No hay quien pueda con Kiko Matamoros. A sus 64 años, el colaborador sigue en plena forma. El pasado martes volvía a ocupar su silla en ‘Sálvame’ tras unas duras semanas superando el COVID-19. El coronavirus solo ha sido el último problema de salud de un hombre que en los últimos años se ha acostumbrado a visitar el hospital más veces de las que le gustaría. Su fortaleza es férrea y amenaza con tener cuerda para rato.
Kiko contó su experiencia con el virus a Paz Padilla, que recientemente también lo sufrió: «Empecé muy mal, con síntomas muy duros en el pecho y leí un artículo sobre lo bien que había funcionado el uso de azitromicina y antihistamínico en una residencia de Yepes y llamé a mi médico a ver si podía tomarlo. Me dijo que sí y, al día y medio, me desaparecieron los síntomas».
Hay que recordar que el pasado verano ingresó de urgencia a consecuencia de un fortísimo dolor abdominal que resulto ser una pancreatitis aguda, que a su vez terminaría en una operación de vesícula, órgano que le ha ocasionado hasta cinco tumores resueltos con más o menos éxito. Este ha sido sin lugar a dudas su problema más grave de salud y así lo aseguraba él en una entrevista con ‘Lecturas’: «Un día me desperté de madrugada en medio de un charco de sangre y me levanté con ganas de orinar y, horrible, todo sangre, con coágulos».
El colaborador estuvo varias semanas postrado en la cama de un hospital. La recuperación fue lenta y costosa ya que en el proceso Kiko Matamoros perdió 14 kilos.
Matamoros también ha tenido algunas infecciones ocasionadas por problemas en los conductos del hígado tras someterse a una laparoscopia, proceso en el que hinchan el abdomen de aire. Este pasado jueves también aparecía con unas gafas de sol con motivo de una úlcera en el ojo. A esto hay que sumarle los conocidas adicciones al tabaco, alcohol y drogas como la cocaína, reconocidas por él mismo. Sin embargo, Kiko tiene guerra para dar y tomar.