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Un debate global sobre las megaconstelaciones de satélites

En los últimos dos años, las empresas aeroespaciales han puesto en órbita unos 2000 satélites con el fin de suministrar Internet, casi duplicando el número de objetos activos en torno a la Tierra. Eso ha causado desasosiego entre los astrónomos y otros observadores del cielo, preocupados por las interferencias que producen en las observaciones del cielo nocturno.

Ahora, en el que sería el mayor paso internacional para abordar esas inquietudes, los diplomáticos podrían discutir el próximo mes en un foro de las Naciones Unidas si la humanidad tiene derecho a «cielos oscuros y tranquilos». El debate quizá comience a establecer un marco para que los científicos y el público afronten la avalancha de nuevos satélites.

Y es que en los próximos años podrían incorporarse a la órbita terrestre decenas de miles de satélites para proporcionar Internet de banda ancha, si las empresas y los Gobiernos construyen y lanzan todas las redes, o «megaconstelaciones», que han anunciado públicamente.

Como consecuencia, cientos de esos grandes conjuntos de satélites podrían ser visibles durante toda la noche, alterando el cielo de una manera inédita en la historia de la humanidad. «Esas constelaciones están cambiando radicalmente la forma en que usamos el espacio», afirma Piero Benvenuti, astrónomo de la Universidad de Padua y exsecretario general de la Unión Astronómica Internacional (UAI).

Él y otros astrónomos están trabajando a través de la UAI para aumentar la conciencia internacional sobre el modo en que las megaconstelaciones afectan a los científicos y a la población general. Sostienen que su objetivo no es enfrentar a los astrónomos con las empresas de satélites, sino desarrollar una visión sobre cómo usar de forma justa ese dominio compartido que es el espacio exterior.

«El consenso debe provenir de todos los países», apunta Connie Walker, astrónoma de NOIRLab, una organización que agrupa a varios observatorios financiados por Estados Unidos. Los científicos trataron estos y otros temas en la conferencia sobre constelaciones de satélites SATCON2, que se celebró virtualmente del 12 al 16 de julio.

Abierto a la exploración

En 2019, cuando la compañía californiana SpaceX lanzó su primera tanda de satélites Starlink, a muchos astrónomos les sorprendió lo brillantes que resultaban en las imágenes astronómicas. En respuesta a las quejas, SpaceX probó varios métodos para oscurecer los satélites; ahora todos llevan un parasol instalado, para hacerlos menos visibles cuando la luz del sol se refleja en ellos.

Los astrónomos y los representantes de varias empresas, incluida SpaceX, han establecido un umbral de luminosidad para los satélites, un poco más tenue de lo que alcanza a ver el ojo humano en un cielo oscuro. Los satélites Starlink se acercan a ese umbral de luminosidad, pero actualmente lo rebasan, señala Meredith Rawls, astrónoma de la Universidad de Washington en Seattle.

Pero ese umbral es una meta y no un requisito. Incluso si las empresas lo cumplen, los satélites serán visibles en los telescopios. Eso perjudica sobre todo a los telescopios que estudian grandes franjas del cielo. Cerca del crepúsculo y el amanecer, las estelas de los satélites podrían echar a perder hasta el 40 por ciento de las imágenes del Observatorio Vera C. Rubin, un gran telescopio estadounidense que se está construyendo en Chile. Las transmisiones de algunos satélites también podrían interferir con radiotelescopios como la Red del Kilómetro Cuadrado, un observatorio internacional que operará desde Sudáfrica y Australia.

No existen leyes que regulen el impacto de los satélites en el cielo nocturno. El Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre de 1967, que es el documento fundacional sobre las relaciones internacionales en el espacio, sostiene que el espacio exterior está «abierto para su exploración». Pero existen precedentes en cuanto a pedir a la ONU que intente alcanzar un consenso internacional sobre cómo gestionar la contaminación visual del cielo.

En 2002, a instancias de la UAI, la Comisión sobre la Utilización del Espacio Ultraterrestre con Fines Pacíficos (COPUOS) de las Naciones Unidas debatió brevemente si podría regularse la «publicidad espacial intrusiva», por ejemplo vallas publicitarias espaciales que fueran visibles desde la Tierra. Una compañía propuso ese tipo de publicidad para los Juegos Olímpicos de 1996, pero la idea no se materializó y la COPUOS no llegó a actuar sobre el tema.

Relaciones internacionales

En abril, Benvenuti y otros astrónomos lograron que se abordara la cuestión de las constelaciones de satélites durante una reunión de una subcomisión de la COPUOS. Allí, las delegaciones de cinco países se adhirieron a un libro blanco coordinado por la UAI que afirma que las megaconstelaciones constituyen un motivo de preocupación para los astrónomos y otras personas.

«Presentar ese documento nos dio la oportunidad de hablar sobre el tema con todos esos expertos en política espacial, procedentes de muchos países», comenta Andy Williams, responsable de relaciones externas del Observatorio Europeo Austral en Garching. «Es una gran manera de concienciar a la gente.» La ONU no tiene poder para regular los lanzamientos, pero podría convocar a las naciones para establecer normas internacionales que inciten a los operadores de satélites a tener en cuenta y mitigar los efectos de sus megaconstelaciones en la astronomía.

Las delegaciones de EE.UU., Canadá y Japón propusieron que la subcomisión siguiera debatiendo el tema de las constelaciones de satélites como un punto ordinario de sus reuniones. Pero las de China y Rusia se opusieron, alegando que necesitaban más tiempo para estudiar la cuestión. (China, al igual que otros países, tiene planes para una establecer una megaconstelación de satélites que lleve la Internet de banda ancha a todo el mundo.)

Ahora, Benvenuti y otros astrónomos están intentando que toda la COPUOS trate el tema en su próxima reunión, que comienza el 25 de agosto. Este tipo de «presión popular» por parte de los astrónomos es la principal vía para que los países empiecen a discutir el asunto. «El debate tendrá que desarrollarse en los foros internacionales», afirma Tanja Masson-Zwaan, investigadora en derecho espacial de la Universidad de Leiden.

Mientras tanto, los astrónomos trabajan en otras soluciones al problema de las interferencias causadas por las constelaciones de satélites. Una de ellas consiste en desarrollar bases de datos sobre las posiciones de los satélites para predecir cuándo pasarán por un determinado lugar (de modo que los telescopios puedan evitar temporalmente esa parte del cielo), así como programas informáticos para eliminar las estelas de los satélites de las imágenes.

Otros tratan de incorporar más voces al debate sobre las megaconstelaciones, para que no esté dominado por los astrónomos occidentales. Muchas comunidades indígenas tienen profundas raíces culturales conectadas con las estrellas, subraya Aparna Venkatesan, astrónoma de la Universidad de San Francisco que lidera los esfuerzos para que esas voces sean escuchadas. La irrupción de las estelas de los satélites amenaza esa identidad cultural.

Pero el tiempo apremia. SpaceX sigue lanzando nuevos conjuntos de satélites Starlink: unos 60 por tanda, en ocasiones varias veces al mes. «La gente se pasa años entablando relaciones, pero mientras tanto los satélites no dejan de despegar», lamenta Venkatesan. «Es casi como si estuviéramos encontrando soluciones para un problema de hace tres años.»

Alexandra Witze/Nature News

Artículo traducido y adaptado por Investigación y Ciencia con el permiso de Nature Research Group.