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Hace 50 años, Cañellas fue el primer español en ganar un GP, por Emilio Pérez de Rozas

Es posible, solo posible, nadie puede asegurarlo, que el mítico, popular y maravilloso, porque así es, Salvador Cañellas (Santa Oliva, Bajo Penedés, Tarragona, 1 de diciembre de 1944), uno de los pilotos más impresionantes que ha dado el deporte español, capaz de ser veloz, ganador y campeón en motos, coches de rallys y camiones, vea hoy las carreras del Gran Premio de España, que se disputa en el recientemente bautizado Circuito de Jerez-Ángel Nieto, uno de sus compañeros y amigos del alma. O puede, quien sabe, que tenga algún compromiso familiar. Y hasta una salida con motos clásicas.

Lo cierto es que Cañellas no ha parado de celebrar estos días (bueno, todos le hemos obligado a hacerlo) el que fue uno de los triunfos más sonados de la historia del motociclismo español: la primera victoria, hace ahora 50 años, de un español en el Mundial de velocidad, ocurrida, el 5 de mayo de 1968, en el tradicional, popular y urbano circuito de la montaña de Montjüic, en Barcelona, en una soleada e inolvidable mañana.

En aquella época, Bultaco no seguía el campeonato del mundo pero, en Barcelona, hizo una excepción y Cañellas salió a parrilla con su flamante TSS 125. Ni aquella moto ni el piloto estaban entre los favoritos. Pero el destino estaba escrito. En aquellos años, la lucha clásica en la que competían las marcas europeas (Bultaco, MZ, Ducati…) había dejado paso a la llegada de los japoneses, con innovaciones técnicas. Cañellas salía 4.º, por detrás del ‘poleman’ Phill Read (Yamaha), de Bill Ivy (Yamaha) y de Kent Anderson (MZ), que eran los auténticos favoritos.

Una época con poca seguridad

“Las dos Yamaha –explica Cañellas– salieron disparadas, eran otra cosa, otra galaxia. Yo me situé tercero. Me puse a liderar el grupo de atrás, vi a una Yamaha caer en el Pueblo Español y a otra más tarde. Conseguí un ritmo muy regular: los tiempos, teniendo en cuenta la moto que llevaba, eran buenos y, mira, acabé ganando», resume mientras posa para la web del Mundial (motogp.com).

Cañellas recuerda que, en aquella época, la seguridad era algo muy, demasiado, remoto. «Entonces no había arcenes, había bloques de paja. El riesgo era grande y las distancias entre nosotros también eran peligrosas: lo malo era cuando impactabas contra algo. Cada vez que te caías, te hacías daño. Los monos de piel no eran los de ahora: eran muy finos porque se trataba de pesar lo mínimo posible; la única protección era una doble piel. Yo era muy impulsivo al principio, pero aprendí a caerme menos».

Recordando a Ángel Nieto

El piloto catalán también guarda un excepcional recuerdo de Ángel Nieto: «Corrió conmigo esa carrera. Cuando se vino a vivir a Barcelona, quedamos para ir con motos pequeñas al Montseny. Él entró en Derbi porque era pequeño y ligero: en 50cc buscaban que pesaras muy poco. En cuanto a la conducción, Nieto era muy malo al inicio: después, con las participaciones fue mejorando. Se iba fijando en cómo lo hacían los demás, porque no había sitios para aprender. Puedo decir que viví la evolución de Nieto muy de cerca”.

Para el campeonísimo del mundo de motor, un auténtico fenómeno pilotando (conduciendo) cualquier cosa con ruedas, el motociclismo ha cambiado mucho y la igualdad de hoy no deja de sorprenderle: «Ahora el malo, el último, ya es bueno. La mecánica ha evolucionado mucho. Las motos aguantan mucho más que antes, frenan muy bien y los motores tienen más ‘curva’. Antes también había más roturas».

«Nieto, cuando empezó con nosotros, era muy malo, pero, luego, fue aprendiendo poco a poco hasta convertirse en el campeón que fue»

Salvador Cañellas

Primer español que ganó un gran premio del Mundial, en Montjüic, en 1968

Sobre la actual polémica del pilotaje agresivo y la conveniencia o no de una mayor rigurosidad con las maniobras al límite y de contacto de algunos pilotos, Salvador subraya que «la disputa ha existido toda la vida, pero antes estaba moralmente prohibido tocarse. No era normal. No se entendía. Las carreras se dividían en muchos grupos de 2 o 3 pilotos. Ahora hay grupos más grandes, pero hacían lo posible para no tocarse, no como ahora, que a veces se tocan y se sacan de pista».

Otro cambio importante respecto a su época es la profesionalización del piloto: «Cuando gané aquella carrera en Montjüïc me entrevistaron varios periódicos deportivos. También me acuerdo lo que ganaba. Quizás hubiese tenido que nacer 50 años más tarde. Tenía una prima de salida, las marcas pagaban un kilometraje para ir a correr y el grueso eran los premios por resultado. Por aquella victoria, recuerdo que me dieron 12.000 pesetas. Y, eso sí, millones de abrazos, especialmente la gente de Bultaco”.