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Ya es hora de dejarnos de “cosas”

Fuente: Cortesía

En este diario, el 6 de septiembre de este año salió el artículo “Esta empresa regia le dijo ‘no, gracias’ a Elon Musk”. Obviamente, las justificaciones del directivo correspondiente fueron publicadas, lógicas o no, pero no hizo mención al dato que es la razón de ser de su puesto (y el de todos en una organización de lucro, especialmente si es pública), que es el rendimiento para los accionistas. La empresa regiomontana, para el periodo de julio 2015 a agosto 2018, tuvo un rendimiento de -20 por ciento en pesos (los accionistas perdieron la quinta parte de su capital en esa empresa durante ese periodo, o aproximadamente, casi 7 por ciento anual). Eso es en pesos. En términos de dólares, el resultado es -33 por ciento; o sea, un menoscabo de la tercera parte. Esperemos que la compensación del ejecutivo de marras no esté significativamente en función del resultado (¿o será por eso?).

Por otra parte, en el mismo periodo, el vilipendiado líder de Tesla, quien a pesar del uso (¿ocasional?) del cannabis, dio a sus accionistas un rendimiento de casi 19 por ciento; es decir, poco más de 5.6 por ciento anualizado. En pesos, el rendimiento del periodo es poco más de 42 por ciento o algo menos de 12 por ciento anual. ¿A quién le dan la razón los resultados? ¿Cuál es el líder inspirador? ¿Cuál sería un buen modelo para nuestros estudiantes de negocios?

En el periodo de enero del 2000 a octubre del 2018, la mediana de la razón precio a utilidad en el índice S&P500 creció en promedio aproximadamente 0.24 por ciento por año, con base en un ajuste exponencial, cuyo coeficiente de determinación es apenas 0.01, donde difícilmente podemos establecer una tendencia. Esto es lo que debiera ser, dado que como inversionistas no debiéramos pagar más por la misma cantidad de utilidades. En el caso mexicano, la mediana del mismo indicador en el Índice de Precios y Cotizaciones (IPC) aumentó cerca de 4.79 por ciento cada año, en un ajuste similar, con r-cuadrada de 0.73; esto pudiera sugerir que, aunque en tiempos recientes la posible tendencia ha amainado, los inversionistas mexicanos están pagando más caro cada peso de utilidades en las empresas públicas mexicanas.

Hay que recordar que, por lo menos en teoría, los mercados emergentes debieran dar mayores rendimientos que los mercados desarrollados. Y ese no es el caso, por lo menos para México (¿o ya somos desarrollados?): en el periodo de enero 2000 a octubre 2018, el diferencial de rendimientos en dólares fue apenas de 2.6 por ciento anual. Y para los últimos diez años (octubre 2008-octubre 2018), la comparación es negativa: el IPC creció a razón de 7.8 por ciento anual en pesos (3.3 por ciento en dólares), mientras que su contraparte estadounidense creció 10.9 por ciento anual. Y diez años NO son corto plazo, financieramente hablando, bajo ninguna óptica sensata. Que si burbuja o no, ahí están los hechos.

Un inversionista que hubiera sido constante invirtiendo en cetes a un año desde enero del 2000, tendría en octubre del 2018 un rendimiento promedio anual de cerca de 7.9 por ciento, aun considerando años como el 2015, cuando los instrumentos de corto plazo de la tesorería estaban alrededor de 3 por ciento nominal. En otras palabras, habría ganado lo mismo o hasta más que en bolsa. ¿Qué pasa? Esto no es saludable.

Es tiempo de que tengamos en México un diálogo sensato, sin acusaciones simplistas; inteligente, y con verdadero ánimo de mejorar como país. En los periodos mencionados ya tuvimos gobiernos de partidos alternantes, incluyendo uno supuestamente con perfil pro-libre empresa, y tuvimos el regreso de “los otros”, con relativo éxito en reformas también con ánimo pro-empresa, por lo menos en teoría. Para empezar, hay que definir con claridad las responsabilidades, y las consecuencias de no cumplirlas, tanto para gobierno como para los otros agentes económicos. No toda la culpa es del gobierno. Debemos también dejar atrás despropósitos ofensivos como “te damos 4 por ciento de aumento al sueldo y 3 por ciento en prestaciones, por lo que tu aumento es 7 por ciento”. Eso es tentar al diablo.

Es tiempo de que hablen los sensatos tradicionalmente silentes, y que callen los habituales habladores, cuya arrogancia les lleva a pifias como el de cierta cementera en sus aventuras down under. Su testamento son sus absurdas declaraciones… y la destrucción de valor. Retomemos la actitud de hacer las cosas bien “con el gobierno, sin el gobierno o a pesar del gobierno”.

El autor es profesor del departamento Académico de Contabilidad y Finanzas del Tecnológico Campus Monterrey.

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