Inicio Colombia Violines y chelos que se escuchan desde las zonas de frontera

Violines y chelos que se escuchan desde las zonas de frontera

Los jóvenes de la Corporación Tecnocentro Cultural Somos Pacífico se alistan para la clausura de fin de año. Preparan un homenaje a Michael Jackson, temas de salsa-bolero y música del Pacífico.

“Nosotros aportamos los chelos, contrabajos y violines y ellos le imprimen el rap y el hip hop. Es un proyecto muy valioso”, dice María Claudia Parias, presidenta de la Fundación Nacional Batuta, una de las entidades que participa en el Tecnocentro.

En la actualidad Batuta atiende a 140 niños, niñas y jóvenes de esta Corporación, 75 de ellos en los programas de iniciación musical y 65 en el programa de formación musical sinfónico.

“Somos una gran red con presencia en 32 departamentos, atendemos programas de impacto social con distintos enfoques, depende de la visión de la fuente de financiación; tenemos Música para la Reconciliación, la Red Sinfónica, Voces de Esperanza”, señala la presidenta de Batuta, Fundación que acaba de publicar el libro ‘Música en las fronteras’, escrito por Javier Gil, director de Artes Plástica de la Universidad Tadeo Lozano.

Se recorrió el país para hablar con los niños y profesores de música del programa en las fronteras, para medir su impacto en un confín del país como son las zonas fronterizas y ver qué significa la frontera, no como límite, sino como flujo de relaciones.

Música en las fronteras comenzó a implementarse en el 2013, con el apoyo de la Cancillería, y ha llegado hasta 9.000 pequeños.

María Claudia Parias, presidenta de Batuta.

Foto:

Archivo particular

“Es interesante que un Gobierno y un Estado hayan incorporado un componente musical en el desarrollo de una población marginada que viven excluida, que haya considerado que la música es un elemento que aporta a transformación social; lo que se busca es elevar la calidad de vida de una población asentada en los puntos fronterizos del país”, dice la presidenta de Batuta.

En Ipiales, donde 184 niños de origen campesino participan tanto en el proyecto sinfónico como en el de iniciación musical, se formó la ‘Orquesta binacional tricolor’ que ya ha ofrecido conciertos en Bogotá, en Quito, en Ipiales y en Pasto.

En el Amazonas está la Orquesta trinacional; en Norte Santander la integración musical es con los venezolanos, al igual que con en la Guajira y en el Arauca.
“La Unesco apoya estas iniciativas de comunicación cultural entre países, de romper fronteras con el lenguaje universal de la música”, dice Parias.

En Tumaco son 89 niños involucrados en los programas, incluido el de Voces de la Esperanza, proyecto para atender las zonas de extrema violencia; ahí ha resultado interesante el ensamble musical donde los pequeños componen sus propias canciones que hablan de la situación a la que están expuestos.

“Uno de los capítulos del libro aborda el arte y su relación con la convivencia, desde dónde la música produce cambio sociales; otro tema es la potencia unificadora de la música, a diferencia de otras artes, la música está ligada a una idea de participación, se goza con otros; nosotros no habíamos analizado el efecto de Batuta desde esa lógica de Javier Gil, que difiere de los indicadores que habitualmente manejamos para desarrollar el tema del impacto”.

“Javier Gil, con una mirada innovadora, cuenta lo positivo que encontró en las fronteras; se crean comunidades que critican, se promueve un pensamiento crítico, reflexivo e imaginativo cuando las artes se sacan de las escuelas”, agrega Parias.