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Cuba y una economía como el bisonte de Lascaux

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Cartel a la entrada de un pequeño mercadillo apenas abastecido en La Habana (foto del autor)

LA HABANA, Cuba. – “Nuevo Sistema de Gestión Económica”, así reza el letrero de un agromercado de La Habana. Antes de que algún trabajador se entretuviera en dibujarlo, existieron otros carteles que intentaban definir lo que siempre ha sido un establecimiento digamos que “experimental” puesto que pocas denominaciones del mismo “mercado de productos agrícolas” han llegado para convertirse en concluyentes quizás para estar a tono con ese “provisionalismo”, derivado de la improvisación, que ha caracterizado a la economía cubana durante más de medio siglo.

Recordemos cuántas etiquetas y envases “provisionales” han terminado convertidos en las verdaderas marcas de un producto, así como cuántos decretos se han redactado de “modo provisional” para intentar poner algo de aparente orden en el caos.

Ha sido tanta la provisionalidad que nos rodea que quizás algunos, ya acostumbrados a ella, entiendan el concepto de “a granel”, por ejemplo, como una “marca registrada” de azúcar, arroz, sal, ron o de refrescos, en tanto lo que fuera una solución temporal terminó en normativa, y no precisamente por cuestiones de “ecología”.

Pero, retornando al cartel, el “Nuevo Sistema de Gestión Económica” continúa siendo el mismo demonio pero con una colita adicional.

Le cambiaron el nombre al lugar, pero las personas siguen sin notar un cambio en lo que debiera ser novedad, entendiendo que esta, en lo relativo a los negocios, supondría un salto cualitativo y no un empeoramiento de la situación. Lo que fuera un  mercado a medias abastecido, hoy no es más que un “punto de venta” donde “a veces sacan algo”, según lo define la misma gente habituada a pasar por allí “por si acaso”, es decir, a probar suerte.

Por ningún lado se avista una mínima señal de que en ese predio de lo “estatal”, transformado solo nominalmente en “otra cosa” ‒que para nada tiene que ver con lo que pudiera definirse como verdadera “iniciativa privada”, pero este es otro tema mucho más enredado‒, los resultados sean superiores en cuanto a beneficios para una “clientela” que, en nuestro contexto de crisis profunda, tampoco pudiera ser vista como tal, ya que no existe un mínimo margen para la elección entre esto o aquello.

En realidad nadie, ni siquiera quienes inventaron el “concepto”, sabe lo que significa “Nuevo Sistema de Gestión Económica”, un nombre demasiado complicado para un “chinchalito” tan pobre que en cualquier lugar del universo ni pagaría impuestos por ser considerado una estrategia personal de subsistencia, es decir, nada que suponga la acumulación de capital sino simplemente un modo “de tirar para adelante”.

Sin embargo, los nombres complicados, vacíos o inextricables proliferan por doquier, como ha pasado a lo largo de la “construcción del socialismo” donde nuestros “arquitectos” han dedicado más tiempo a “definir y complejizar el objeto” que ha intentar concretarlo, en una treta de ilusionista donde pretenden en vano emular a los dioses antiguos: lo nombro, entonces existe.

“Cooperativa de Créditos y Servicios”, “Mercado Industrial Artesanal”, “Cooperativa no agropecuaria (más un extenso apellido)” y otros nombres que solo sirven para, además de afear los carteles de la entrada y hacerles el trabajo más difícil a los diseñadores gráficos, proyectar una imagen de “endemismo económico” que si a los de adentro deja perplejos, a los de afuera los conduce a juicios poco objetivos sobre lo que está pasando realmente en la isla.

Las denominaciones pueden parecer raras pero al menos cumplirían con la estrategia infalible de confundir cuando es imposible convencer.

Una “Cooperativa No Agropecuaria Lavandería y Confecciones”, por citar un ejemplo al azar, aunque es simplemente la lavandería de toda la vida, donde pudieran zurcir un calcetín viejo, bajo semejante denominación sugiere una gran empresa, y eso pudiera decir mucho del sistema económico que la alberga y, por extensión, de todo cuanto quiera agregar la imaginación o mejor dicho, la ingenuidad.

Ha sucedido con los textos de la propaganda ideológica del Partido Comunista en los que el simple hecho de dibujar en la pancarta aquello que se pretendía, debía garantizar su existencia. Y si alguien quisiera comprobar que “seguimos en las mismas”, le bastará con revisar el historial cartelístico referido a los congresos del Partido Comunista celebrados en Cuba desde el año 1975 a la actualidad, donde los llamados a la eficiencia económica han sido una constante, como invariables han sido los fracasos en tal sentido.

Aunque pudiera parecer que, de tanto apelar el gobierno cubano a la estrategia del “nominalismo efectista”, ya muy pocos caen en la trampa, es sorprendente cómo se escuchan tanto en las calles como en los foros en internet las opiniones de personas que, al ver “nuevos cartelitos” se muestran seguros de que las cosas “parece que cambiarán”.

Aun cuando la cafetería del barrio, la misma que han visto abrir solo para justificar el salario del dependiente así como cerrar incontables veces por falta de productos, electricidad, agua o reunión del sindicato, ahora se haya transformado “nominalmente” en una “maltera” donde nunca nadie logra ver una malta que no sea dibujada en la pared pero no importa, la malta está ahí, como aquel bisonte en la cueva de Lascaux.