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El cine de barrio vuelve a Coyoacán

En los últimos 12 años, poca gente recuerda que en la esquina de la Avenida Centenario y la calle Viena, en el conocido barrio de Coyoacán de la Ciudad de México, había un cine.

El edificio abandonado se había convertido en una cicatriz de color hormigón con las puertas y las ventanas tapiadas y sucias por el que la gente pasaba sin volver la cabeza. Hasta ahora.

«Igual que otros cines en México, el Coyoacán sufrió los embates propios de los cambios culturales, por lo que primero fue transformado en dos salas en los años 90 y luego parcialmente abandonado y considerado obsoleto hacia el cambio de siglo. Desde entonces, ha sido objeto de diferentes propuestas de transformación y cambio de uso -algunas de ellas polémicas- dentro de las cuales hubo planteamientos culturales, recreativos y comerciales», explica el arquitecto Francisco Haroldo Salazar, coautor del libro Espacios distantes aún vivos: las salas cinematográficas de la Ciudad de México.

Gracias a la inversión privada y a la unión de varios socios, el nuevo Cinema Coyoacán que así es como se llama ahora, abrió sus puertas hace dos meses con una propuesta de ocio que combina el cine en su sala principal y la comedia de stand up y monólogos en el foro contiguo a la sala. Se espera que también abra un restaurante y un tercer espacio que se encuentra vacío.

Volviendo a lo cinematográfico, el nuevo Coyoacán ha decidido apostar por el circuito comercial. A tiro de piedra de la Cineteca Nacional, sus impulsores, el equipo de la empresa Labo Digital, son conscientes de que no podrían competir con sus vecinos exhibiendo cine independiente y de autor, por lo que prefieren apostar a títulos como Wonder Woman, Los Minions 3 o Spiderman pero con un trato cercano y familiar. Algo que el responsable del proyecto, Jesús Ávila, denomina «recuperar los valores», ofreciendo cada semana un título que podría verse en las grandes cadenas pero brindando una experiencia única con un trato más directo, destaca.

«La cinematográfica es una industria que cada año crece, una industria muy noble. El cine tiene todavía mucho tiempo para poder seguir dando espectáculo pese a las tablets, Netflix, Blim, HBO… Buscamos que la gente viva la experiencia, es lo que vendemos nosotros. El trato, las instalaciones, recuperar la calidad que no te da un dispositivo», precisa Jesús de Labo Digital.

«Empecé a hacer números y con el cine no comercial no te da ni para la renta. Así que le apostamos a la fórmula que todo el mundo conoce y nos ha ido muy bien. Tenemos 10 semanas abiertos y ya tenemos clientes frecuentes», explica Hernández quien cuenta que durante la primera semana hubo 400 espectadores que llegaron al cine sin haber hecho publicidad ni promoción. Ahora ya tienen página web y cuenta de redes sociales donde poseen 11.700 seguidores. Una combinación entre lo viejo y lo nuevo que les ha hecho retocar la fachada «recreando el imaginario de los antiguos cines de época déco», como menciona el arquitecto Salazar.» Dentro de ese concepto se ha agregado una taquilla en la esquina, sobre la vía pública, con lo que se genera un pequeño vestíbulo urbano», mientras que en el interior del vestíbulo se ha ambientado con murales y mobiliario de época que «recuerdan a los teatros de espectáculos a la manera del Moulin Rouge«, explica el especialista.

En el centro del techo, en la sala, una enorme lámpara original de araña cuelga sobre las 400 butacas de la sala de proyección. Se han respetado el escenario y los cortinajes de las paredes y la entrada, mezclados con tacto para que las instalaciones cuenten con la mejor tecnología audiovisual y de proyección que hay en el mercado.

«El nuevo uso queda en el ámbito recreativo, y si el cine puede recuperar la audiencia vecinal, podrá tener una clara aceptación, a la manera de los tradicionales cines de barrio. Actualizadas sus instalaciones, seguro puede ser un atractivo para que la gente se anime nuevamente a ir al cine, a pie y desde casa. Por el lado del foro, sin duda es un centro nocturno, para espectáculos, mismo que deberá ser cuidadoso en su operación para ganarse a la población vecina y no generar tensiones adicionales a las que ya se han vivido durante el proceso de reutilización», opina Francisco Haroldo Salazar.

Esta combinación entre lo viejo y lo nuevo es lo que hace al Cinema Coyoacán un experimento curioso que solo el tiempo decidirá si se trata de una apuesta de éxito en la era del amor por lo vintage, tan querido por el público mienial, o si cae en el olvido de los que crecieron sin tener un cine de barrio cerca y prefieren seguir acudiendo a las grandes cadenas de la industria o quedándose en casa pegados a sus nuevos dispositivos. Mientras tanto, la función continúa a 50 pesos el boleto con una película nueva cada semana.