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¿Cómo hablar de un Nobel de la Paz cuando en tu país tienes la guerra?

Raúl Castro durante un discurso (Foto: Reuters)

Raúl Castro durante un discurso (Foto: Reuters)

FORT PIERCE, Estados Unidos.- El gobernante de Cuba, Raúl Castro, asistió el pasado lunes 26 de septiembre, en Cartagena de Indias, Colombia, a la firma definitiva del Acuerdo de Paz entre el Gobierno colombiano y las FARC, lo que fue negociado durante un extenso proceso que se extendió desde octubre de 2012 hasta agosto de 2016, en la isla caribeña.

En la cita participaron importantes líderes y mandatarios del mundo, entre los que se destacaron el rey Juan Carlos de España, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, el secretario de Estado de EE.UU., John Kerry, y los presidentes de México, El Salvador, Perú, Chile, Guatemala, Costa Rica, entre otros.

Todo lo que pueda hacerse por el logro definitivo de la paz en cualquier país es algo meritorio, y es lógico que sea reconocido por aquellas instituciones del mundo que se encargan de temas tan sensibles como este. De ahí que en estos días el gobierno colombiano que preside Juan Manuel Santos, y los líderes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la guerrilla de izquierda más antigua del hemisferio occidental y la más temible para el gobierno colombiano, sean el centro de atención no solo para dichas instituciones, sino para numerosos politólogos, psicólogos políticos y antropólogos sociales.

No obstante, mucho cuidado, pues llama sobremanera la atención que el régimen cubano esté involucrado en este proceso, y en primer lugar que sea reconocido por posibles méritos por parte de entidades internacionales, algo que resulta paradójico si se tiene en cuenta la difícil situación económica de la isla y el complicado contexto político actual.

Por estos días son también motivo de felicitaciones y gratitudes aquellos que de manera indirecta tuvieron que ver con el complejo proceso que ha traído el cese al fuego en el país suramericano, en cuya condición, además de los representantes de Noruega, se encuentra Raúl Castro, por su rol como garante y por ser Cuba el país anfitrión para los extensos debates.

En entrevista con “Radio Isla 1320” y acabado de publicar en el diario de Puerto Rico, “Primera Hora”, el abogado y presidente del Senado de Puerto Rico, Eduardo Bhatia Gautier ha declarado que Raúl Castro debe ser reconocido con un Premio Nobel de la Paz, agregando que sería un fuerte candidato.

Esto sería un hecho lamentable y bochornoso no solo para la región, sino para la historia contemporánea. No es posible que se haga una propuesta de esta naturaleza cuando el país que dirige el dictador Raúl Castro permanece en un estado de total deterioro no solo desde el punto de vista económico, sino ético, moral y espiritual.

Téngase en consideración la infinidad de cubanos que son encarcelados cada día por el solo hecho de expresar pacíficamente su inconformidad con el régimen dictatorial de los Castro. Según las últimas declaraciones del Observatorio Cubano de Derechos Humanos, desde que comenzó el año 2016 han ocurrido más de 7 000 detenciones arbitrarias. Solo en el mes de julio del año en curso dicha institución denunció 623 detenciones, de las cuales 487 fueron mujeres y 136 a hombres. De estas, 69 personas fueron golpeadas brutalmente, siendo en su mayoría mujeres activistas de derechos humanos, y esto ocurre en el país donde tuvo lugar la negociación de la paz colombiana.

La dictadura comunista cubana impide la utilización de Internet de manera libre. El acceso a la información, derecho de todo hombre, es limitado y parcializado. Las comunicaciones son vigiladas, las cuentas de correos electrónicos y otros modos de acceder a redes sociales —que solo una minoría puede hacerlo— son revisadas, lo que constituye una violación del artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, algo que debe saber el parlamentario puertorriqueño que pretende proponer al dictador para tan prestigiosa distinción.

Raúl Castro pretende ofrecer al mundo una imagen de hombre de bien que se involucra en la solución de conflictos ajenos, mientras olvida que en su país hay un pueblo que permanece aislado no por efectos del fantasmal “bloqueo americano” al que se acude reiteradamente para justificar todos los males de la isla, sino porque el régimen así lo ha dispuesto, un mal que se extiende por un tiempo mayor que el que duró el conflicto colombiano en el que el mandatario ha intervenido activamente.

Pero si estos ejemplos no resultaran convincentes, hemos de comentarle a Eduardo Bhatia Gautier y a todos los se solidaricen con el líder caribeño, que los niños cubanos —independientemente de esa tasa de mortalidad infantil de 4,3 por cada mil nacidos vivos, que con tano orgullo muestran al mundo— en etapas de plenitud de su crecimiento y desarrollo, y los ancianos en momentos del lógico declinar de una serie de procesos y funciones, no tienen posibilidad de una alimentación con los mínimos requerimientos. No hay en los mercados de la Cuba de los Castro disponibilidad de leche y sus derivados, cereales, proteínas y vitaminas a los que puedan acceder a precios adecuados y en la moneda que se supone se oferten productos de primera necesidad.

Sin embargo se invierten cifras millonarias para sostener a miles de agentes encubiertos, los que se encargan de velar por el cumplimiento de las disposiciones que a modo de intocables leyes conforman el panorama coercitivo de la isla. Cada centro de trabajo, instituciones estudiantiles, barrios, agrupaciones fraternales y religiosas, mercados, son vigilados desde el silencio por los agentes del Ministerio del Interior y Seguridad del Estado.

Si aun así no se logran sensibilizar con la dramática crisis cubana, y pudiera prevalecer el absurdo de que un dictador merezca una distinción de esa magnitud, les invitamos a que consulten las numerosas fuentes confiables acerca de la cantidad de cubanos que han perdido sus vidas intentando huir de la peor dictadura del continente, de aquellos que se encuentran en una peligrosa travesía por territorios de Centroamérica, y de los cientos de hombres fusilados en los años iniciales del régimen dictatorial, cuyas operaciones eran dirigidas por Raúl Castro en compañía del guerrillero argentino Ernesto Guevara.

Esperemos que la imagen que por estos días se difunde de Raúl Castro no pase de ser solo esa instantánea del puesto en primera fila junto a las partes firmantes del importante acuerdo, y que la descabellada idea del parlamentario de Puerto Rico quede disipada y olvidada para siempre. La humanidad lo agradecerá eternamente.