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Preguntas y respuestas sobre el consumo de aceites y grasas

Por: EFE

El aceite de oliva, que antes se utilizaba como moneda de cambio comercial entre pueblos, se ha convertido en una parte importante de la gastronomía pero, ¿cuánta cantidad de aceite es sano consumir? ¿Estaríamos más sanos si eliminamos todas las grasas y aceites de nuestra dieta? 

 

 “El aceite de oliva en crudo no engorda”, ¿mito o realidad?

Ningún alimento tiene la capacidad por sí mismo de hacernos engordar o adelgazar. La causa de que se gane peso se encuentra en el cómputo total de las calorías de la dieta y esto depende de los hábitos alimentarios y el estilo de vida de cada  individuo. 

Sin embargo, el aceite de oliva incrementa el valor calórico del plato, por eso su consumo debe ajustarse siempre a las raciones recomendadas. Sobre todo se recomienda utilizarlo  para acompañar alimentos que sean saludables. 

Las grasas, en general, deben de suponer aproximadamente el 30-35 % del total de las calorías de la dieta que ingerimos en un día. 

Una ración de aceite es equivalente a una cucharada sopera. Las recomendaciones de consumo son de entre 3 y 6 raciones por persona y día, lo que equivale a unos 30 a 60 gramos.  

 

Si hay sobrepeso u obesidad, ¿se deben eliminar todas las grasas de la dieta?

Cuando se necesita perder peso se recomienda, entre otras medidas, una dieta baja en kilo-calorías. Que sea una dieta hipocalórica, pero a la vez, equilibrada.   

 

Se suelen recomendar pautas dietéticas como, por ejemplo, priorizar el consumo de carnes de poca grasa (carnes blancas, pollo, pavo); evitar las frituras o controlar el aceite que se añade en las recetas, ya sea en crudo o cocinado.

No obstante, para que una dieta sea efectiva y no suponga ningún riesgo para la salud, se debe buscar una pérdida de peso gradual, paulatina y equilibrada en nutrientes. 

Una reducción drástica de las grasas en la dieta, puede suponer una baja adherencia a medio plazo porque los alimentos pierden palatabilidad y al final acaban siendo dietas monótonas y poco sabrosas. 

Además puede resultar difícil alcanzar las necesidades diarias de algunos nutrientes como, por ejemplo, el omega 3 o algunas vitaminas, especialmente la vitamina E. 

Por tanto, para una correcta pérdida de peso se recomienda un control de la ingesta calórica total y no exclusivamente la reducción de la grasa total.

 

¿Y si se padecen problemas digestivos? 

La digestión de los alimentos ricos en grasa normalmente es más lenta y requiere la intervención activa del páncreas y del hígado, y del correcto funcionamiento de la pared intestinal. 

Si se tiene una dispepsia o una inflamación intestinal, la reducción de las grasas es una de las primeras acciones dietéticas que se deben tener en cuenta. La reducción de grasas totales también puede ser muy útil si se sufre acidez, ya que ayuda a reducir los síntomas de malestar.

Cuando los sistemas de absorción y digestión de las grasas no funcionan de manera adecuada, se produce una pérdida del valor nutritivo de los alimentos ingeridos y pueden aparecer otros problemas digestivos. 

En algunos casos, es necesario sustituir los aceites convencionales por otras grasas que sean de absorción más fácil. 

 

5 consejos para reducir las grasas saturadas en nuestra dieta

1. Consumir más frutas y verduras, preferiblemente 5 raciones diarias. 

2. Consumir más pescado que carne, y más carne blanca que carne roja. 

3. Disminuir el consumo de embutidos y quesos grasos. 

4. Aliñar los platos con aceite de oliva virgen extra, en lugar de utilizar otro tipo de aceite o salsas que sean más grasas. 

5. Optar por el cocinado al vapor o al horno, en lugar de las frituras o guisos grasos.