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Las elecciones argentinas (en ocasiones, veo muertos) – La Gaceta de la Iberosfera

Pasaditas las 21 horas del 12 de septiembre, la noche argentina cambiaba de clima. Media hora antes los dirigentes del kirchnerismo agrupados bajo el nombre “Frente de Todos” bailaban con eufórica precocidad en el escenario festejando una victoria imaginaria. La realidad les dio, minutos después, una bofetada letal. El gobierno de Alberto y Cristina perdía en casi todas las provincias. Sólo se salvaban unos pocos feudos, los más hundidos y amañados, cuyo compromiso con el sistema democrático está extremadamente opinado. La tierra se abrió bajo los pies del proyecto de Cristina eterna.

Argentina realizó este domingo las PASO, que son sus internas para elegir candidatos a las elecciones legislativas del 14 de noviembre. Esta primera instancia no determina mucho en lo formal, pero en lo simbólico puede ser letal. “Juntos por el Cambio” que es la alianza opositora derrotó al Frente de Todos de una manera humillante, por 9 puntos en el total del país, y brilló en territorios en los que el kirchnerismo no soñaba caer ni en sus peores pesadillas. Está en danza la conformación de la Cámara de Diputados y de Senadores de la que dependen los proyectos del oficialismo para convertir al país en uno más de los sumideros donde reina el Socialismo del siglo XXI.

El armado de Milei fue precario comparado con el aceitado aparato cambiemita y por eso se acrecienta su performance

De confirmarse estos resultados el Gobierno podría perder el quórum propio y la mayoría en el Senado, una situación de debilidad con la que no tienen idea de cómo lidiar. Para colmo, la contundencia de la derrota le abre flancos complicados: uno de ellos es la cofradía de los gobernadores que son sumisos cuando el kirchnerismo está en alza pero en las horas bajas no ocultan su pragmatismo animal. El segundo flanco sería la Provincia de Buenos Aires, bastión histórico del peronismo, donde los alcaldes distritales también sopesan sus fidelidades conforme se distribuye el poder y la caja. Y a esto hay que sumar la pendular ecuanimidad de la justicia que pisa el freno o el acelerador dependiendo de los escrutinios. En fin, que la debilidad obtenida ayer es una sustancia que huelen a lo lejos las diversas tribus de hienas.

Hay una novedad que no debería pasar inadvertida en esta coyuntura: es cierto que el kirchnerismo es particularmente resiliente respecto de sus derrotas electorales, y que es especialista en caer en las elecciones de medio tiempo para luego levantar en las ejecutivas, pero esto es un poco engañoso. Las derrotas que la formación sufrió en el pasado tenían como factor común la aparición de terceras fuerzas del peronismo díscolo que les fragmentaba el voto. Así, el kirchnerismo perdió en 2009, en 2013, en 2015 y en 2017, cuando iban por fuera de su lista personajes como Sergio Massa o el mismísimo Alberto gerenciando otras candidaturas. La gracia, el chiste, el “you have one job” de la fórmula Alberto-Cristina- Massa era meter bajo el mismo paraguas a todo el peronismo para que “unido jamás fuera vencido. Lo que pasó en la noche del 12/9 fue que unido y todo, apenas juntó un tercio del electorado.

El contexto económico terrible: el precio del dólar frente a la moneda local se multiplicó por cuatro, el riesgo país se duplicó y no sólo nadie invierte sino que la fuga de empresas es una hemorragia

Es lógico que ahora todos se pregunten qué pito toca Alberto, al que consideran el padre de la derrota. Casi al final del día Alberto subió, junto a Cristina Kirchner, al escenario donde también estaban los tres dirigentes con futuro “presidenciables” el delfín Máximo Kirchner, Sergio Massa y el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof. La tensión se podía palpar. Entonces Alberto Fernández (a quien las habilidades escénicas se le dan mejor en el fracaso, extraña virtud), dijo: “Algo no hemos hecho bien para que la gente no nos acompañe. A partir de mañana vamos a resolver el problema que la gente nos plantea”. Voluntarismo puro.

Lo ocurrido en esta elección tiene un contexto económico terrible: el precio del dólar frente a la moneda local se multiplicó por cuatro, el riesgo país se duplicó y no sólo nadie invierte sino que la fuga de empresas es una hemorragia, la inflación ronda el 50%, y todos los indicadores de costos de los productos más básicos aumentaron junto a los índices de pobreza. Argentina retrocedió enormemente desde que Alberto es presidente, no hay relato que pueda maquillar eso.

Del lado de la oposición también estuvo movida la jornada. El jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta apostó fuerte en una lógica de armado territorial heterodoxa que le rindió buenos resultados. Su éxito más rutilante es, sin dudas el haber derrotado al kirchnerismo en su altar, la provincia de Buenos Aires, que determina el mapa político nacional. Larreta diseñó un temerario intercambio de jurisdicciones para sus alfiles: a María Eugenia Vidal, exgobernadora de la Provincia la mandó a la Ciudad y a Diego Santilli, actual vicejefe de la Ciudad lo mandó a la Provincia. ¡Y le salió una jugada redonda! En adelante su carrera presidencial está despejada. No se puede hablar de las figuras de Vidal o Santilli sin entender que son meros instrumentos del alcalde porteño.

No se sabe bien cuál fue el determinante de la derrota porque hicieron todo reverentemente mal, pero sí se sabe que el kirchnerismo sin demagogia económica no resiste una semana

En cambio, una figura se erige por fuera de los dos armados tradicionales y por eso es la verdadera sorpresa de la noche. Javier Milei y su formación “La Libertad Avanza”, en una contienda desigual con tintes épicos, se impuso como la tercera fuerza en la Ciudad de Buenos Aires, bastión de “Juntos por el Cambio” desde hace más de una década. El armado de Milei fue precario comparado con el aceitado aparato cambiemita y por eso se acrecienta su performance. Con un mensaje liberal encendido y contra la casta política consiguió casi el 14% de los votos cuando el pronóstico no superaba la mitad de esa cifra.

Si Larreta es la “oposición” al kirchnerismo a nivel nacional, Milei es la “oposición” al kirchnerismo y a Larreta a la vez. Es paradójico pero no tanto. La conclusión que nos dejan las PASO es el hartazgo de la sociedad hacia los oficialismos y, en cierta medida, triunfaron los mensajes opositores en general. Otro de los aciertos de Larreta fue detectar la fuga por derecha que sufría su formación socialdemócrata frente a la aparición de Milei. El alcalde habilitó entonces una interna en la que estuviera en oferta un liberal de fuste como Ricardo López Murphy, y acertó también con la estrategia ya que esa lista lo nutrió con el 11% de los votos. Queda por ver si en las generales ese 11% permanecerá fiel.

Juntos por el Cambio deberá generar una nueva narrativa si no quiere que la soflama antisistema de Milei se convierta en segunda fuerza en su propio señorío

Por lo pronto, el emergente de “La Libertad Avanza” obligó al resto de los políticos a hablar de temas que no les quedan cómodos como la presión fiscal. Luego de años de predicar, la corriente liberal ha conseguido que gasto público sea mala palabra, así como la emisión y prostitución de la moneda. Acompañando a Milei está Victoria Villarruel, cuya denuncia permanente de las atrocidades del terrorismo castrista en Argentina irrita al consenso cultural hegemónico. Villarruel no es una figura que el “kirchnerismo state of mind”, con el que comulgan el 80% de los políticos, pueda metabolizar. Ya comenzaron los detractores  de siempre a tratar de cancelar a “La Libertad Avanza”: fachos, extrema derecha, antiderechos, negacionistas y otras delicias del discurso correctista llueven sobre la dupla Milei- Villarruel, desde que entraron a la arena electoral.

Lo cierto es que gracias a “La Libertad Avanza”, tanto Rodríguez Larreta, como Vidal o Santilli pasaron de mostrarse dialoguistas y componedores con todo el arco dirigencial kirchnerista a usar el hashtag #basta en el tramo final de la campaña. Hasta propusieron derogar impuestos y leyes que ellos mismos habían creado y votado porque eran criticadas por Milei. En los próximos 2 meses, el pragmatismo hará milagros en el discurso político argentino. Juntos por el Cambio deberá generar una nueva narrativa si no quiere que la soflama antisistema de Milei se convierta en segunda fuerza en su propio señorío.

Cristina no está para entregar las armas sin luchar, parte por su carácter, parte por la gelatinosa situación judicial de toda su familia

Al kirchnerismo, mientras tanto, le quedan dos meses para salvar los dos años siguientes. Nadie sabe qué camino tomarán porque ni ellos entienden qué quieren hacer. Por lo pronto, apenas salidos los números del centro de cómputos, en redes y medios se pedían las cabezas del gabinete albertista, una cacería que no soluciona los problemas de fondo pero que, en principio, calma a las fieras y puede que un poco de sangre oxigene el alicaído ánimo de la militancia.

Cristina no está para entregar las armas sin luchar, parte por su carácter, parte por la gelatinosa situación judicial de toda su familia. La derrota en las PASO pone al país ante el riesgo de una radicalización kirchnerista que eche mano a las recetas de siempre: emisión descontrolada y “poner plata en el bolsillo de la gente” con aumentos de jubilaciones, salarios públicos, planes, subsidios. La idea es que llueva alegría de acá a noviembre. Es posible que el hato de escándalos protagonizados por Alberto, su proverbial ineptitud y autoritarismo, los casos de corrupción, los sucios manejos de las vacunas, los violadores sueltos, los privilegios y los abusos mortales del poder con los confinamientos no hubieran tenido el mismo efecto en su electorado si la pobreza no fuera tan acuciante. No se sabe bien cuál fue el determinante de la derrota porque hicieron todo reverentemente mal, pero sí se sabe que el kirchnerismo sin demagogia económica no resiste una semana.

Cristina y el cristinismo tuvieron la idea de plebiscitar la gestión, un delirio sideral si se considera que fue un desastre en todos los frentes

Cierto es que lo razonable sería terminar de una vez con el ridículo doble comando, establecer un plan económico serio y tratar de generar las reformas políticas que resultan indispensables para poder gobernar con cierta estabilidad los dos años que quedan de mandato, que a esta altura parecen una eternidad. Pero esto no es compatible con el kirchnerismo y menos con lo que sea que quede del albertismo. El resultado de las PASO desmoronó todos sus planes y la imagen del presidente solo y derrotado dista de inspirar la confianza como para construir un liderazgo que genere alguna expectativa.

Cristina y el cristinismo no saben cómo entender esta derrota. Leyeron mal a la sociedad y polarizaron contra el fantasma de Macri, mientras nuevas corrientes y narrativas les erosionaban el territorio. Tuvieron la idea de plebiscitar la gestión, un delirio sideral si se considera que fue un desastre en todos los frentes. Sin diagnóstico ni iniciativa, acaban de enterarse de que dos tercios de la sociedad los rechaza y ni siquiera saben por qué.

Ya se ha dicho que la política argentina es un campo minado y muy pocos tienen las herramientas, la ambición y la capacidad de cruzarlo. Basta con mirar los escenarios de cada bunker para que los lenguajes corporales hablen por sí mismos. Las PASO expusieron una reconfiguración política en la que pocos salieron victoriosos y muchos personajes se descubrieron a sí mismos fantasmas, como le ocurriera a Bruce Willis en El Sexto Sentido.