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María Blasco: “Estamos todos esperando un presupuesto con más dinero para la investigación”

PERFIL

Discípula de Margarita Salas y de la premio Nobel Carol Greider, es rockera y feminista, bióloga molecular y referente mundial en el estudio de los telómeros y la telomerasa, el cáncer y el envejecimiento.

Nació en Alicante en 1965, estudió en la Universidad de Valencia, en la Autónoma de Madrid y en el Cold Spring Harbor de Nueva York, y ahora dirige el CNIO.

Explíquele por favor al común de los mortales qué es la Biología molecular.

-Estudia los mecanismos por los cuales funciona la vida. Se puede alterar cómo se desarrolla la vida a nivel molecular para aprender cuál es el origen de las enfermedades. En mi caso, cómo se origina el cáncer y otras enfermedades asociadas al envejecimiento. Entender los procesos moleculares nos permite también identificar lo que llamamos dianas terapéuticas: podemos encontrar algo que pensamos que, al atacarlo, podría tener un efecto en el cáncer o en otras enfermedades. Los biólogos moleculares somos la base del futuro desarrollo de fármacos y terapias contra distintas enfermedades. En el CNIO, uno de los programas más potentes es el de investigación en biología molecular del cáncer.

-¿Qué momento viven las mujeres españolas en la ciencia?

-Estamos en la misma situación que en otras profesiones. Por lo menos en las carreras de Biomedicina hay más mujeres que hombres que acaban la carrera, más mujeres que hombres que llegan a los máximos niveles de formación, pero el porcentaje de mujeres que son directoras de investigación no alcanza el 50% en España, Alemania ni en EE UU (se sitúa en 30-35%). Mujeres que dirijan centros de investigación somos un 18%. Esto dificulta que más mujeres lleguen arriba porque hay muchas decisiones que no se toman a través de oposiciones públicas sino de quién conoces… y al haber menos mujeres arriba, es más difícil que las mujeres lleguen. Hay muchos otros factores que contribuyen, como la conciliación (las mujeres seguimos siendo las cuidadoras y eso habría que repartirlo más, además de compensar todas las barreras, como la jornada no continua, que se han identificado y dificultan el que lleguen arriba).

-¿Cómo fue su experiencia en Nueva York? ¿En qué se diferencia de la labor investigadora en España?

-No depende tanto de los países como de los centros de investigación. Por ejemplo, entre el CNIO y un centro de investigación en EE UU no hay tanta diferencia, de hecho el CNIO está entre los mejores del mundo en cuanto a la investigación del cáncer. La diferencia es la cantidad de investigación de excelencia, que no es comparable la que hay en nuestro país no la que hay en EE UU, allí hay muchísimos más centros y más investigadores. Pero en nuestro país hay centros de investigación muy buenos, han recibido la acreditación «Severo Ochoa» o «María de Maeztu» 53 centros y eso da una idea de la cantidad de instituciones de élite que tenemos. Si miramos el prestigioso «Nature Index», el CNIO es el cuarto centro de investigación de cáncer del mundo sólo por detrás del Memorial Sloan-Keteering de Nueva York, el Dana Farber de Boston y el MD Anderson de Houston; en Europa somos el número uno. Y los somos porque hemos publicado más en las revistas prestigiosas que los demás, no es algo subjetivo sino cuantificable. Además, tiene mucho mérito porque en nuestro país ha habido unos recortes importantísimos de la investigación. Mantenernos en los primeros puestos es mérito de los investigadores y estamos todos esperando y deseando que haya unos presupuestos con más dinero para la investigación y con mayor flexibilidad porque también ha habido muchas trabas administrativas.

-Descubrir que las investigación sea útil y que cree riqueza. ¿Es ese el secreto para que no falte apoyo económico?

-Por supuesto. En este centro, los investigadores han podido mantener una financiación suficiente para hacer sus investigaciones porque, al haber menos recursos públicos por los que competir, hemos conseguido dinero de empresas farmacéuticas. En los últimos seis años han entrado 24 millones de euros a los grupos de investigación del CNIO a través de acuerdos con laboratorios internacionales que vienen a colaborar con nosotros porque nuestros investigadores son líderes en sus respectivos campos de investigación. No trabajamos para industrias farmacéuticas sino que codesarrollamos con ellas nuevas dianas terapéuticas y compartimos riesgos y beneficios. En caso de que algo nuestro llegue al mercado, el centro se beneficia y por tanto el sistema público de investigación de nuestro país. Hay otra vía de financiación muy importante que pusimos en marcha a finales de 2014. Se llama «Amigos del CNIO» y consiste en que los ciudadanos que quieran puedan contribuir con este centro a través de donaciones desde 10 euros que van 100% a contratos de personal investigador para lo que hay muchas trabas administrativas. Está yendo muy bien y hemos contratado a 13 investigadores postdoctorales. Además, la iniciativa ha aumentado nuestra visibilidad ante la sociedad y estamos recibiendo bastantes legados y herencias. Este centro tiene ahora de repente terrenos, pisos…

-Es usted referente mundial en el estudio de los telómeros y la telomerasa. ¿Por qué son importantes en la lucha contra el cáncer y el envejecimiento?

-Los telómeros que protegen nuestro material genético, que es lo más importante que tienen nuestras células, es la información de todo lo que ocurre en nuestro organismo. Imaginemos que el ADN es el cordón de un zapato. Pues los telómeros son los plásticos que hay en los dos extremos. La vida está diseñada de tal modo que los telómeros se erosionan conforme nuestras células se multiplican para regenerar los tejidos, cosa que ocurre constantemente. Los telómeros se van haciendo más cortos y se piensa que eso provoca el envejecimiento. En el caso del cáncer, las células del cáncer son capaces de mantener esos telómeros siempre largos y es porque activan de forma aberrante la telomerasa, que es la enzima capaz de alargar los telómeros. La telomerasa existe porque un nuevo individuo cuando se forma tiene que resetear sus telómeros, se tienen que realargar y ya vivir toda su vida con ellos. Después, la telomerasa se apaga, los telómeros se van acortando y eso produce el envejecimiento. Las células del cáncer despiertan a esta telomerasa de manera aberrante y así consiguen la inmortalidad celular. Por lo tanto, en el cáncer lo que intentamos es destruir los telómeros. En el CNIO tenemos un programa que busca inhibidores farmacéuticos de los telómeros. En el caso del envejecimiento, como lo consideramos el origen de muchas patologías que nos matan hoy en día, tratamos de despertar esta telomerasa de manera no aberrante para ver si se puede frenar la progresión de patología degenerativas como las fibrosis pulmonar.

-¿Y en qué punto están?

-En mi grupo hemos probado en ratones la eficiencia de la destrucción de los telómeros para el cáncer y hemos visto que puede frenar la progresión de tumores muy agresivos. El siguiente paso, en el caso del cáncer, es encontrar inhibidores químicos, moléculas que tengan esta actividad y que se puedan trasladar a humanos. En el caso del envejecimiento, también tenemos una estrategia terapéutica basada en terapia génica para reactivar la telomerasa y la hemos probado en modelos animales, en ratones, para fibrosis pulmonar, infarto, anemia aplásica… tratamos de llevar esto a humanos tratando de desarrollar la estrategia correcta. Creo que veremos la activación de la telomerasa en humanos en unas pocas décadas, espero que no muchas, para el tratamiento de enfermedades degenerativas asociadas a telómeros cortos. En el caso del cáncer, mi grupo está buscando inhibidores de los telómeros y desde luego el CNIO va a empujar para que haya en el futuro un fármaco que vaya dirigido a atacar los telómeros.