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La academia donde se forman los futuros toreros en Manizales

La temporada taurina de Manizales número 64 ha avanzado entre tardes lluviosas con toros saltando barreras, cornadas y dos orejas en sus primeros cuatro días. Ni la lluvia ni las corridas difíciles han sido impedimento para que ‘La Monumental’ se llene.

Desde los abuelos hasta los niños han copado cada tendido y la pasión que expresan por la fiesta brava no se extingue. Al contrario, se mantiene entre los más grandes y empieza a nacer para los más pequeños.

A diferencia del anuncio que durante esta semana hizo el Alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, en el que informó que no se realizará la temporada taurina en esa ciudad, en Manizales la tradición sigue vigente. La ciudad tiene una fundación, una organización de jóvenes aficionados y la escuela de toreros más antigua del país.

En este lugar, de manera regular y con buena asistencia, se congregan niños y niñas de todas las edades que sueñan con convertirse en toreros.

La Tauroescuela Cormanizales secunda los sueños de estos pequeños que aspiran enfrentar a las bestias desde hace 40 años y, junto con la escuela del ganadero Jerónimo Pimentel, ubicada en Choachí (Cundinamarca), son las únicas que siguen funcionando en el país.

Desde hace 10 años, Emerson Pineda Giraldo quedó con la responsabilidad de liderarla. Este banderillero, que ha dedicado los últimos 22 años de su vida a la fiesta brava, es el encargado de formar a quienes quieren ser protagonistas en una de las ciudades más taurinas del país.

En 2018 fueron 37 los jóvenes y niños que se formaron en esta escuela. Este año continuarán aprendiendo de lances: Verónica, Chicuelinas, Gaoneras, Tafalleras y los demás pases propios del oficio.

“Al llegar, lo primero que deben aprender es a caminar como un torero, nos caracterizamos por ser diferentes, lo hacemos con elegancia y plasticidad. Torear es un arte y en todo se refleja, por eso somos exigentes a la hora de enseñar el arte de la tauromaquia”, comenta Pineda.

Tras el trabajo con capote sigue la muleta y los lances fundamentales con los que día a día mejoran la técnica. Según Pineda, de 100 jóvenes formados, quizá uno sea torero, pero que aprendan el arte y apliquen la disciplina en su vida futura es lo que realmente le interesa.

“De la escuela ya han salido grandes matadores como Andrés de los Ríos y José Arcila y, aunque la mayoría de quienes están hoy serán profesionales en otros campos, nuestra visión es que se lleven la disciplina y el sacrificio que aprenden acá”, añade.

De quienes se forman en la escuela, muchos tienen habilidades innatas, otros todavía no logran enfrentarse a los becerros o novillos que, según sus condiciones físicas, los entrenadores llevan para ellos. Lo que sí es un común denominador es el temor, pero, aún así, no renuncian.

Miembros la escuela de toreo participan también de los desfiles que se desarrollan durante la 63° Feria de Manizales.

Foto:

John Jairo Bonilla

“Para los talleres prácticos los organizo en orden, cuando salen los becerros, el que va primero está de último, el segundo está escondido en los toriles y un tercero se ha ido de la plaza, pero con el tiempo son ellos quienes no ven la hora de sacar el ganado”, narra el director.

Las edades en la escuela varían, el niño más pequeño tiene cinco años, de ahí en adelante pasan por los 15, hasta el mayor que tiene 22. En este momento hay tres mujeres, jóvenes que le dijeron sí a un arte en el que predominan los hombres.
Una de ellas es Laura Valentina Giraldo, quien con apenas 15 años le apostó a la adrenalina que le causa sentir a los novillos muy cerca.

“Me apasiona ese sentimiento de riesgo y he aprendido que sentir miedo es natural pues, junto con la adrenalina, es lo que nos motiva. El reto está en controlarlo y eso practico desde que llegué para poder perfeccionar mis movimientos”, expresa Giraldo.

Ella lleva un año haciendo parte de la escuela, dejó su antiguo deporte y se dedicó de lleno a esta pasión familiar.

“Amo la tauromaquia desde que tengo uso de razón y en mi familia me han apoyado siempre a hacerlo porque no creemos que esto sea exclusivo de hombres, somos aficionados y es un arte que queremos mantener con vida”, comenta la pequeña.

A futuro, Giraldo se ve como Rocío Moreno, matadora colombiana, o Lea Vicens, la rejoneadora francesa. Espera poder dedicarse a esto, “tener una vida rodeada de toros, si no, estar en las gradas de la plaza cada vez que pueda para poder verlos siempre”.

En esta escuela hay puntos de vista diversos, uno de ellos es el de las madres de los aprendices de torero que nunca faltan a su cita en las graderías para ver a sus hijos. Todas apoyan su afición, pero pocas se creen con la valentía de ver a sus hijos, en unos años, parados frente a un toro de lidia.

“Cuando hizo su debut fue frente a un becerro pequeño y sentía temor por él. Creo que eso nunca cambiará y le comento con frecuencia que no sé si podría verlo arriesgando su vida en unos años, pero lo apoyo y eso es lo que importa”, comenta Sandra Montoya, madre de un estudiante de esta escuela.

Su hijo es David Prieto, tiene 14 años y hace poco pensó dejar el fútbol para dedicarse de lleno al toreo. No lo hizo por petición de su madre, pero su visión de la tauromaquia está lejos de cambiar y por eso acude sin falta a las clases.

Para él y los cientos de jóvenes que han pasado por la Tauroescuela la plaza es un “lugar especial” y el toro, por encima de todo cuestionamiento, representa “respeto, orgullo y valentía”.

Un ‘arte’ que se apaga

Pineda lamenta la situación actual de la tauromaquia, la que, asegura, se debe a una estrategia política que está acabando “con un arte”.

“Nos están cerrando las plazas de toro por miedo a perder los votos de los antitaurinos. Rechazar esta tradición es moda, decir públicamente que se está en contra y hacerla su bandera política es asegurar una cosecha de votos”, asegura.

El banderilleros afirma, además, que los taurinos tienen “el corazón partido” porque les han “castrado los sueños” a todos los que viven para el toro de lidia.

“Creemos que después de la tormenta viene la calma, aunque esta será difícil. En Manizales, con la escuela, buscamos blindar la tradición y sostener arriba las tres plazas que quedan, pues es una actividad legal en Colombia”, apunta.

LAURA USMA 
Para EL TIEMPO
MANIZALES