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Los linfocitos T reaccionan ante la variante ómicron

Cuando en noviembre pasado las inmunólogas Wendy Burgers y Catherine Riou oyeron hablar de la variante del coronavirus ómicron, supieron que tendrían que encontrar las respuestas a algunas preguntas importantes. El genoma de ómicron está repleto de mutaciones –más de 30 de ellas en la región que codifica la proteína espícula, a la que van dirigidas las vacunas contra la COVID-19—, lo que significa que la eficacia de los anticuerpos generados contra variantes anteriores podría verse comprometida.

Burgers y Riou, de la Universidad de Ciudad del Cabo, estudiaron variantes anteriores y descubrieron que, aunque los coronavirus emergentes debilitaban las defensas de anticuerpos de las personas, otro brazo del sistema inmunitario –mediado por células especializadas llamadas linfocitos T— podría todavía reconocer los patógenos. Pero la variante ómicron estaba más fuertemente mutada que cualquier otra estudiada antes. ¿Cómo podría esto afectar la inmunidad, ganada con esfuerzo a través de vacunas e infecciones previas y con la que contaban las poblaciones para disminuir el golpe de las oleadas de COVID-19? «Al tener dos o tres veces más mutaciones, pensamos: “Ummm, necesitamos responder esta pregunta con rapidez”», dice Burgers.

Desde entonces, las respuestas han comenzado a llegar de un puñado de laboratorios de todo el mundo, y todos convergen en el mismo mensaje. «La imagen que está surgiendo es que las [nuevas] variantes siguen siendo muy vulnerables al ataque de los linfocitos T», comenta Dan Barouch, director del Centro de Virología e Investigación de Vacunas de la Escuela de Medicina de Harvard, en Boston, Massachusetts. «Eso incluye a ómicron».

Inmunidad duradera
En lo que respecta a la inmunidad al coronavirus, los anticuerpos han acaparado todo el protagonismo. Los investigadores están siguiendo con gran expectación la evolución de los niveles de anticuerpos de las personas, en particular de los «anticuerpos neutralizantes», que evitan directamente que el virus se replique. Una caída de ellos se correlaciona con un mayor riesgo de infección sintomática. Los anticuerpos también son más fáciles de estudiar que los linfocitos T, lo que facilita su análisis en grandes ensayos internacionales de vacunas.

Pero el aumento de las variantes del coronavirus ha demostrado cuán frágil puede ser la inmunidad basada en anticuerpos frente a un virus cambiante. Los anticuerpos neutralizantes se unen a un puñado de regiones en la proteína espícula del SARS-CoV-2, que se utiliza como plantilla para muchas vacunas contra la COVID-19. Si ocurren mutaciones en esos sitios, la protección de los anticuerpos se desvanece.

Los linfocitos T, sin embargo, son más resistentes. Estas células realizan una variedad de funciones inmunitarias, incluida la destrucción de las células infectadas por el virus. Al matar las células infectadas, los linfocitos T pueden limitar la propagación de la infección y, potencialmente, reducir la posibilidad de una enfermedad grave.

Los niveles de linfocitos T no tienden a desvanecerse tan rápido como los anticuerpos, después de una infección o la vacunación. Y debido a que los linfocitos T pueden reconocer muchos más sitios en la proteína espícula que los anticuerpos, pueden identificar mejor las variantes mutadas. «La presencia de muchas mutaciones no afecta la respuesta de los linfocitos T», dice Burgers.

Hasta ahora, los análisis informáticos y de laboratorio sugieren que este es el caso de ómicron. Varios grupos de investigación han cruzado las mutaciones en ómicron con sitios en el genoma del SARS-CoV-2 que son objetivos conocidos de los linfocitos T. Han descubierto que la mayoría de los sitios que reconocen los linfocitos T están presentes en ómicron.

Otros estudios analizaron las células T extraídas de personas que recibieron una vacuna contra la COVID-19 o que se infectaron con una variante anterior y descubrieron que estos linfocitos T pueden responder a ómicron. «Las respuestas de los linfocitos T permanecen bastante intactas, eso es una buena noticia», dice Corine Geurts van Kessel, viróloga clínica del Centro Médico Erasmus en Rotterdam. «El próximo paso será: ¿qué harán en la vida real?»

Foco en los anticuerpos
Las respuestas de las células T se han correlacionado con una mayor protección contra la COVID-19 grave en modelos animales y estudios clínicos en personas. Y Barouch sospecha que las células T son responsables de la eficacia de las vacunas fabricadas por Pfizer-BioNTech y Janssen para prevenir la hospitalización debido a una infección por ómicron. «Ninguna de estas vacunas elevó significativamente los niveles de anticuerpos neutralizantes de ómicron», dice. «Los datos de eficacia que estamos viendo en Sudáfrica, en mi opinión, probablemente se deban a las células T».

Eso a veces hace que el enfoque de los investigadores en los niveles de anticuerpos sea frustrante, dice Harlan Robins, director científico y cofundador de Adaptive Biotechnologies, una compañía con sede en Seattle, Washington, que se especializa en desarrollar métodos para estudiar los linfocitos T.

El mes pasado, Pfizer y BioNTech anunciaron que su vacuna COVID-19 no logró despertar una respuesta de anticuerpos suficiente en niños de entre dos y cinco años. Como resultado, la vacuna no ha sido autorizada en los Estados Unidos para niños menores de cinco años. «Ni siquiera observaron la respuesta de las células T», señala Robins.

Y los grandes ensayos iniciales de vacunas en adultos no recolectaron las suficientes muestras necesarias para analizar si las respuestas de los linfocitos T pueden correlacionarse con la eficacia de la vacuna. «No era escalable», dice Robins. «No se puede realizar un estudio de vacunas en todo el mundo y esperar que cada grupo conserve las células de manera viable». Nuevos ensayos más fáciles para estudiar las células T podrían hacer que esto sea más factible en el futuro, agrega.

Los linfocitos T también podrían recibir más atención a medida que surjan más variantes –y si el mundo comienza a cambiar su enfoque de la cantidad de infecciones a la gravedad de la enfermedad, dice Geurts van Kessel—. «¿Estás interesado en la infectividad? Entonces, los anticuerpos podrían ser la medida más importante que hay que hacer», dice. «Pero si estás interesado en la severidad de la enfermedad –que puede ser el caso de la enfermedad que estamos investigando ahora—las células T se vuelven mucho más importantes». 

Heidi Ledford/Nature News 

Artículo traducido y adaptado por Investigación y Ciencia con el permiso de Nature Research Group.

Referencias: « Immunosequencing and epitope mapping reveal substantial preservation of the T cell immune response to Omicron generated by SARS-CoV-2 vaccines»; D. H. May et al. en el repositorio de preimpresión medRxiv, 27 de diciembre de 2021. «SARS-CoV-2 spike T cell responses induced upon vaccination or infection remain robust against Omicron»; R. Keeton et al. en el repositorio de preimpresión medRxiv, 28 de diciembre de 2021.

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