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Menos desempleo y menos empleo a la vez

Que el desempleo baje a menos del 10 % suena a buena noticia. El menor porcentaje en cinco años. Pero cuando se analizan los datos de la Encuesta continua de empleo con mayor detalle, la noticia ya no es tan buena.

No podemos estar contentos cuando una décima parte de las personas dispuestas a trabajar no encuentran quien las contrate. Y, menos, cuando nos damos cuenta de que llevamos cerca de quince años con un nivel de desempleo que ronda el 10 %.

Además, aunque parezca contradictorio, que el desempleo disminuya no significa que hay más trabajo disponible. De hecho, hay casi 200.000 personas menos trabajando que hace un año. Es gente que se cansa por no encontrar trabajo y pierde los ánimos de seguir buscando, algunos que se pensionan, otros que se incapacitan o que vuelven a estudiar o que se dedican a labores del hogar (sin remuneración). Para las estadísticas, esas personas no cuentan como desempleadas, aunque carezcan de empleo. Quedan fuera de la fuerza laboral.

Es lo que pasa, en mayor medida, en el caso de las mujeres, de más de 60 años y grados de educación bajos. De ahí que el porcentaje de participación de las mujeres en la fuerza laboral sea mucho menor que el de los hombres (40 versus 68 %).

Ahora bien, existen factores coyunturales que pueden estar afectando las posibilidades de la gente de conseguir trabajo. La política monetaria restrictiva para controlar la inflación, que se traduce en altas tasas de interés, acceso al crédito restringido y un tipo de cambio apreciado, juegan en contra del crecimiento económico y la oportunidad de crear más empleos.

La política fiscal y las limitaciones al crecimiento del gasto fiscal, sobre todo en inversión pública, sumadas ahora a la amenaza de un fuerte incremento de la carga tributaria tampoco ayudan a la reactivación de la economía.

Pero lo coyuntural no puede explicar por qué durante los últimos trece años el número de gente con trabajo creció la mitad de lo que crece la población en edad de trabajar. Son otros factores, más de índole estructural, los que podrían explicar la poca capacidad de generar empleos de nuestra economía, tales como la baja calidad de la educación, las limitaciones en infraestructura física y de telecomunicaciones, y las barreras que impiden que más mujeres ingresen a la fuerza de trabajo.

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El autor es economista.