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Entre el Tabú y la Inmortalidad

Rosa Nelly Trevinyo-RodríguezFuente: Cortesía

Uno de los aspectos más delicados y trascendentes que el empresario familiar suele dejar “pendiente” a lo largo de su vida, es sin duda alguna, la sucesión patrimonial. Evidentemente, visualizar, planificar y aterrizar cómo deseamos distribuir nuestros bienes—y hacer que esto pase—no sólo es complejo por las implicaciones económicas, legales y fiscales que tiene, sino también porque nos obliga a apreciar escenarios y realidades individuales escabrosas, como la incapacidad física o mental y la propia muerte.

Si a esto le agregamos el miedo a la pérdida de poder (valgo porque tengo), el sentimiento de ineficacia que genera (ya no me harán caso) y la vulnerabilidad que otorga la dependencia y la vejez (tal vez ni vengan a verme), confrontar la realidad y atreverse a testar, donar o legar es realmente un acto de coraje y humildad; una demostración de generosidad, respeto, confianza y solidaridad entre dos generaciones.

Y es que, para el dueñ@ del capital, efectuar la sucesión patrimonial entraña librar simultáneamente una batalla personal en tres frentes interconectados (el control, la identidad y el cambio). ¿Por qué algunos lo hacen? Porque justamente en la intersección de estos tres frentes convergen el amor por los hijos, la necesidad de trascendencia y la evolución personal.

Frente # 1: La Pérdida Patrimonial (Control).

Lo que técnicamente es para todos una transmisión patrimonial ordenada (testamento, donación o fideicomiso), el dueñ@ del patrimonio lo experimenta, de inicio, como una pérdida personal. Y es que, justamente, cuando uno regala, presta o cede algo, el control directo sobre el bien disminuye—y con él, la posibilidad de tomar decisiones unilaterales. En este sentido, es importante aclarar que existen herramientas que permiten al empresario protegerse, realizar cambios o incluso revocar las concesiones. Obviamente, hay que asesorarse bien.

“No hay que verlo como un ‘ya no es mío’, sino como un ‘porque es mío y quiero que trascienda a mis nietos, he de asegurarme de que puedan gestionarlo cuando yo no esté’. Es mejor darles la confianza y probarlos,… y en caso de que no funcionen, poder hacer algo”.

Frente # 2: El Desprendimiento del Yo (Identidad).

Indiscutiblemente, el frente más fuerte y doloroso de los tres. Y es que, al final, la identidad, el sentido de pertenencia y la autoestima del empresario están ligadas intrínsecamente a los bienes que posee. El yo tengo es innegablemente parte del yo soy. Por lo que, aprender a separar estos vínculos se vuelve entonces indispensable.

¿Cómo se logra? Aceptando nuestro ciclo de vida y el de nuestros hijos (necesidades y deseos), reconociendo que el mayor éxito que podemos tener es enseñarlos a ser independientes (liberarlos), admitiendo nuestras limitaciones y barreras emocionales (miedos), redescubriendo nuestra capacidad creativa y potenciando nuestro valor como personas—sabiduría (ayudar a otros).

Frente # 3: La Adaptación a una Nueva Realidad (Cambio).

La sucesión patrimonial es parte de la evolución personal del empresario familiar—cierre de ciclos, conciliación de las circunstancias vividas, paz emocional, visión de futuro. Negar esta realidad, lo único que acarrea es malestar, ansiedad, frustración y una crisis existencial profunda.

Indudablemente, la única forma de asimilar una situación y capitalizarla es ACEPTARLA. Es un proceso de transformación y desarrollo personal que requiere clarificar nuestras prioridades, abrazar las oportunidades de aprendizaje, cambiar conductas y erigir espacios de meditación y reflexión.

Al final no hay que olvidar que hacemos lo que hacemos, por lo que somos… Y somos quienes somos por lo que hemos vivido. ¿O no?.

La autora es socia de Trevinyo-Rodríguez & Asociados, Fundadora del Centro de Empresas Familiares del TEC de Monterrey y miembro del Consejo de Empresas Familiares en el sector Médico, Petrolero y de Retail.

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