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«Si falta, hay que sacarlo de donde sea»: Cubanos opinan sobre la escasez de café

LA HABANA, Cuba. – La ausencia de café en las tiendas no es un fenómeno raro conociendo los ciclos de desabastecimiento que azotan Cuba. Desde hace meses su presencia en los estantes es intermitente, e incluso el paquete normado de la canasta básica, mezclado con chícharo al 50%, está llegando con retraso a las bodegas. Sin embargo, durante el último mes este producto que figura entre los más demandados por la población, ha desaparecido incluso de las tiendas de los hoteles, donde por lo general se vende el formato más grande y caro de las marcas nacionales El Arriero, Serrano, Turquino o Cubita, para quienes puedan adquirirlos.

Ha iniciado diciembre y ni siquiera los advenedizos de importación (Bahía, Altezza, Mokarabia y otros que vende la Unión Europea para castigo del paladar insular) son fáciles de hallar en las Tiendas Recaudadoras de Divisas (TRD). Pudiera afirmarse que la escasez, en estos momentos, es total.

El equipo de CubaNet entrevistó a varios ciudadanos que reconocen la omnipresencia del café en sus vidas, lo difícil que es arrancar la mañana sin esa dosis bendita, y la preocupante carestía que solo hasta ayer, en Mesa Redonda, fue abordada por los directivos vinculados al cultivo del preciado grano. El director del Grupo Agroforestal “Tercer Frente”, mayor productor cafetalero de Cuba, reconoció que ahora mismo el pico de producción a nivel nacional ronda las 8 mil toneladas, y con encomiable entusiasmo habló de planes de desarrollo, inversión extranjera y aportes científico-técnicos en función de que la empresa oriental sobrecumpla el plan de 2 mil toneladas -récord del territorio- para el cierre de este año.

Acerca del desabastecimiento poco se habló, y todo parece indicar que se mantendrá hasta entrado 2020. Mientras tanto, el cubano sencillo que por años ha buscado la manera de que el paquete de la bodega rinda hasta fin de mes, sea ligándolo con otro más noble o comprando más de uno por la izquierda, se ha visto obligado a reducir su consumo diario y recurrir a los vendedores ambulantes que ya comercian su mercancía a dos pesos la tacita; si es cortadito, tres.

A falta de producción nacional, el mercado negro ha incrementado el precio de las unidades importadas. En apenas una semana los paquetes de café marca La Llave, Pilón y Bustelo subieron a 7 CUC. El producto que hace unos días era prácticamente arrebatado de manos de las mulas apenas llegaban de Miami, ahora languidece esperando por ese comprador dispuesto a pagar semejante precio por 283 gramos de café puro molido, 100% arábiga; una delicia que a todos hace la boca agua, pero solo un reducido número puede comprar.

Muy mal anda Cuba cuando hasta aquello que culturalmente nos define está desaparecido. El cubano no es un mero bebedor de café; es un degustador que cada mañana, y varias veces al día, saborea con devoción esos poquitos, puros o adulterados, que ayudan a aliviar la carga y traen un instante de sosiego al espíritu.

Ayer en la Mesa Redonda no se habló de incrementar la producción para satisfacer la demanda interna. La prioridad es exportar porque el país lo necesita, y los cubanos solo son “país” en su acepción político-ideológica, jamás cuando se trata de economía. El director del Grupo Agroforestal, siempre ajustado al guion, trató desmesuradamente de trazar una visión promisoria, anunciando que ahora sí van a capacitar a los productores con los nuevos adelantos de la Ciencia y la Técnica, “porque la aplicación de la ciencia no se realiza en los teatros, sino en la base productiva”.

Hablaba el funcionario como si hubiera descubierto algo maravilloso. Por ello no es de extrañar que en 2019 el pico productivo del café en Cuba sea de 8 mil toneladas, mientras que en 1961 fue de 60 mil. Es decir, seis décadas después y contando con inversión extranjera, el país produce casi diez veces menos de lo que lograba por sí solo en una época cuyo desarrollo industrial resultaba inferior al que existe en la actualidad.

Quizás a inicios del próximo año haya un momento de alivio que ponga de nuevo al alcance del paladar las marcas nacionales en sus formatos menos caros; pero no ha de durar mucho porque la “estrategia” a seguir para aumentar la producción cafetalera en las montañas no pasa por una relación económica más favorable a los campesinos, muchos de los cuales han emigrado hacia zonas llanas en busca de mejor remuneración.

Siendo así, a los cubanos no les quedará más remedio que continuar reduciendo el consumo diario de café, adaptarse a precios mayores, o renunciar a un placer que no pocos cultivan desde la infancia. Tan amarga circunstancia responde a esa “normalidad distinta”, proclamada por Díaz-Canel cuando decretó ¿el fin? de la coyuntura.

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