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Sabio manual para no escribir obras maestras

Solo un sabio con la enfermiza modestia y la ironía de José Sanchis Sinisterra (aborrece del Pepe por su similitud con PP) podía agrupar la recopilación de su labor pedagógica de enseñanza de la escritura dramática bajo el título de Prohibido escribir obras maestras. El libro, un compendio de la teoría y la práctica que el dramaturgo, director de teatro y maestro de escritores y actores ha acumulado a lo largo de su vida, lo publican la editorial Ñaque (de familiar nombre) y el Institut del Teatre, donde Sanchis ha sido profesor durante cuarenta años, y lo presentó ayer el mismo autor en la Sala Beckett de Barcelona, de la que fue fundador y director.

La ocasión, muy emotiva y excepcional —no es fácil arrastrar a Sanchis a un acto en el que ha de ser el protagonista: le produce comezón— sirvió para rendir homenaje a uno de los grandes hombres del teatro contemporáneo y para reunir a numerosos amigos y viejos alumnos (que viene a ser lo mismo); ancient combatants, como dice el maestro. Prohibido escribir obras maestras es el esperado y muchas veces prometido manual que recoge especialmente las propuestas prácticas de dramaturgia textual de Sanchis, incluidos 40 ejercicios concretos, tal y como las ha impartido a lo largo de más de medio siglo. Es un verdadero baúl del tesoro dramatúrgico en el que te puedes encontrar ejercicios como “Variante 3, a partir de la secuencia 10, las llamadas son de personajes muertos o desaparecidos”, o “Fórmula 2, A increpa al público por haberle degradado (como artista), a cambio de éxito”.

Sanchis Sinisterra (Valencia, 1940) está en forma, aunque se queja de sus achaques, una manera de conjurar la constatación de que es un hombre feliz. Se ha sobrepuesto a un infarto, lo que le permite un registro de bromas acorde a su capacidad dramatúrgica, y se limita a fumar tres cigarrillos al día y a la ingesta de diez cafés, con Beckett y Pinter uno de sus vicios confesos. Está inmerso, como siempre, en nuevas teorías, lecturas e investigaciones. Cualquier momento libre, dice, le da para tres ideas nuevas. Por ejemplo, que “la memoria es una maestra del collage”. O la reformulación de la “teoría de la garrapata” que compara la forma de ceñirse del insecto a un propósito muy concreto con la actitud del actor al aferrarse a su personaje. El “personaje como garrapata, solo tiene que percibir lo que necesita para constituirse”. Sanchis en estado puro, como cuando teoriza “el malentendido”, convertido en elemento dramático que provoca infelicidad pero también comicidad. Entre una cosa y otra, “¿debo ceder a tener móvil?”, pregunta con encantadora angustia. “Sigo sin”. Y ya que estamos, el procés y tal: “Carezco de glándula nacionalista. Si soy algo, en todo caso, es latinoamericano”.

El libro: “Me resistía, era complicado, tantos años intentando sistematizar esa proliferación de líneas, niveles, campos. Pero soy muy caótico. Y no tengo canon. En fin ahí está, material teórico más ejercicios. Dramaturgia basura o cómo hacer teatro de cualquier cosa, recetas de cocina como los monólogos a la jardinera, que dan para mucho. Especialmente la importancia de dramatizar textos narrativos”. Sanchis rescató sus cuadernos de los setenta, sus clases del Institut (en los talleres de interpretación ya reinventaba dramaturgias de representación), su experiencia en El Teatro Fronterizo o en el festival de Medellín, para reelaborar y sistematizar sus enseñanzas de dramaturgia textual. Para la estructura del libro buscó “el tono narrativo que uso en los talleres, entre el humor, la informalidad, las paradojas y los chistes falleros”.