Este medio no ha vacilado nunca en llamar a las cosas por su nombre. La corrección política no puede ser nunca un cheque en blanco contra nuestra razón existencial y la vida de nuestros compatriotas.
“Pues amarga es la verdad, quiero echarla de la boca”, sostenía el conocido verso de Quevedo. Cada uno tiene su verdad. Las nuestras no cuentan con el beneplácito de los amos del momento. El camino elegido es duro y cuesta arriba, y nos llueven piedras desde muchos sitios, incluso de la derechona de salón y canapé.
Parte de las ayudas sociales en España se han convertido en una gran mentira. Las imágenes son lo suficientemente explícitas para que no nos tengamos que andar con rodeos. Son imágenes grabadas por un lector de AD que nos llevan a un polígono industrial de la localidad madrileña de Fuenlabrada. Dos mujeres y un menor magrebíes portan bolsas de comida procedentes de un banco de alimentos y las depositan en el interior de un coche de la marca Mercedes valorado en más de 68.000 euros. Sobran las palabras. Si acaso preguntar a los responsables de suministrar las bolsas alimenticias a estas personas si no se les cae la cara de vergüenza. Ni la supuesta solidaridad se libra del aire pútrido que inhala una buena parte de la sociedad española. Y entre tanto, miles de familias autóctonas sufren en silencio al hallarse en situación de carencia material severa. Para ellos no hay consuelo. Una entidad supuestamente benefactora que permite un despilfarro alimenticio como el que recoge la imagen merecería algo peor que un simple correctivo en este medio.
