Inicio Actualidad La sospecha y las hienas

La sospecha y las hienas

Mientras Caracas celebra una programada ganancia electoral, con la izquierda española aplaudiendo el acabose venezolano, Bogotá recibe al secretario de las Naciones Unidas para conmemorar el primer quinquenio de los acuerdos de La Habana, diseñados en gran parte por el secretario del Partido Comunista español, Enrique Santiago. Claroscuro escenario regional, más oscuro que claro, para mi escéptico gusto.

Algo huele mal en…

En Colombia, el olor a sospecha impregna todo el proceso habanero. En un foro por YouTube, el jesuita de Roux, regente de la Comisión de la Verdad parida en los acuerdos habaneros, me culpabilizó por sospechar de la «buena fe» de alias «Timochenko», jefazo de las FARC, hoy senador de la república. Ha reconocido sus crímenes, ha pedido perdón, me señaló enfático el sacerdote. Pues de Roux y su comisión también sospechan, y tienen derecho a hacerlo, que los militares no están diciendo toda la verdad. Solo que mientras el mando militar es sometido al linchamiento público con afiches y murales bendecidos por las Cortes, «Timochenko» y su banda en el congreso ganan millonarias dietas que salen de nuestros bolsillos y sientan cátedra de moralidad ciudadana, de lo que hacen eco medios nacionales manejados desde la izquierda española.

Mi duda racional, como lo manifesté en alguna sesión de esa ilegítima comisión de la verdad, se basa en la coincidencia entre lo que dice alias «Iván Márquez» en un video difundido hace meses y lo que reza un artículo de los estatutos del partido de los comunes, que encabeza el antes mencionado parlamentario fariano. Ambos se adscriben a la estrategia diseñada desde los 60´s por su apóstol mayor alias «Tirofijo»: la combinación de todas las formas de lucha, que está en el ADN del comunismo. Y es que, en su paroxismo, los comunistas giran alrededor de una obsesión: la toma del poder. Y si hay que mentir, secuestrar, asesinar o narcotraficar lo harán con tal de lograr este objetivo que, en su entelequia, es el comienzo del paraíso terrenal. De esta manera, en Colombia, mientras unos disertan en el Congreso del gobierno que los protege y que aspiran a destruir, otros merodean por el monte, asesinando soldados, policía y campesinos, controlando pequeñas comunidades con terrorismo. Cauca, frontera con Ecuador y Catatumbo, frontera con Venezuela, en donde están los mayores cultivos ilegales de coca del mundo y en donde recrudece la violencia con bandas narcotraficantes de las AFRC, el ELN, el Clan del Golfo, carteles mexicanos y otras organizaciones armadas ilegales. Es el balance actual del pos acuerdo y en medio de esa oleada de violencia. Las FARC aplican su centenaria metodología. Los diez años que faltan para cerrar el negociado Santos-FARC y las elecciones de marzo del 2022 marcarán definitivamente el rumbo de los acuerdos de La Habana, rechazados por la mayoría de colombianos en el plebiscito de octubre del 2016.

El surrealismo y la izquierda

Los «reinsertados» farianos, que mas parecen “maffiosi pentiti”, insisten en rendir culto público a asesinos como el “mono Jojoy” graduándolos de líderes campesinos; en no reconocer el secuestro, al que llaman eufemísticamente retenciones; en no aceptar el señalamiento que les hace la JEP del delito de esclavitud en el marco de sus secuestros y en justificar cínicamente el reclutamiento, abuso sexual y asesinato de menores de edad, todos estos delitos de lesa humanidad que no permiten indulto o amnistía. ¿Cómo, entonces, no ser receloso?

Descalificar a quienes dudan de la bonhomía de delincuentes de lesa humanidad confesos, impunes y premiados con curules en el congreso es una muestra evidente del dogmatismo que lastra a quienes han bebido en las aguas alienantes del marxismo leninismo. Porque la sospecha, sin paranoia, forma parte de la saludable duda razonable recomendada desde antes de Descartes, para llegar a la verdad. 

De la mano del Íñigo de Roux la izquierda latinoamericana quiere imponer su Verdad, desconociendo los estudios serios que demuestran la correlación de economías ilegales, dificultades territoriales y fuerzas gubernamentales debilitadas como factores decisivos y desencadenantes de la violencia. Descartan ramplonamente que la violencia tenga que ver con un aparato de justicia deficiente o inoperante, de cortes corruptas y politizadas; o con elites corruptas también de izquierda, cuyos jefes reciben billetes en bolsas debajo de la mesa; o con una inseguridad galopante originada en cuadrillas narcotraficantes o de minería ilegal promovidas desde gobiernos socialistas extranjeros. 

Hoy más que nunca, ni en Colombia ni en España, se puede jugar a ciego, sordo y mudo. Es imperioso ejercer la duda, la sospecha. Y escuchar atentamente a los candidatos de la Derecha que con carácter denuncian las maromas politiqueras y retorcidas de la izquierda y sus disfrazados quintacolumnistas para hacerse con el poder y, desde Bogotá, sumir la región en la miseria. En un gobierno de la izquierda, la espuria comisión de la verdad, dirigida por un militante de la Teología de la Liberación que el ELN catequiza a punta de AK-47 se institucionalizará como el ministerio de la verdad orwelliano y querrá convencernos en su amañando informe final, de la estrafalaria verdad habanera: que las hienas son vegetarianas.