Inicio Intelectualidad El enorme esfuerzo científico por estudiar las cenizas de Notre-Dame

El enorme esfuerzo científico por estudiar las cenizas de Notre-Dame

El fuego que destruyó grandes partes de la icónica catedral de Notre-Dame de París el pasado mes de abril fue una tragedia nacional. Ahora, meses después, los científicos del CNRS, el Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia, están embarcados en el proyecto, dotado con millones de euros, de estudiar el edificio, sus 850 años de historia y sus materiales con el objeto de esclarecer cómo está construido. Al poder acceder tras el incendio, de un modo sin precedentes, a la fábrica catedralicia, a la madera, los metales y cimientos del edificio, los científicos esperan además que su trabajo les provea de informaciones que ayuden a la restauración.

La investigación podría «escribir una nueva página en la historia de Notre-Dame porque hay actualmente muchas zonas oscuras», dice Yves Gaillet, historiador de la arquitectura gótica de la Universidad de Burdeos-Montaigne, que tiene a su cargo un equipo de investigación formado por unas treinta personas que está estudiando la fábrica del edificio.

Se empezó a construir la catedral, considerada uno de los mejores ejemplos del estilo gótico francés, en el siglo XII. La estructura fue modificada en la Edad Media y sufrió una extensa restauración en el siglo XIX dirigida por el arquitecto Viollet-le-Duc. Pero sorprende lo escasas que han sido las investigaciones científicas que se le han dedicado, en comparación con otros monumentos góticos de Francia y de otros países, dice Martine Regert, arqueóloga biomolecular del CEPAM (Culturas Medioambientes Prehistoria-Antigüedad-Edad Media), del CNRS en Niza, y una de las investigadoras que encabeza el proyecto de Notre-Dame. Siguen abiertas muchas preguntas sobre la estructura, como la de qué partes son medievales y en cuáles reutilizó Viollet-le-Duc algunos de los materiales antiguos, dice Regert.

El incendio del 15 de abril, causado posiblemente por un fallo eléctrico, destruyó el tejado y la aguja de la catedral e hizo que se hundiese parte de la bóveda. Las paredes siguen en pie y el edificio se restaurará, si bien es probable que se tarde más de los cinco años que ambiciosamente se habían previsto; el coste será de cientos de millones de euros.

Pero hasta entonces el interior del edificio contendrá montones de desechos: cascotes, maderas quemadas y piezas metálicas dañadas, y todo ello está ahora a disposición del estudio científico. Al no haber turistas quizá sea también posible valerse de la toma de imágenes por radar para sondear los cimientos, que han sido poco investigados. Incluso algunas partes de la estructura que no han sufrido grandes daños son ahora más fáciles de inspeccionar, dice Philippe Dillmann, especialista en piezas metálicas, del Laboratorio de Arqueomateriales y Previsión de la Alteración del CRNS, en Gif-sur-Yvette, que coordina el proyecto con Regert.

Investigaciones arquitectónicas

El proyecto del CNRS se centrará en siete asuntos: la plementería y cantería, la madera, los elementos metálicos, el vidrio, la acústica, la toma de datos digitales y la antropología. En conjunto, participarán más de cien investigadores de 25 laboratorios durante seis años.

El equipo de Gallet estudiará las piedras de Notre-Dame para averiguar las canteras que las suministraron y «reconstruir las redes de suministro y la economía de la obra». Estudiar el mortero usado para juntarlas podría revelar diferentes composiciones en los diversos elementos estructurales (bóvedas, muros y arbotantes). El mortero contenía cal preparada a partir de caliza sedimentaria en la que puede haber restos fósiles que indiquen dónde se originó. Un mejor conocimiento de los materiales históricos ilustraría las decisiones que se tomen en la restauración, dice Gallet.

El equipo analizará también las debilidades de la estructura que sigue en pie causadas por las altas temperaturas del fuego, la caída de cascotes y el agua con que se extinguieron las llamas. Las olas extremas de calor que sufrió París este último mes de julio agravaron los daños de la piedra: la «secaron brutalmente» y debilitaron la fábrica, dice Gallet. Un estudio por radar determinará la solidez de los cimientos antes de que los restauradores levanten andamios en el crucero (donde se cortan la nave y el transepto) para que puedan desmantelar los restos inestables de la aguja del siglo XIX.

Y con la ayuda de los historiadores, el equipo de Gallet espera conseguir un conocimiento más profundo de la ingeniería estructural de la arquitectura gótica como un todo y el lugar de Notre-Dame en la historia.

Desde las cenizas

Mientras, un equipo de unos 50 miembros se centrará en la famosa obra de madera de Notre-Dame, en especial el «bosque» de maderos que había en el espacio entre el tejado y las bóvedas que o ha desaparecido en el fuego o yace achicharrado en la nave. Esos restos ennegrecidos podrían ser inmensamente valiosos para los investigadores.

«La estructura quemada constituye un laboratorio gigantesco para la arqueología», dice Alexa Dufraisse, arqueóloga del Museo Nacional de Historia Natural, en París, que dirigirá el equipo multidisciplinar de la madera. El grupo incluirá arqueólogos, historiadores, dendrocronólogos, biogeoquímicos, climatólogos, carpinteros, silvicultores e ingenieros especializados en mecánica de la madera.

«La madera es una fuente extraordinaria de información», dice Regert. Las observaciones iniciales han confirmado que el ‘bosque’ es de roble, pero los estudios determinarán la especie exacta y les darán a los investigadores pistas acerca de las técnicas y herramientas de la construcción medieval en madera.

La datación por medio de los anillos de los árboles podría descubrir el año y el lugar en que se talaron los árboles; así se rellenarían algunos de los huecos existentes en lo que se sabe del avance de la construcción. «Cada árbol registra en sus tejidos el entorno donde creció», dice Dufraisse. Este tipo de estudio «no se habría podido realizar sin la destrucción de la estructura por el fuego», añade.

En particular, dice Regert, la madera es un archivo del clima. «Los análisis isotópicos del oxígeno y el carbono de los anillos hacen posible la determinación de la temperatura y las precipitaciones a lo largo del tiempo», explica. Los árboles que se usaron en Notre-Dame crecieron entre los siglos XI y XIII, durante un período cálido al que se llama «óptimo climático medieval» y que ofrece un período de referencia para el calentamiento natural del clima y la comparación con el actual calentamiento antropógeno. «Se conoce mal ese período porque las maderas de esas épocas son raras», dice Dufraisse.

Metales y piedras

Otro equipo investigará los elementos metálicos de la catedral, en particular los que servían de soporte de los elementos de piedra y madera. «Queremos entender cómo se usaron los armazones de hierro en las diferentes fases de la construcción y la restauración», dice el arqueólogo Maxime L’Héritier, de la Universidad de París 8, que dirigirá el estudio. Por ejemplo, se usaron varillas metálicas para aguantar secciones de la fábrica sometidas a tensión, y los constructores medievales a veces insertaron encadenamientos de hierro entre la cantería para fortalecerla. L’Héritier afirma que nunca antes ha habido un estudio de los cambios en el uso del hierro en la construcción de la catedral a lo largo de un período tan extenso, de la Edad Media al siglo XIX.

Su equipo quiere estudiar también el plomo del tejado, buena parte del cual quedó deteriorado o se fundió en el incendio. Pretenden crear un conjunto de datos químicos de referencia que registren las razones entre los isótopos de plomo y la presencia de elementos de traza en el material para «saber cuál fue la evolución de la calidad y el suministro del plomo» (para averiguar, por ejemplo, de qué minas se sacó). El grupo quiere además investigar cuánto plomo se recicló cuando se restauró el tejado en el siglo XIX. Los resultados podría permitir también a los investigadores calcular cuánto plomo se desprendió hacia el medioambiente en el incendio, un posible riesgo para la salud en las inmediaciones de la catedral.

¿Acceso a todas las áreas?

Recoger y excavar los materiales para su análisis no es fácil. Hay tres cúmulos principales de residuos: en la nave, en el crucero y en el transepto norte, y hay también material sobre las bóvedades supervivientes. Pero estas se hallan por ahora vedadas a las personas por razones de seguridad, como explica Dillmann, así que tendrán que ser robots y drones los que se encarguen de recoger el material, que, en parte, quizás acabe utilizándose de nuevo en la restauración.

«La primera dificultad está en recoger todos los elementos de madera, sea cual sea su nivel de carbonización», dice Dillmann. Hasta ahora, añade, se han recogido y etiquetado casi mil fragmentos, pero la tarea solo se está empezando. Dufraisse afirma que los investigadores no podrán acceder a esa madera hasta dentro de al menos tres meses, ya que en estos momentos se halla demasiado contaminada con plomo. Los investigadores tendrán que calibrar la modificación de las huellas químicas en la madera como consecuencia de las altas temperaturas del fuego. «Sé que nos vamos a enfrentar a problemas técnicos, pero sigo teniendo confianza», asegura Dufraisse.

Habrá que documentar precisa y exhaustivamente la recogida y el análisis. Livio de Luca, especialista de la representación digital de la arquitectura, de Modelos y Simulaciones para la Arquitectura y el Patrimonio, Unidad Mixta de Investigaciones del CNRS en Marsella, dirigirá un equipo que se dedicará a crear un «ecosistema digital», que resumirá tanto las investigaciones científicas como los estados actuales y precedentes de la catedral, basándose en el trabajo de científicos, historiadores, arqueólogos, ingenieros y conservadores, y quizás incluso en viejas fotos turísticas de la estructura.

«Será como un ‘gemelo digital’ de la catedral, y podrá evolucionar a medida que progresen los estudios», dice De Luca. Incluirá modelos en la Red para la visualización tridimensional del edificio y de sus características, una especie de Google Earth de Notre-Dame, creado con millones de puntos de datos, que superpondrá la historia y la evolución de la estructura sobre la representación espacial.

Regert no solo espera ahondar nuestro conocimiento de este edificio monumental, sino que los estudios científicos sean útiles cuando las bovedas destruidas se vayan a erigir de nuevo. Los resultados, dice, podrían «iluminar las decisiones que la sociedad tendrá que tomar en la restauración». Su esperanza, también, es que sirvan para impedir que un accidente tan catastrófico vuelva a ocurrir.

Philip Ball / Nature News

Artículo traducido y adaptado por Investigación y Ciencia con permiso de Nature Research Group.