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“Estoy enfadado porque se ensañaron conmigo y han intentado destruir mi vida”

En la idílica Perugia, ciudad vertebrada por infinitas cuestas empedradas, la vida de Raffaele Sollecito (Giovinazzo, Italia, 1984) se precipitó al vacío hace ya una década. En la noche del 2 de noviembre de 2007, la estudiante británica Meredith Kercher moría asesinada en un bucólico apartamento del número 7 de la vía della Pergola. Y su compañera de piso, Amanda Knox, y su entonces novio, Sollecito, se convertían en los sospechosos de los agentes y de la fiscalía, que construyeron una causa contra la pareja de amantes que terminó desmontada por el máximo tribunal del país tras una larga batalla judicial. Dos años después de la sentencia «definitiva» que los absolvió, el treintañero admite que aún arrastra el «peso» del mediático proceso: «Todavía hay personas que creen que somos culpables».

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«Durante muchos años, me he encontrado en un limbo. No podía hacer nada con mi vida», se arranca Sollecito, en una entrevista concedida a EL PAÍS. «Solo cuando escuché el dictamen de la Corte di Cassazione sentí que, a partir de ese momento, podía reconstruirla. Aunque empezase, por así decirlo, sin una pierna: tenía encima un peso público que no me había quitado», continúa este ingeniero informático, que relata cómo se escondió de la opinión pública tras dejar atrás la prisión: «Cuando salí de la cárcel entré en una fase de depresión. Tenía ansiedad y ataques de pánico. Y no quería enfrentarme al mundo y a la notoriedad».

Porque, junto a Knox, Sollecito se había convirtió en protagonista de una historia de repercusión mundial. Además, los tabloides sensacionalistas —especialmente, los británicos— llenaron sus páginas con los detalles más escabrosos de las teorías del ministerio público, que lideraba Giuliano Mignini. Según los fiscales, la pareja y el marfileño Rudy Guede —condenado en un juicio rápido a 16 años— habían atacado a Meredith Kercher «bajo el efecto de estupefacientes y quizá de alcohol». «Decidieron implicarla en un fuerte juego sexual». Y supuestamente, tras negarse la joven, la agresión derivó «en un crescendo incontrolado, imparable, de violencia y juego sexual que acabó con la muerte de la muchacha británica».

Amanda Knox y Raffaele Sollecito, en 2007.
Amanda Knox y Raffaele Sollecito, en 2007. Netflix

«Los investigadores se comportaron como unos pequeños delincuentes. De todas las maneras posibles, trataron de hacer cuadrar su hipótesis ante la ausencia de pruebas», subraya Sollecito: «Dieron peso a un cuadro probatorio extremadamente frágil y totalmente falso. Fue suficiente una pericial de terceras personas para desmontarlo todo». En 2015, el máximo tribunal italiano concluyó que no había quedado demostrada la tesis del fiscal. Y dos peritos independientes aseguraron que la policía científica no «respetó los protocolos» al recoger y procesar los restos de ADN encontrados en un cuchillo y en el gancho del sujetador de la víctima —que supuestamente eran de la pareja de amantes—; y añadieron que la escena del crimen y los objetos intervenidos podían haberse «contaminado» durante la investigación. Todo esto se sumaba a la falta de un móvil del delito y a la ausencia de testigos que los sitúen aquella noche en la casa de la vía della Pergola

«Desde el principio, los agentes y el ministerio público fueron contra mí y contra Amanda. Se comportaron de manera obscena», añade el treintañero, que fue condenado junto a Knox a más de 25 años de cárcel por el primer tribunal que les juzgó. En segunda instancia, se anuló ese dictamen en 2011 —a raíz del cual, ambos abandonaron la cárcel— al tener en cuenta la declaración de los dos peritos. Pero el Tribunal de Apelación de Florencia los volvió a declarar culpables en 2014. Y, finalmente, la Corte di Cassazione los absolvió de nuevo en marzo de 2015. Definitivamente.

Sollecito, conducido por dos agentes, en 2008.
Sollecito, conducido por dos agentes, en 2008. AFP

¿Y que piensa de los investigadores y de la fiscalía? ¿Siente rencor? «Sí. Estoy enfadado porque no me explico por qué se ensañaron conmigo e intentaron destruir mi vida. ¿En nombre de qué? ¿De su carrera? ¿Del orgullo de querer ser los mejores?», recalca Sollecito, que aún habla con Knox «de vez en cuando». «La fiscalía de Perugia quería dar una respuesta, en el menor tiempo posible, al asesinato de una chica inglesa que había venido de Erasmus. Este hecho horrible necesitaba una respuesta rápida. Y ellos se lanzaron a darla sin intentar entender cuán solidas eran las pruebas», añade.

Netflix estrenó en 2016 el documental Amanda Knox, que retrata la errática investigación policial; al esperpéntico fiscal Mignini;  y los abusos de la prensa sensacionalista, personalizados en el reportero Nick Pisa, del Daily Mail. «Fue un asesinato horrible: degollada, medio desnuda, sangre por todas partes. ¿Qué más se puede pedir en una historia? Lo único que falta, quizás, sea la familia real o el Papa», afirma el periodista, entre carcajadas, en la cinta. «Ver tu nombre en la primera página del periódico con una historia de la que todo el mundo está hablando es una sensación fantástica… Es como el sexo o algo parecido», añade.

«La gente vio un culebrón construido con personalidades inexistentes, personajes controvertidos, verdades no dichas y una nube de misterio que nunca hubo. Vio un espectáculo completamente deforme de la realidad. Y eso me pesa todavía porque nadie lo ha explicado…», apunta Sollecito, que ha publicado un libro sobre el proceso, ha participado como tertuliano en un programa de televisión sobre crímenes, tiene una empresa informática y ha «empezado a colaborar con una ONG que asiste a presos». Pero, pese a todos esos proyectos: «Todavía no me he acostumbrado a ser feliz». Y ha reclamado, vía judicial, una indemnización al Estado de medio millón de euros por su encarcelamiento y los daños «sufridos».

¿Qué ocurrió la noche del 2 de noviembre de 2007?

Frente a la tesis de la fiscalía, Sollecito y Knox mantienen que la noche del crimen se encontraban en la casa del italiano. Los agentes encontraron las huellas de Guede, único condenado por el asesinato, en la habitación de la víctima. Entonces, ¿qué ocurrió en la noche del 2 de noviembre de 2007? «Una cámara de un aparcamiento delante de la casa grabó la llegada de Guede y, unos 20 minutos después, la de Kercher. Lo más plausible es que Guede entrase para robar y llegase Meredith, que no se percata de su presencia y va directa a su habitación», dice Sollecito.

«Entonces, cuando Guede se da cuenta de que hay alguien en la casa, va a la habitación de Meredith. Ella se da cuenta. Y él la agrede por la espalda porque ambos se conocían», añade el italiano. La víctima recibió 43 puñaladas. «Fue un robo que acabó mal. Creo que esa es la explicación más probable», sentencia.