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¿Drogas en Cuba? Noticia vieja

LA HABANA, Cuba. – Desempolvan En silencio ha tenido que ser para que las nuevas generaciones se diviertan con la versión cubana del agente 007, así como se han divertido por estos días “de Girón” viendo a los locutores del Noticiero disfrazados de milicianos y a Humberto López queriendo convertir en noticia fresca esa droga que desde hace años se trafica y consume no solo en Arroyo Naranjo y los demás municipios señalados como epicentros del mal, sino en todos los barrios de Cuba, sin excepción. 

Una droga que aparece y desaparece de la calle (y de las discotecas y bares a donde acuden los hijitos de papá) según lo requiera el “momento político”, sobre todo coincidiendo con cumbres y eventos internacionales cuando se necesita proyectar al visitante la imagen de unas calles tranquilas, lo cual ha llevado a más de uno a sospechar de que el problema va mucho más allá de las cuarterías de Centro Habana y los callejones de Mantilla, La Güinera y el Reparto Eléctrico, lugares estos últimos donde ya se han vuelto cotidianas las peleas entre pandillas, la prostitución infantil y hasta los hallazgos de algún que otro chico muerto o gravemente golpeado tras un ajuste de cuentas.

Y como ya el asunto va tomando esa dimensión que lo hace inocultable, no disimulable, precisamente porque está en boca de todos y en apariencias fuera de control, entonces es que se lo intenta pasar como “noticia fresca”; y es ahí que se revelan tan ridículos y poco creíbles como los locutores-milicianos del Noticiero, en tanto ambos están demasiado sobreactuados y desfasados en el tiempo: la droga en Cuba es noticia vieja y cualquier señor jubilado en la cola del pan nos puede ofrecer más detalles del asunto que un vocero del Sistema Informativo (o simplemente del “sistema”, a secas).

Con la droga ocurre como con las demás mercancías en el mercado informal. Cada quien consume y trafica la que puede, la que esté al alcance de la “calidad” de sus consumidores y de sus bolsillos pero, sobre todo, de la permisibilidad, del acceso fácil o difícil al “producto”, de ser inmunes o no a la ley. 

Así, no es lo mismo “el químico” que adquieren con sus “habilidades” y hasta con sus cuerpos los chicos y chicas cuyos padres dependen para comer de lo que llegó a la bodega, que la mariguana y el polvo de buena calidad que consumen esos otros nenes en la zona VIP de cierto bar en Miramar, y de otro en Nuevo Vedado y hasta en el bar-restaurante Rápido y Rico de Jagüey Grande, la mipyme que hace unos días fue allanada por la Policía. Un operativo policial que a muchos pareció más bien una de tantas batallas dentro de una guerrita de rivales que ha tenido su epicentro en la droga y que habría comenzado hace meses con el incendio intencional del parador Pío Cua, en la carretera hacia Playa Girón.

Pero sucede que a Jagüey Grande, demasiado lejos y demasiado caro para gente que anda a pie, en bicicleta o almendrón (y demasiado cercano a una zona de “recalos” difícil de patrullar), no llegaban a “consumir” como “habituales” esos “distribuidores” de Arroyo Naranjo ni de cualquier otra zona marginalizada de La Habana. Hasta allá se desplazaba (y continúa desplazándose) la nueva clase social “alta”, en su mayoría nacida de esa vieja élite militar que, hoy aburrida de los uniformes, ordena disfrazarse de milicianos a unos locutores para entonces poder vestir tranquilamente el traje de “nuevos actores” de la economía. Y esas “mutaciones” han ocurrido “en silencio”, aunque en medio de más de un suceso escandaloso donde el más grande de todos, y relacionado con el tráfico de drogas en la región, fue aquel que condujo a la llamada Causa no. 1, de 1989

Escándalos como aquel y como este de Jagüey Grande, que no se mencionaron en la TV, en relación con las drogas, aunque es lo que usualmente llamaríamos un “secreto a voces”, así como que en esa zona intermedia entre La Habana y la costa sur pantanosa de Cuba, sus moradores, que en otros tiempos vivieron de la zafra azucarera y del cultivo extensivo de los cítricos (actualmente extinguidos), y hasta del “simbolismo” de Playa Girón, hoy han aprendido a sobrevivir con el comercio clandestino de otras “especies”, encadenándose a la economía subterránea de una ciénaga donde un solo “recalo” rinde más que toda la carne de cocodrilo vendida en un año.       

ARTÍCULO DE OPINIÓN
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