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El viaje del tuitero que se ha hecho viral y otras diez anécdotas de BlaBlaCar

¿Qué hubiese pasado si Jack Kerouac en lugar de anotar sus idas y venidas en libretas hubiese tenido Twitter? Sin duda, el relato de sus aventuras en carretera sería algo parecido al que protagonizó el tuitero Capitán Torrezno esta semana, que decidió retransmitir minuto a minuto su trayecto desde Santander a Madrid a bordo de una furgoneta hippie llena de personajes estrambóticos.

Su particular novela empezaba con un «Acabo de subirme a un BlaBlaCar que apunta a histórico. Ojo al dato». Esa tarde, Capitán Torrezno compartiría asiento con una señora blanca de mediana edad, un dato a priori innecesario, con su supuesto hijo.

Y en ese coche «a favor de la paridad racial», nuestro joven «Kofi Annan» recogería a un nuevo pasajero, Vladímir. Un señor con apariencia de 40 años que le enseñaría a nuestro narrador la foto de su nieto. Aunque esta no sería la única sorpresa.

Vladímir tampoco era su verdadero nombre.

A medida que pasaban los kilómetros, el tuitero conseguía atar cabos y parentescos. El niño se llamaba Tiló, que en mandinga, el idioma paterno, significa sol. Un crío que como tal, se pasará el viaje durmiendo y comiendo.

El protagonista en realidad es Vladímir, al que decide continuar llamando así. Cubano, con nacionalidad estadounidense, estudió física en Cuba y se fue a Jamaica a estudiar inglés. ¿Y qué hace aquí? La historia se resume con un rápido «hizo chas y apareció a nuestro lado (en España). Fue de turista a Madrid y le comieron lo de abajo y ya se quedó» apunta Torrezno.

El resto del viaje transcurre sin sobresaltos, con reggae como banda sonora y soliloquio del cubano que lleva unos guantes para que el niño no le contagie la gripe (el tuitero no entra en más detalles). Como anécdotas, descata que, según Vladímir, en Cuba hay leche Pascual y los profesores deben presentar anualmente un invento si no quieren que les bajen el sueldo.

Capitán Torrezno besó el suelo al llegar a Plaza Castilla, con cinco euros menos (ayudó a la conductora a pagar la gasolina) y 500 seguidores más que «esperan que sea gracioso todo el rato». BlaBlaCar es una fuente de historias extrañas, así que aprovechamos la ocasión para hablar con varios viajeros y conductores por sus aventuras en carretera.

El viaje del tuitero que se ha hecho viral y otras diez anécdotas de BlaBlaCar

Daniel, 27 Tenía una entrevista de trabajo en Madrid, reservé un coche que no tenía ni foto, ni comentario alguno, porque era el único que me venía bien. Cuando me presenté en la estación de Murcia me encontré con cuatro tíos fumadísimos y un Seat Panda Marbella. Nos comimos una rotonda al llegar a Fuenlabrada.

Carmen, 22 Fingí que tenía síndrome de Tourette, trastorno que te hace gritar palabras groseras o comentarios inapropiados… No sé, me pareció una buena idea. Íbamos dos amigos más y nos pusimos de acuerdo para trolear al cuatro chico (totalmente desconocido) con el que viajábamos. Empecé a simular que le gritaba ‘cerdo’ a mi padre por teléfono (se me puso la cara como un tomate) y alegué que tenía armas porque la gente me agredía por mi mal comportamiento. Después, mi amiga cogió el relevo diciendo que cantaba en una banda, ataviada con taparrabos de cuero, que se llamaba Amadeo de Saboya, cómeme la polla. Así, tal cual. También que le encantaba chupar la sangre de los groupies. Obviamente todo era falso, pero el chico en cuestión no sabía dónde meterse. El tercer amigo, que conducía, hablaba continuamente de que veía fantasmas y de que no estaba loco. Nosotras lo comprendíamos y asentíamos como si los polsters gates fueran nuestro pan de cada día. Fue muy divertido. Luego le dijimos toda la verdad, pero él se vengó haciendo que su padre llamara al conductor (amigo mío y rey de los fantasmas) diciéndole que le habían desmantelado su casa, con dirección incluida. Fue el mejor viaje que he tenido.

«Fingí que tenía síndrome de Tourette, trastorno que te hace gritar palabras groseras o comentarios inapropiados»

Jose, 24 Cogí un BlaBlaCar para ir al NOS Alive de Lisboa. El conductor me había advertido de que tenía que hacer una parada para recoger algo. Paró en un pueblo de Portugal, entró en una casa y salió con una bolsa. Nos pusimos de nuevo en marcha y todo empezó a oler a marihuana. Le dije que no me parecía muy normal, así que me ofreció fumar para aliviar la tensión. Al llegar a Lisboa le dejé bien claro que lo había hecho era ilegal y que no le pensaba pagar. Al día siguiente había eliminado su perfil y a mí, no me había salido del todo mal el viaje.

Carlos, 20 Yo era el conductor. Salimos de Madrid y acababa de haber una manifestación. A mitad del camino, la conversación sobre las calles cortadas desembocó en una discusión política. Y lo que podía haber sido un viaje tranquilo, fue la mayor y peor coincidencia del mundo. En la parte de atrás iban un policía y un manifestante. Tuve que parar el coche en la autovía porque empezaron a darse palos. Y como niños, puse un adelante y otro atrás. Todo el viaje callados. Un drama.

Paula, 28 Estábamos en una casa perdida en Berna, donde nos recogería el conductor a las 6 de la mañana y nos salvaría del ostracismo. El chico resultó ser Argentino y cumplía con el cliché: venía de una competición de tango, eso sí, sin dormir. Esa noche había conocido a «una rubia que se bailaba la vida», justo habían adelantado la hora y claro, la cosa se le complicó. Si su condición de conductor trasnochado no era su mejor carta de presentación, la justificación a su conducción temeraria fue peor. Tenía que llegar rápido a casa de su exmujer, la misma que le había denunciado por intento de secuestro. Sonreímos mucho, no hicimos preguntas y nos dejó en Lausana.

El viaje del tuitero que se ha hecho viral y otras diez anécdotas de BlaBlaCar

Macarena, 31 Mi recorrido era Madrid-Cáceres. A priori, el conductor parecía atento y servicial, pero nada más salir de la capital, la pesadilla empezó. No dejaba hablar a nadie. Nos contó toda su vida sentimental y sexual. Añadiendo nombres y enlaces familiares, nivel telenovela. Era divorciado, con hijos y también «un gran cornudo», en sus propias palabras. Lo peor ya no fue el viaje, esa misma noche también nos lo encontramos en los bares del centro absolutamente solo.

Julia, 27 Fuimos con una chica española de Angers a Tours que fingió todo el trayecto ser francesa. Llegó tarde y nos metió a las tres en el coche de atrás, para dejar su bolso cómodamente en el asiento del copiloto. Estuvo escuchando toda nuestra conversación y nos obligó a dictarle el código, con todas las letras y números en francés. Antes de bajar, quiso dar el golpe de efecto y decirnos una frase en español. Aunque ya lo sospechamos, a mí me sorprendió tanto que al salir metí el pie en un charco.

«Pensaba que el chico era nervioso pero estaba sufriendo un ataque epiléptico»

Antonio, 30. Era mi primer viaje como conductor y había cerrado una plaza con un chico. Cuando lo vi, pensaba que era un poco nervioso; sin embargo, le estaba dando un ataque epiléptico. Tuve que parar en una gasolinera y esperar por la ambulancia.

Ángela, 25 Fui al festival BBK con una pareja de amigos de Murcia que se pasaron discutiendo todo el trayecto porque la chica no quería recoger a uno en Madrid; si lo hacíamos, no llegaríamos al concierto de Chvrches. Al final lo recogimos no llegamos al concierto y fueron el resto del camino enfadados. Él se había inventado en el trabajo que tenía una boda por ese concierto.

Patricia, 31 Mi viaje fue tranquilo, de Albacete a Valencia, pero los dos chicos que también iban nos contaron que la última vez que lo hicieron, pararon al conductor en un control de tráfico y descubrieron que su coche era robado.