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Un tsunami de 200 metros de alto

El corrimiento de tierras del glaciar Tyndall [Chris Larsen, Instituto Geofísico de la Universidad de Alaska en Fairbanks].

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La ciencia ante el cambio climático La ciencia ante el cambio climático Oct/Dic 2015 Nº 82

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Por suerte, allí no había nadie. El 17 de octubre de 2015 se derrumbaron 180 millones de toneladas sobre el fiordo Taan, en Alaska. Esa poderosa masa empujó el agua por el valle, y así se generó un enorme tsunami. La ola ascendió por las laderas hasta una altura de 193 metros, como una investigación de Michael Loso, del Servicio Nacional de Parques, y su equipo explican en Scientific Reports. Fue, según ese estudio, el cuarto mayor tsunami conocido de los últimos cien años; arrasó miles de árboles y acumuló grandes cantidades de roca, pero no murió ninguna persona: ocurrió en una región muy apartada.

 Es muy probable que el tsunami fuese una consecuencia del cambio climático. «Hace 30 o 40 años, el fiordo Taan no existía: el valle estaba lleno de hielo», como le explica al Washington Post Dan Shugar, uno de los científicos participantes en el estudio, de la Universidad de Washington en Tacoma. Desde entonces, el glaciar Tyndall ha retrocedido 17 kilómetros y la lengua de hielo ha perdido 400 metros de grosor. En 1991, el glaciar se estabilizó en su posición actual, pero el nuevo valle quedó desprovisto del apoyo estabilizador del hielo. Aquel 17 de octubre, según indican los investigadores, una pared se precipitó hacia el fiordo a más de 160 kilómetros por hora, por donde se encuentra el actual frente del glaciar; una parte de la ladera se desplomó sobre este.

Si hubo un desencadenante final del corrimiento de tierras, no está claro. Dos minutos antes del suceso la tierra temblaba a 500 kilómetros de distancia con una intensidad de 4,1, pero no hay certeza de que las ondas sísmicas causasen finalmente el derrumbe. La comparación de datos da a entender que la ladera ya estaba antes en lento movimiento. El agua infiltrada podría haber facilitado el colapso. En aquella región había llovido en octubre y noviembre de 2015 algo más de lo normal, según el estudio.

En cualquier caso, las rocas desplazaron el agua y desencadenaron el tsunami, que a una velocidad de hasta cien kilómetros por hora arrasó el fiordo. La inundación llegó bien arriba por las laderas del estrecho fiordo y pasó por encima de las pequeñas islas. Al final del fiordo, alcanzaba todavía alturas de  entre 10 y 30 metros. Solo cuando llegaron al mar se diseminaron las masas de agua de forma que ya no fueron distinguibles del oleaje normal. La violencia con que el agua golpeó se ve en las piedras disparadas como balas contra los árboles. En muchos lugares, la inundación acumuló cinco metros de profundidad de material rocoso

Tsunamis de esta especie no eran desconocidos en Alaska. El más famoso es probablemente el de la bahía de Lituya, de 1958: el agua subió por las laderas hasta una altura de 580 metros. Tres pesqueros que había por allí no se hundieron de milagro. Shugar y sus colaboradores se temen que en el futuro haya más catástrofes de esta naturaleza. Cuanto más retroceden los glaciares, más valles se quedan sin los contrafuertes que ofrecen y más inestables se vuelven las laderas. En 2017, por ejemplo, una ola de 90 metros de altura destruyó Nuugaatsiag, una localidad de Groenlandia, y murieron cuatro personas. A 20 kilómetros de distancia, un deslizamiento de tierras había caído al mar. Poca duda cabe de que no será el último episodio de este tipo.

Daniel Lingenhöhl / spektrum.de

Artículo traducido y adaptado por Investigación y Ciencia con permiso de Spektrum der Wissenschaft.

Referencia: «The 2015 landslide and tsunami in Taan Fiord, Alaska», de Bretwood Higman et al. en  Scientific Reports, Scientific Reports, volumen 8, artículo número 12993 (2018).