Inicio Cuba “Maleconazo”: una novela premonitoria y de actualidad

“Maleconazo”: una novela premonitoria y de actualidad

LA HABANA, Cuba. – Como una premonición del estallido social que sacude a Cuba desde el pasado 11 de julio, la novela Maleconazo, escrita por Julio Antonio Aleaga Pesant, es una obra que aborda, revela y visualiza esa zona oscura de la revolución cubana donde la intriga, el miedo, la manipulación y el crimen devienen categorías éticas dentro del poder en su guerra política contra cualquier espacio, hecho u opinión que ponga en riesgo su control absoluto sobre la sociedad.

El surgimiento, desarrollo y alcance de sucesos que conmocionaron a Cuba y pusieron en la picota pública nacional y extranjera el intolerante, avieso y criminal accionar de sus autoridades al encarcelar a los líderes de Concilio Cubano, hundir el Remolcador 13 de marzo y derribar las avionetas de Hermanos al Rescate (todo eso entre octubre de 1991 y diciembre de 1996) constituyen el eje temático y espacio temporal de una historia real que, pese a sus ficciones, sobrecoge y sorprende por la intensidad dramática de los hechos narrados.

Aunque se trata de una novela de tesis, no piensen los lectores encontrar en esta obra narrativa un panfleto aburrido y conceptual en torno a la necesidad de cambios del sistema político, sino un acercamiento a los derrumbes de mitos y realidades de una “sociedad perfecta”, en alusión a esta Cuba  convertida en remedo del utópico paraíso como pesadilla, tema de monumentales obras como Un mundo feliz, de Aldous Huxley, o 1984, de George Orwell.

Escrita en una prosa clara y trepidante, la novela delinea, a lo largo de diversas historias personales y colectivas –narradas desde diferentes ángulos y opiniones–, un entramado socio cultural donde los  anhelos y frustraciones actúan como detonantes de una revuelta popular provocada por el exceso de prohibiciones y las enconadas carencias que acechan en todas partes y rompen a cada paso las ilusiones de salir adelante del cubano común.

Con una muestra  de oficio y pulso narrativo en la que fluyen valores formales como estilo, diseño de  caracteres, construcción y vivacidad anecdótica, la cómplice duplicidad del autor “al ser, simultáneamente, el narrador y lo narrado, quien escribe o inventa y el sujeto de su propia invención”, sirve para engarzar todos los espacios en el trayecto discursivo-temático de la novela, a través de la piel de su personaje principal.

Gracias a esta fusión omnisciente autor-personaje al urdir la trama, ubicar los hechos y compartir escenarios ficticios o reales para cada ocasión, no resulta fortuita la convergencia del hombre del pulóver verde con los demás protagonistas de la historia –ya sea como participante o espectador–, lo mismo entre la multitud enardecida que porta en andas por las calles de Regla los féretros con dos jóvenes asesinados al intentar huir del país, que bajo un bombardeo en Cuito, o en un  calabozo de la Seguridad del Estado en la capital cubana.

El hombre del pulóver verde, un héroe sin otra cualidad que la de ponerse del lado de las causas justas y participar en ellas como uno más –al estilo del personaje de Antonio Tabucchi en su novela Sostiene Pereira–, alcanza un convincente nivel de verosimilitud al estar diseñado con las particularidades más elementales de un cubano de bien, donde la jovialidad, el arrojo, la solidaridad, el amor en toda su extensión y la lucha por las causas perdidas resaltan sin importar azarosos momentos.

Y es ahí, en el comportamiento de los protagonistas de una Habana que parece dormida, pese a las pesadillas éticas y existenciales que recorren el texto en toda su dimensión, donde la obra cobra un elevado nivel de actualidad, dejando atrás esos falsos estereotipos que ponen en duda la vocación de ser libres del cubano de a pie, como en esos personajes que habitan en relatos del libro Catálogo de mascotas, de Ana Lidia Vega Serova, o novelas al estilo de El Rey de La Habana, de Pedro Juan Gutiérrez, entre otras muchas de corte similar.

La Habana que revisita la novela y ubica en un contexto abocado a la confrontación no es sólo el telón de fondo de una ciudad sitiada por la intolerancia, sino también ese raigal espacio donde la toma de posiciones se convierte en la principal protagonista, cuando un personaje femenino dice: “Amor, yo te apoyo. ¡Y si los hijos de putas estos quieren censurar el concierto, que lo hagan! Pero tú no renuncies. ¡Por renunciar hemos perdido un país!”.

Y es esa toma de decisiones, manifestada por diversas razones desde lo individual a lo colectivo por personajes de todos los estratos sociales, donde la novela alcanza su esencia definitiva, pues cuanto se dice y hace en diálogos y acciones del discurso narrativo no tiene causa mayor que defender, para bien: la vida, los derechos, el amor, una amistad; o, para mal: la censura, un partido y la manipulación, como acordes de la banda sonora del poder.

Mientras la Dama duerme, como precisa toda ficción literaria, dejará en sus lectores esa sensación de que por más firme que parezca el suelo donde pisan, y por más  segura que luzca la ciudad donde habitan, hay demonios ocultos por todas partes que pueden, en cualquier momento, provocar cataclismos que, sin tomar partido, arruinen su tranquilidad. Las desapariciones y los juicios sumarios contra los detenidos el 11J son una confirmación.

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