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Rita Montaner, eterna a 60 años de su muerte Cubanet

Rita Montaner (alchetron.com)

GUANTÁNAMO.- Hay artistas que alcanzan trascendencia por su calidad, entrega y carisma. Aunque transcurran muchos años después de su muerte y nuevas generaciones la desconozcan, jamás podrá obviarse su trascendencia para la cultura nacional. Ese es el caso de Rita Montaner, “La única”, fallecida el 17 de abril de 1958.

Quienes la conocieron la recuerdan como una mujer de mediana estatura, vivaracha, dueña de un carácter muy fuerte. En algunas fotos y filmes aparece con una sonrisa amplia que me parece contrastaba con cierta languidez de su mirada.

Nacida el 20 de agosto de 1900 en Guanabacoa, su nombre real fue Rita Aurelia Fulceda Montaner y Facenda. Fruto de una unión donde confluyó la cultura europea con la africana y la criolla, Rita fue una genuina expresión de la cubanía, una artista inolvidable e irrepetible, sobre todo cuando interpretaba las obras de grandes compositores cubanos cuya fama ella realzó en sus presentaciones por escenarios de América y Europa.

Artista de relieve internacional, sus estudios musicales comenzaron por el piano en el Conservatorio Peyrellade, donde se graduó con sólo trece años, obteniendo la más alta distinción. En 1917 recibió el título de graduada en piano, canto y armonía y era tal su destreza con el instrumento que muchos le auguraron un brillante futuro como concertista, pero ella optó por dedicarse al canto y la actuación, convirtiéndose en una de las más grandes artistas cubanas del teatro, la televisión, el cine y la radio. Muchos estudiosos la consideran la primera gran voz femenina cubana en ese medio.

Su relación con Ignacio Villa, el también inolvidable Bola de Nieve, oriundo como ella de Guanabacoa, fue entrañable, aunque no exenta de desencuentros debido a su enérgico carácter.

Compositores cubanos  de la relevancia de Gonzalo Roig, Ernesto Lecuona, Moisés Simons y Eliseo Grenet, todos grandes renovadores de la música cubana en el siglo XX, llegaron a componer obras pensando en Rita como la intérprete ideal. Ella reciprocó esa deferencia interpretando como nadie Cecilia Valdés, El manisero, ¡Ay mamá Inés! y otras obras como El Cafetal y Ogguere, por lo que siempre fue muy aplaudida en Cuba y otros escenarios internacionales. Durante su estancia en México en las décadas de los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo filmó varias películas en las que interpretó el papel de la mulata rumbera, lo que le granjeó gran popularidad.

A pesar de sus brillantes interpretaciones de obras dirigidas al gran público, sus estudiosos afirman que su mayor éxito estuvo como intérprete del arte lírico, siendo muy recordadas sus interpretaciones en la zarzuela Niña Rita, La Medium y El Teléfono.

Compartió escenarios con Josephine Baker en París, cuando viajó a la Ciudad Luz en 1928 para presentarse en el teatro Olimpia. Posteriormente fue contratada para sustituir a la actriz Raquel Meller en el Palace.

El mérito de Rita Montaner resulta extraordinario si tenemos en cuenta que fue coetánea de grandes figuras del teatro, la radio y la televisión, medios en los que descollaban  artistas como María de los Ángeles Santana y Esther Borja, por sólo mencionar a otras dos grandes artistas cubanas. Su vida transcurrió en la época de extensión y triunfo del son, que tantos músicos extraordinarios aportó a la cultura nacional.

Desgraciadamente no existe en los programas del Ministerio de Educación una asignatura dedicada a la enseñanza de la cultura nacional para que los estudiantes puedan conocer en toda su magnitud a los músicos, artistas de la plástica, cineastas, escritores y poetas que tan alto han colocado el nombre de Cuba en el mundo. Lo mismo ocurre con la enseñanza de la historia patria, sumida en el maniqueísmo y una tendencia marcadamente ideológica que resalta con una reiteración adocenada a determinados próceres y sume en el olvido total a otros.

El caso de Rita Montaner, a quien el pueblo calificó como “La Única” por su original manera de asumir su entrega artística, desgraciadamente no escapa a los peligros que provoca esa ausencia en los programas del MINED.

Es cierto que el paso del tiempo también provoca que hoy muchos cubanos desconozcan quién fue esta formidable intérprete. No obstante me alegra constatar que no solamente en este escribiente  la imagen de Rita provoca vibraciones indescriptibles cuando  regresa ocasionalmente a nosotros desde la pantalla de los televisores, o cuando su voz nos llega eterna desde la radio y nos coloca en ese espacio  que todos llevamos dentro y por comodidad llamamos nostalgia a pesar de su naturaleza inefable.