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María Neira: «El impacto económico en los sistemas sanitarios del cambio climático es de trillones de dólares»

En la actualidad, la COP25 se centra en el daño que estamos haciendo al planeta. Cada vez más se habla de que esto impacta en el ser humano. ¿Hay que cambiar el discurso para subrayar el verdadero peligro de todo esto?

-Creo que sería importante que todo el mundo fuera consciente de que cuando hablamos de crisis climáticas estamos también hablando de una crisis de salud. ¿Por qué? Por un lado, este calentamiento global afecta ya a la salud de las personas: hay vectores para epidemias naturales; ocurren más desastres naturales que provocan desplazamientos y caos sanitario; zonas donde no se puede cultivar que lleva a la desnutrición; y, contaminación del agua, entre otros hechos. Ya sólo eso sería una razón para demandar a nuestros gobiernos y nuestros líderes parar detener esta «hemorragia».

-¿Qué argumentos válidos podemos ejercer en este discurso que se podría resumir en: «El cambio climático perjudica seriamente la salud»?

-Hay otra razón muy poderosa: las causas de las emisiones de CO2, gases de efecto invernadero, guardan relación con el origen de la contaminación del aire, que viene derivado del uso de combustibles fósiles, que tiene un impacto muy negativo en la salud y es responsable de siete millones de muertes prematuras cada año, debido a esta polución. Por eso consideramos muy urgente parar cuanto antes y avanzar hacia políticas de descarbonización que no contaminen para que tengan ese alto impacto en la salud.

-¿Cómo concienciamos de que esto es más que patologías respiratorias por la vinculación al aire contaminado que respiramos?

-Efectivamente, estas partículas tóxicas que están en el aire, sobre todo las más peligrosas, las PM2,5, entran en nuestros pulmones y son responsables de asma, enfermedad pulmonar obstructivas crónica (EPOC), cáncer de pulmón, de neumonía… Pero es que no se quedan ahí, las más pequeñas atraviesan la barrera hematológica, pasan al torrente sanguíneo y pueden alcanzar cualquier parte de nuestro cuerpo. Pasan también la barrera placentaria, lo que pone en riesgo a las futuras generaciones: un feto sin respirar el aire tóxico ya ha sido expuesto a él a través de su madre y afectará a su desarrollo.

-Resulta contradictorio encontrar grandes avances médicos en esta era en la que el ser humano es responsable, en parte, de la causa de sus males y encima demuestra su vinculación. ¿Cierto?

-Cada vez hay más evidencia: el número de publicaciones exacto es más de 70.000 que miden el impacto de la contaminación del aire en la salud.

-De las consecuencias de la peligrosidad que entrañan las pequeñas partículas, ¿cuáles podrían llamar más la atención por su desconocimiento?

-Ya hay trabajos que demuestran que se llega a afectar el aspecto cognitivo: puede verse reducido nuestro cociente intelectual (CI). Existen evidencias del desarrollo de patologías neurodegenerativas, trastornos neurológicos…

-¿Cómo deben asumir todo esto los gobiernos y los sistemas sanitarios?

-Deben aumentar el nivel de ambición porque está en juego la salud de las personas, que pagan las consecuencias del cambio climático.

-Como apunta, este proceso es más que contaminación. ¿Cómo se convence a la población y se conciencia de que estamos a tiempo?

-Creo que se deben cambiar las tácticas de comunicación sobre lo que supone el cambio climático para las personas. Hasta ahora, para concienciar a la sociedad, tanto a las personas como a los tomadores de las decisiones, de lo que significaba este hecho hemos focalizado los cambios que suponía para el planeta, en el medio ambiente, en ciertas especies animales, como el oso polar, y, claro, eso la gente lo ve como algo muy lejano a ella. Pero en el momento en el que les digamos que es por su salud, de cómo le afecta a él y a su familia, creo que podría cambiar la percepción. ¿Quién quiere millones de toneladas de plásticos en el mar que terminen en los peces que nos vamos a llevar a la boca? ¿Quién desea que los residuos contaminantes del aire lleguen a sus pulmones?

-¿Hay que dibujar un discurso más egoísta desde el punto de vista del ser humano?

-Sí. Quizás la sensibilidad sería mayor, y evitaríamos las afirmaciones del tipo: «Yo no creo en esto del cambio climático». Sería interesante pensar que no se puede estar a favor de que haya millones de toneladas de químicos en el aire que entra en los pulmones, porque si alguien dice que sí, habría que alarmarse.

-Cambiar el «chip», dar más agresividad al discurso, como se hace con las campañas antitabaco («Fumar mata»), ¿sería estimulante?

-Un grupo de activistas en un espacio de trabajo en la COP25 ha propuesto este tipo de iniciativas en las que se publicite los daños de cada una de las acciones que perjudican al cambio climático, por ende al ser humano. Por ejemplo, que se explique en las gasolineras cuando se reposte. A nosotros nos gustaría que en la COP26 el tema fundamental sea cómo impacta la crisis climática en la salud.

-Además, todo esto tiene un coste económico importante para los sistemas sanitario. ¿Se ha cuantificado?

-Sí, y es importante. Emplear el este argumento también puede servir: los costes en todo el mundo ascienden a cinco trillones de dólares. Un ejemplo, China: paga 40.000 millones de dólares en subsidios a la industria del carbón y se deja un trillón en el sistema sanitario.