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La cuna de Chile en llamas

Las imágenes parecen salir del infierno. Gigantescos bosques convertidos en bolas de fuego; ovejas y corderos corriendo desesperados, para finalmente morir asfixiados, de hambre o sed. Hombres con tenida de campesino, con la clásica chupalla, tratando de apagar el fuego con rudimentarias ramas de palmera. Bomberos agotados y extenuados, tras jornadas de doce horas de trabajo, con equipos y ropas pesados, propios de la ciudad, pero inadecuados para este terreno. Familias campesinas impotentes, con el dolor en el alma, al ver perdidas sus pequeñas parcelas.

La sociedad chilena se encuentra atónita frente a las imágenes de los incendios que llegan a través de la TV y las redes sociales. Experimenta sentimientos solidarios, pero un tanto confusos, porque no conoce la Región. No sabe los nombres de los pueblos; tampoco conoce a sus campesinos. No sabe muy bien qué hacen ellos. Cuáles son sus sueños, sus habilidades y sus valores. Es como si de golpe, se hubiera abierto una brecha en el muro cultural que separa la sociedad urbana de Santiago, con el mundo campesino.

Lo más desgarrador de este incendio, es el dolor de los campesinos, dueños de pequeñas propiedades, muchas de ellas obtenidas en la Reforma Agraria. Estos predios fueron trabajados por dos o tres generaciones, para poner en marcha una unidad productiva que permitiera vivir dignamente a la familia. Ahora están convertidos en cenizas, con muchos de sus animales muertos.

San Pedro de Alcántara, famoso por sus chupallas y su convento franciscano del siglo XVII, está asediado por llamas desde los cuatro costados. Si el viento sopla con un poco más de fuerza, se puede quemar completo todo el pueblo y, con él, se perdería un capítulo completo de la historia económica, social y cultural de Chile.

Algo parecido ocurre en Pumanque, famoso por su antigua iglesia, sus corderos y su típico restaurant temático “El Fogón del Ovejero”.  Hace apenas dos meses, esta taberna deslumbró a los mejores gastrónomos y chefs de Chile, con una demostración de buen gusto y excelencia, al inaugurar “El Día del Cordero” , dando  inicio a una serie de encuentros en torno a este patrimonio agroalimentario.  Hoy, Pumanque se encuentra convertido en cenizas, con 30.000 hectáreas quemadas

Por el sur, el fuego llega a Ciruelos y amaga quemar el Molino de Agua de Pañul que, con su rueda de madera, de tres metros de diámetro, movida por aguas del estero Nilahue, sigue moliendo artesanalmente la harina de trigo, maíz, quínoa y garbanzos, con las mismas piedras de moler que se usaban en el Reino de Chile durante la época colonial. Si se quema este molino, ya no podremos gustar el mismo pan que comieron Pedro de Valdivia y Bernardo O’Higgins. Además, con aquellos bosques desaparecerá también la Cerámica de Pañul, esos hermosos objetos de color beige-damasco, realizados en hornos artesanales de leña, que engalanan las casas de los amantes de la cultura, con sus ensaladeras, fuentes y demás recipientes. Toda una cultura de manos campesinas, perdida para siempre.

Más hacia la costa las familias salineras, herederas de más de 400 años de tradición en el proceso de extracción de la reconocida Sal de costa de Cáhuil, que en rigor en la actualidad es de Barrancas, La Villa y Lo Valdivia, se encuentran sitiadas entre el fuego y las salinas corriendo el riesgo de perder la esperada producción 2017 de esta bendita sal, única en Chile y valorada internacionalmente.

Por el norte, las llamas amenazan Marchigüe y Litueche, espacios representativos del mundo campesino, fecundos en artesanía (talabartería, tejidos) y con fuerte arraigo en la cultura agrícola y ganadera. Litueche  ha elegido al cordero como ícono emblemático comunal, tal como muestra su cartel de bienvenida al turista junto a la carretera.

Las llamas no han llegado todavía a La Estrella. Sin embargo,  ya han causado fuerte impacto, con la cancelación de una fiesta costumbrista; esperemos que no deban anular también la tradicional Fiesta de la Chicha de la Estrella, espacio social de gran tradición y arraigo en el territorio. ¿Cómo sería la economía de los campesinos de esta comuna en lo que resta del año, sin esa herramienta dinamizadora que representa esa fiesta? ¿Cómo se va a sustituir ese mercado para colocar los aguardientes artesanales, los enguindados y demás productos locales?

El incendio está destruyendo una parte importante de Chile; nada menos que su corazón cultural; esas tierras y esas culturas campesinas que, desde el siglo XVII, han modelado la forma de ser de Chile, su identidad. Hasta la actual vocación de Chile como “Potencia Agroalimentaria” y “País Exportador”, nacieron en el antiguo Corregimiento de Colchagua, con su gran producción de trigo. Este cereal fue la principal exportación de Chile durante trescientos años; y el “Granero de Chile” estaba, justamente, en el Corregimiento de Colchagua, situado entre los ríos Cachapoal y Rapel por el norte y el río Teno y el estero Nilahue por el sur. Las 100.000 fanegas anuales de trigo que cultivaban los agricultores colchagüinos impulsaron la red de molinos hidráulicos para moler la harina. Los Molinos de Agua de Pañul y Rodellillo son testimonios elocuentes de aquella tradición.

La cultura chilena actual no tiene todavía clara consciencia de la deuda que tiene con su región huasa.

A pesar de su relevancia para la cultura y la economía nacional, la Región Huasa de Chile ha sido invisibilizada, ignorada y, a veces, olvidada por su clase dirigente.

Ello explica que un ministro no pueda interrumpir sus vacaciones para atender los pedidos de auxilio de un alcalde de Colchagua. O que los parlamentarios no puedan deponer sus especulaciones e intereses personales para aprobar de una vez, la elección directa del Gobernador Intendente de la Región.

Resulta notable la doble actitud de la élite nacional: no quiere ceder poder a las regiones, para mantener sus privilegios; y cuando las regiones acuden a ellos, no pueden atenderlas porque están “descansando”. El parlamento, con su renuencia a avanzar en la descentralización, tiene también responsabilidad en la tardía respuesta a esta catástrofe.

La “política forestal” también tiene su parte. Sobre todo por las plantaciones de pinos y eucaliptus, que tienen fuerte tendencia a facilitar e incrementar los incendios, por dos razones.

La experiencia internacional muestra que las plantaciones de pinos y eucaliptus en forma masiva, en lugares distintos de su nicho ecológico natural, tiende a favorecer los grandes incendios. Los casos de Sudáfrica, España y otros países, lo demuestran con profundidad. Particular impacto causan los pinares pues alimentan el fuego con sus resinas. Además, después del incendio, esta planta no rebrota; donde hubo un pinar, solo crecerá un matorral. El bosque nativo maduro, en cambio, es más resistente a los incendios y su recuperación es más rápida.

Segundo, pinos y eucaliptus son grandes consumidores de agua. Al tener hojas pequeñas, requieren mayor cantidad de agua para cumplir sus funciones naturales de fotosíntesis; consumen mayor cantidad de agua que el bosque nativo; para lograr su rápido crecimiento, pinos y eucaliptus absorben grandes cantidades de agua de las napas subterráneas; de vertientes, ríos, arroyos y esteros. Según estudios realizados en Argelia, para lograr 34 toneladas de madera de eucaliptus se necesitan entre 2.000 y 1.600 toneladas de agua al año.  Estos bosques exóticos generan lucro a las madereras, pero a un costo ambiental muy alto: absorber toda el agua disponible, incrementar la sequía y hacer el territorio más vulnerable a los incendios.

El actual modelo económico de depredación ambiental y la actitud consumista frívola de las élites urbanas, son corresponsables  de esta desgracia. Los tecnócratas han recomendado, durante 30 años, las plantaciones de árboles exóticos, ajenos a los climas y suelos de la región, como pinos y eucaliptus, sin tener en cuenta criterios ambientales. Lo importante era la rentabilidad económica, a cualquier costo. Pues bien, este es el costo.

Pero todos somos responsables de este desastre. No hemos sido capaces de valorizar los productos de los campesinos; no nos interesamos por sus alimentos, bebidas y artesanías; preferimos comprar lo que dicta la moda y nos vende el Mall, patrocinado por glamorosas figuras de actrices y modelos internacionales, como Sara Jessica Parker.

Parece estar muy lejos el interés de visitar y conocer otros paisajes, otros personajes, otros eventos, como la Fiesta del Piure en Navidad;  la fiesta del Cochayuyo en Pichilemu; o la fiesta de la Chicha en La Estrella; los paisajes salineros de Cahuil, únicos en el mundo. Nos da más status ir a Miami, NYC o Paris; si es dentro de Chile, nuestro círculo social solo aprecia Reñaca, Zapallar o Pucón… Destinos turísticos de élite, situados a escasos kilómetros de distancia de este “atrasado” mundo huaso campesino, que no tiene recursos para financiar una campaña publicitaria con George Clooney, Madona o Pampita.

¡Vaya que somos frívolos! ¡Qué fácil nos manejan la publicidad y el marketing!! Nos entregamos al colonialismo consumista y, a la vez, soltamos la mano a nuestros campesinos, dejando que se queme la Cuna de Chile.

Es urgente involucrarnos con nuestras raíces que están en peligro de extinción. Es bueno enviar alimentos no perecibles y otras ayudas ahora. Pero es indispensable reconstruir el lazo con la Región de O’Higgins, visitarla, conocerla y apoyar a los miles de campesinos que han visto convertido en cenizas su herencia cultural y pequeño capital

Firmantes:

Pablo Lacoste – Juan Guillermo Muñoz –  Amalia Castro – Fernando Mujica – Emiliano Núñez – Carol Cofré – José Gabriel Jeffs – Instituto Estudios Avanzados – USACH

Sergio González Miranda – Premio Nacional de Historia

Julio Pinto – Premio Nacional de Historia

Eduardo Cavieres – Premio Nacional de Historia

Teresa Vial y Patricia Peña – Universidad de Chile

Miguel García – Universidad Central

Julia Cerda Carvajal, Lorena Valencia,  Bárbara Jerez, Jacqueline Muñoz Universidad Tecnológica Metropolitana

Cecilia Auayo Cuevas – PUC

Alonso Barros Van Hovell Abogado, Fundación Desierto de Atacama, Chile

Ingrid Garcés Millas, Universidad de Antofagasta, Chile

Olivia Cabezas – Publicista-CEO. Somos Europeos, ACECCAT.EU

Adriana Miranda y Robert Graell  – Complejo Uva Dulce – San Vicente Tagua Tagua

Sandra Illanes – Presienta de “Pueblos de Campo y Mar del Valle de Colchagua” (Marchigüe, Pumanque, Paredones y Lolol)

Francisca Molina Pardo – Asesorías e Inversiones El Cobre S.A. – San Vicente de Tagua Tagua.

Carolina Jerez -Periodista  – Chile

Boris Marañón –Universidad Nacional Autónoma de México.

César Ramírez – Universidad Autónoma de Chapingo, México

María Tapia – Universidad Nacional de Catamarca – CONICET – Argentina

Gustavo Daniel González, UBA – Argentina

Bárbara Jerez –  Universidad Nacional de Salta- Argentina

Delia del Pilar Otero – Universidad Nacional de Córdoba – Argentina