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Cuba: los trabajadores de la Salud y el mito de la “potencia médica”

LA HABANA, Cuba. — Cada 3 de diciembre, en honor al médico cubano Carlos Juan Finlay Barrés, se celebra en la Isla el Día del Trabajador de la Salud y de la Medicina Latinoamericana.

El sistema sanitario cubano, que antes de 1959 era muy eficiente, tras la llegada de Fidel Castro al poder se convirtió en una herramienta de propaganda política, que mantuvo un adecuado estándar de calidad gracias a los subsidios soviéticos primero, luego a la exportación de servicios médicos y al petróleo venezolano que llegaba en abundancia gracias al contubernio castrochavista.

La pandemia de COVID-19 demostró que la “potencia médica” era uno más de tantos globos inflados, una mentira terrible que costó miles de vidas cubanas, mientras el régimen seguía promoviendo el alquiler de galenos a países del primer mundo y el turismo de salud en la Isla, con vacunas incluidas.

La verdad sobre el sistema cubano de salud ha salido a la luz, mostrando su corrupción y atraso tecnológico; el nivel decreciente de los graduados de las escuelas de Medicina, Enfermería y Tecnología de la Salud; la incompetencia de eso que llaman “servicios gratuitos”; el mal estado de las instalaciones hospitalarias y la alarmante frecuencia con que mueren pacientes por causa de negligencias médicas, escasez de insumos y falta de ambulancias.

Lo único digno de reconocimiento este 3 de diciembre es la inmensa humanidad de los médicos que han decidido encarar la crisis definitiva del sistema cubano desde sus puestos de trabajo, sin renunciar a brindar a sus pacientes el mejor servicio que pueden proveer quienes carecen absolutamente de todo, desde soluciones salinas y antipiréticos, hasta hilo de sutura y esparadrapo.

En este día que debería ser motivo de orgullo para quienes ejercen una de las profesiones que hicieron posible el desarrollo de la civilización humana, muchos trabajadores de la salud piden la baja para emigrar o buscar empleos mejor remunerados en el sector privado.

Hoy la medicina cubana es, sobre todo, un negocio que permite al castrismo mantenerse en el poder. Es la prueba de que el socialismo se ha dedicado a vender una imagen falsa de bienestar ciudadano y acceso a servicios sanitarios de calidad, mientras esclaviza a sus profesionales, los extorsiona y les impone crueles castigos por negarse a aceptar las condiciones de sumisión estipuladas en el contrato de cada “misión internacionalista”.

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