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La era de Tres Patines

José Candelario Tres Patines era el personaje principal de la comedia La tremenda corte, un truhan que, salvo alguna vez, terminaba condenado por el tremendo juez, quien, además, en el curso de unos quince minutos de audiencia, repartía multas y cárcel a acusados y acusadores por igual. Estafador, ladrón de poca monta y mentiroso empedernido, a Tres Patines le gustaba exclamar, al oír la sentencia, el cubanísimo “¡cosa ma’grande en la vida, chico!”.

Las víctimas eran, por lo general, Nananina y Rudecindo. Acudían todos los días a la corte (tanto así que el saludo inicial de Nananina era, ante la pregunta del juez, “aquí, como todos los días”), con oficios y quehaceres distintos, pero siempre perjudicados por las maquinaciones de Tres Patines. Este, a su vez, hacía enredos idiomáticos para alegar su inocencia. Y ahí estaba precisamente la gracia: en los juegos de palabras, en las discusiones sin sentido y, por supuesto, en los enojos del tremendo juez. Sabíamos lo que iba a ocurrir, pero igualmente nos reíamos.

La tremenda corte se transmitió en los años 40, en Cuba, y sus últimos episodios fueron televisados en México a finales de los 70. Toda una era. Tremendamente popular en América Latina, todavía puede escucharse en una estación de radio local. Sigo riéndome y admirando cómo, a base de ingenio, guionista y personajes sacaron tanto metraje a un planteamiento tan simple, que dibujaba una sociedad hermética al mundo exterior, un entorno que solo alcanzaba a colarse con nombres de calles y barrios o la cárcel, y, curiosamente, con dos personajes importantísimos que nunca comparecieron en la tremenda corte: Mamita (mamá de Tres Patines) y Cucusa (su eterna novia). Sostener un mundillo así de cerrado cuesta, pues en el período que duró el programa hubo guerras y revoluciones. Sin embargo, nada perturbó los pleitos cotidianos en ese tribunal.

Siempre es bonito pausar, como homenaje a una obra y artistas que alegraron a un continente. Pero con todo, esta columna no es una oda a La tremenda corte, sino una mirada crítica al estado de la política costarricense. Se me parecen tanto, excepto en el ingenio y el humor, a ese mundillo hermético: las situaciones, los personajes, los enredos de palabras de nuestro Tres Patines. Solo que Costa Rica no es un programa radiofónico. Ahí está el detalle, como diría Cantinflas, otro gigante del humor.

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El autor es sociólogo, director del Programa Estado de la Nación.