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La UNEAC y el rebaño

Nueva directiva de la UNEAC, de izquierda a derecha Luis Morlote, Marta Bonet, Pedro de la Hoz, Corina Mestre y Magda Resik. Foto Twitter

LA HABANA, Cuba.- La vida fuera del redil seguirá siendo una elección demasiado tormentosa. Por tanto, el rebaño, allí atrapado, continuará siendo numeroso, aparentemente feliz y acucioso ante el llamado de cualquier finquero con disfraz de funcionario estatal.

Y es que el recién finalizado 9no Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) ha sido una especie de recordatorio de la continuidad de ese entorno, donde la doble moral campea por sus respetos y el miedo a expresarse con libertad no tiene fecha de vencimiento.

Los escritores y artistas que permanecen en las nóminas de las instituciones tuteladas por el partido único están condenados al aborregamiento por tiempo indefinido.

Con su habitual silencio y el reciclaje de las genuflexiones han revalido su papel de cómplices de un sistema que cercena las posibilidades de espacios independientes.

Una vez más, la unanimidad en torno al discurso del poder fue el punto final de un evento de triste recordación.

Es lamentable que los nudos que atan la cultura nacional a la ideología hegemónica hayan sido reforzados, entre aplausos, vítores y la evocación a las Palabras a los Intelectuales, el discurso que largó Fidel Castro en la clausura del evento celebrado los días 16, 23 y 30 de junio de 1961, mediante el cual codificó la censura.

Allí nació la lapidaria frase: “Con la Revolución todo, fuera de la Revolución ningún derecho”. La vigencia del apotegma fidelista le agrega nuevas capas de sombras a las esperanzas de que se acabe el pernicioso control del Estado sobre las entidades académicas, artísticas y literarias del país.

La UNEAC no puede reinventarse. Es una extensión del poder central, un baluarte indispensable en la supervivencia del modelo, inspirado en la gesta bolchevique de 1917.

Un nuevo rostro en la máxima jefatura del organismo que cuenta con alrededor de 9000 miembros en toda la Isla, es parte de un trámite de rutina. Así que, la continuidad de las mismas políticas que han provocado el éxodo de cientos de profesionales, el otorgamiento de privilegios a cambio de lealtades y la marginación de los más incomodos está garantizada.

Habrá espacios de tolerancia, como de costumbre, negociados y supervisados por burócratas con alma de policías, prestos a aplicar la mordaza, con sigilo o a abiertamente, a modo de escarmiento, para que no se repitan las “traiciones”.

Frente a un clima marcado por las tensiones que operan en un ambiente de escasez material, chivatería a tutiplén e impunidad de la policía política, es obvio que continúen proliferando los acomodamientos de rigor.

Nada que implique riesgos de caer en desgracia y pasar a la lista de los apestados, tras cuestionar el desempeño de algún alto funcionario o sacar a la luz un libro, un guión cinematográfico o una obra teatral que cuestionen puntos álgidos de la realidad nacional.

La libertad creativa y en sentido general, de expresión, son como terrenos minados que muy pocos se atreven a pisar.

Algunos han aprendido a andar sobre estas superficies sin recibir lesión alguna.

Han aprendido de memoria las rutas que garantizan un recorrido con cierto margen de seguridad.

No obstante, el grueso de los literatos y artistas se resigna a la obediencia absoluta en los claustros del socialismo.

Temen probar suerte más allá de las fortificadas vallas. El congreso de la UNEAC volvió a poner en perspectiva una cooperación obligada por las circunstancias, pero no por eso menos repudiable.

El rebaño pensante crece, mientras el país se hunde. ¡Qué pena!