecida ocurrió en agosto con la cuenta de Trump y varios alegatos que hizo sobre el COVID-19 y que todo indica que seguirá ocurriendo.

Sí, las redes sociales sí toman partido

Las restricciones en los espacios sociales también alcanzan a otras personalidades. Acá la cosa se vuelve un poco más agria. Una muestra está en 2019, en dicho año Instagram y Facebook censuraron contenidos que provocaron reacciones y manifestaciones en contra.

Un ejemplo estuvo cuando Instagram bloqueó las cuentas de los caricaturistas de la revista Charlie Hebdo, quienes habían compartido la portada del mes y que incluía una caricatura de Mahoma, que, de acuerdo con la religión musulmana, no debe ser representado de ninguna manera. El contenido fue retirado, las cuentas suspendidas, relata Forbes.

Posteriormente, en enero de 2020, el partido Vox sufrió este revés. En aquella oportunidad el responsable de Comunicación de esta formación política, Manuel Mariscal, afirmó en su cuenta personal de esta red social, que dicha organización política había sido «censurada», motivado a un impasse que se sostuvo en esta plataforma con la portavoz parlamentaria del Grupo Socialista, Adriana Lastra, a raíz de la aplicación del «pin parental».

Mariscal aseveró que que Lastra «insultó» a Vox «por defender que los padres tengan derecho a decidir qué educación quieren para sus hijos, calificando al partido de «retrógrado» y de fomentar el «odio». Vox le respondió que con dinero público se está promoviendo «la pederastia».

Este último mensaje fue el catalizador del problema. Twitter comunicó a Vox que no podrían publicar más mensajes alegando «incitación al odio», aunque le dio la opción de borrar el tuit polémico, algo a lo que la formación se ha negado, recalcó EFE.

«No lo haremos. Somos un partido legalmente constituido, somos tercera fuerza política en España, representamos a más de 3,6 millones de votantes y, como nosotros, miles de ciudadanos españoles están sufriendo la censura en Twitter y en otras redes sociales. Y decimos, ‘Basta’», afirmó Mariscal en su momento. Esta reyerta virtual luego se zanjó, tras la pulseada de Vox por sostener su punto. Sin embargo, es un episodio que vale la pena mencionar, cuando se trata de analizar hasta qué punto interviene el árbitro en la regulación de las expresiones del otro.