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Hospital COVID-19 en Las Tunas: de la urgencia a la imprevisión

LAS TUNAS, Cuba. – El hospital intermunicipal Guillermo Domínguez de Puerto Padre comenzó a prestar servicios como “Hospital Covid-19” para todos los municipios de la provincia Las Tunas a partir del pasado lunes. La doctora Yaumara Infante Ricardo, directora municipal de Salud Pública, informó a través de medios oficiales este miércoles que en las últimas 24 horas en esa instalación permanecían ingresados 51 pacientes, 33 de ellos positivos al coronavirus. A la vez, se emitían 18 altas médicas y se registraba un fallecido, aunque no por COVID-19, sino por un “shock séptico”, dijo la funcionaria.

Aunque se cumple ahora, la decisión gubernamental de ingresar a todos los contagiados con el coronavirus SARS-CoV-2 de la provincia Las Tunas en el hospital Guillermo Domínguez de Puerto Padre fue tomada a inicios de abril de 2020, cuando levantó entre puertopadrenses presentes y ausentes, muchos de ellos residentes en distantes lugares del mundo, “una ola de insatisfacción”, reportó en aquella ocasión la otrora Radio Puerto Padre, rebautizada Radio Libertad tras su expropiación.

Cuando el año pasado las autoridades provinciales de Las Tunas decidieron transformar el hospital municipal Guillermo Domínguez de Puerto Padre en un “hospital COVID-19”, eso conllevó a cesar todos los servicios médicos de esa instalación, que además del municipio Puerto Padre, también atiende a pacientes residentes en los municipios Manatí y Jesús Menéndez, en la costa norte de Las Tunas, así como a vecinos cercanos que habitan zonas rurales o poblados pertenecientes a la provincia Holguín.

Y del mismo modo que sucedió en abril de 2020, también ahora los servicios clínicos, de cirugía, ortopedia, de urgencias, todos los servicios especializados del hospital Guillermo Domínguez, exceptuando los psiquiátricos y de hemodiálisis, fueron dislocados hacia improvisadas consultas en la misma ciudad de Puerto Padre, o fuera de ella, hacia la ciudad de Las Tunas, haciendo más difícil de lo que ya eran los servicios médicos para la población. Y basta citar este ejemplo: el policlínico de la ciudad de Puerto Padre ahora es el servicio de urgencias del hospital Guillermo Domínguez.

Pero la conveniencia o inconveniencia de utilizar el hospital de Puerto Padre como “hospital COVID-19” para la provincia de Las Tunas no podemos verla en modo alguno como un simple acomodo de vecinos, sino en previsión del potencial foco de propagación de epidemia debido a las llamadas “lagunas de oxidación”, que son el receptáculo de las aguas residuales del hospital, y que pudieran llegar a desbordarse producto de una carga para la cual no fueron diseñadas.

Estos depósitos podrían desbordarse incluso por los vertimientos de las aguas de lluvia, porque, lloviendo como ya ocurre aquí, cuando esa suerte de embalses llamados “lagunas de oxidación” comiencen a verter, esas aguas pluviales mezcladas con residuales, por necesidad portadoras de material genético del virus SARS-CoV-2, verterán en la bahía de Puerto Padre contaminando todo el ecosistema.

En España, investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad de Valencia, desarrollaron el año pasado un sistema de análisis molecular que puede alertar sobre la presencia del nuevo coronavirus SARS-CoV-2, causante de la COVID-19, en las aguas residuales de una comunidad concreta. Una investigadora dijo a medios de prensa que, empleando técnicas moleculares, detectaron concentraciones de “aproximadamente 100 mil copias de material genético del nuevo coronavirus por litro de agua residual”. Esos niveles son comparables a los que investigadores estadounidenses obtuvieron también desde el pasado año.

El 15 de abril del año pasado, el sitio web Infomed, del Ministerio de Salud Pública de Cuba (MINSAP), recogió el informe del CSIC y la Universidad de Valencia, que en uno de sus párrafos expresa: “Los análisis han demostrado que los tratamientos de desinfección en las depuradoras son eficaces en la eliminación de la presencia del virus.” Luego… las autoridades sanitarias y gubernamentales de Cuba, desde hace más de un año, conocen perfectamente que las aguas de cloacas, esas que cotidianamente vemos correr por las calles de las ciudades cubanas, contaminando personas, animales, vehículos y toda suerte de objetos, constituyen uno de los tantos transportes del coronavirus, que contagia a más de 1 000 cubanos por día, dejando al menos una decena de muertes por jornada.

La literatura especializada ha publicado profusamente que las aguas residuales de los hospitales de cualquier lugar del mundo pueden contener trazas de todo tipo de sustancias, desde virus y bacterias multirresistentes, hasta medios de contraste y productos farmacológicos para el tratamiento del cáncer. La presencia de bacterias resistentes a antibióticos en las aguas residuales es, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una amenaza mundial en crecimiento que provoca ya unas 25 000 muertes al año sólo en Europa. Y la presencia del virus de la COVID-19 en las aguas de cloacas no es una excepción.

Al respecto, y en previsión de posibles contagios, un medio dijo a una mujer residente en el reparto La Loma, municipio Las Tunas: “Traten de usar un solo par de zapatos cuando salgan a la calle y no lo usen dentro de la casa”.

El 30 de abril de 2020, en el artículo Cuba: censura, aguas de cloacas y coronavirus, publicado en este mismo sitio a propósito de la decisión gubernamental de transformar un hospital con mal manejo de sus aguas residuales en lo que ahora llaman “hospital COVID-19”, expresamos:

“Cuando esos albañales desprotegidos comiencen a inundarse con las deyecciones de los contagiados de la COVID-19 recluidos en el hospital Guillermo Domínguez y cada litro de agua residual lleve unas 100 mil copias de material genético del mortal coronavirus, ¿qué sucederá si una cabra, un caballo, un hombre o un niño, entra en contacto con el virus SARS-CoV-2 en las llamadas `lagunas de oxidación´ y lo transporta al muy concentrado poblado de La Aguada del Negro?”

Pero, aun protegiendo su área de situación, una laguna de oxidación, tan pronto como comienza a verter, es un peligro, y, en este caso, verterá a la bahía y su ecosistema. Y La Aguada del Negro es un barrio situado ahí, a los pies mismos de Puerto Padre, justo en medio del Hospital Guillermo Domínguez y sus llamadas “lagunas de oxidación”.

Entiéndase que esa transportación virulenta puede ocurrir y no sólo dañar al municipio Puerto Padre, sino también, por transmisión de la pandemia, cualquier lugar de Cuba. En consecuencia, recuérdese quienes ordenan poner elevadísimas multas a los cubanos hasta por no usar una mascarilla a las puertas de sus casas, que, aunque nunca hayamos visto a “Humbertico” (López) mostrar jefes acusados en el Noticiero de Televisión -pese a las muchas transgresiones gubernativas generadoras de miles de contagios-, y aunque los medios oficiales lo oculten, la falta de previsión gubernamental por omisión criminal también constituye delito de propagación de epidemias.

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