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Hotel Manzana… de la discordia Cubanet

Galería del hotel Manzana Kempinski, en La Habana (t13.cl)

VILLA CLARA, Cuba.- La mayoría de los nacionales que nunca podrán poner un pie dentro del polémico sitio —por razones de dinero o (des)vergüenza, tal como anteponía el díscolo Chibás— está dividida entre quienes creen —falsa u honestamente— que es imprescindible para el país desarrollista que vendrá que existan espacios elitistas para ricos riquísimos, y los que abominan —secreta o públicamente— de las políticas del estado catatónico nacional arrogadas ante el último suspiro.

Eduardo, antimachadista que había fundado el Partido Ortodoxo decepcionado del Auténtico anterior, con apenas 18 años, participó en la manifestación del 17 de diciembre de 1925 exigiendo la libertad de Julio Antonio Mella, ese prócer cuyo busto arrancado ayer de la expropiedad del banquero Pedro Gómez Mena por “carecer de valores esculturales” ha armado escandalito entre genuinos indignados, intelectuales a la fuerza y amanuenses versados —como Ciro Bianchi Ross—. Si algún heredero vivo de don Pedro estuviese alerta, la extorsión le habría arañado también su carapacho. Y tendríamos sobre el tapete comparsa de plañideras.

Al ser detenido por la fuerza pública en el exuberante Parque Central (ahora desarbolado), Chibás enfrentó a los uniformados gritándoles: “¡Una Constitución escrita con la sangre de Maceo y Martí debe ser respetada!” No imaginaba el insigne patriota, defensor a ultranza de Ramón Grau San Martín a pesar de su fama de pájaro, la maraña constitucional que aparejarían después sus sucedáneos —próceres de pluma, discurso y pacotilla—, y que fuera refrendada a perpetuidad en versión estoica desde mediados de la segunda mitad del XX por un pueblo zombi e indestetable, ya sin Maceo ni Martí tiñéndole con el ejemplo acápites de coagulada gloria por ninguna rajadura de la teta.

Lo peor y menos provechoso de tal querella, sería entablar un hipotético/peripatético debate a escala participativa nacional, porque a las autoridades regentes les interesa un comino hacerlo aunque el pueblo patalee, blasfeme y ruja. Siquiera lo intentarían con adeptos fieles e incondicionales ideológicos al efecto “socialismo democrático”, porque la incondicionalidad económica —que es suerte de matriz de las modernas virtudes—, hace mucho que voló del nido igual que el negro cucú.

Una de las razones morales que mueven a la reyerta verbal actual reside en los precios —exorbitantes para el cubiche timorato o comunes a foráneos acostumbrados al lujo incosteable y ajeno— de la merchantería primermundista que en galerías de los bajos se ostenta. A nadie interesará hospedarse nunca en suite presidencial de varios miles la noche, porque pocos alcanzarían ni en sueños semejante investidura.

No habrá en largo tiempo “tra(d)ición” de vuelta

Puesto que la senda comercial diseñada al paseante raso es la única posible desde el suelo, la ascensión de cederistas informantes a los pisos hospederos estaría cooptada por un regimiento de bultos infranqueables.

¿Se acostumbrarán los reacios del patio a esta cosmovisión llana del mundo adelantado entrando “sin permiso” en casa pobre —pero “alegre y bonita”—, y al entreguismo usurero que practican los mismos que azuzan repudios y vendettas contra neo-plattistas/anexionistas bajo el (des)orden caótico de sus finanzas domésticas?

Pasará el tiempo y lo que hoy alarma e indigesta a muchos, mañana será pan comido. No resultará fácil entender lo que hasta hace poco fuera contravención punible y posterior arresto. O algo aún más alarmante: que haya una contrarrevolución abiertamente declarada desde dentro de sus filas al monolítico bloque ideológico y sus dogmas, el que periódicamente refunde el status acomodaticio dentro del cachivache partidista. En pos de disolver —no resolver— incordios a cualquier precio, hasta los inf(l)amantes harán lo que sea.

Empero, para abastecer piscinas, descargar baños y sofocar vanos conatos internistas, una exclusiva flotilla de blanquísimas pipas —como mofetas de palacio en traslación helvética—, descargan diariamente alud de aguas buenas en barrio tan sediento y malo, el mismo que fotutea de vez en cuando a la estatua del acuimensor Francisco de Albear cuando arrecian escaseces, pero que sigue con sus fosos secos aún después de desmontada, encalada y puesta a punto “manzanero”.

La fruta será mordida por muchos menos ávidos de lo que se haya estimado ingresarían al círculo infernal, quizá porque fue remodelada con indostana ayuda, pensando en la huyuya yanquilandia postrumpista y sus vasallos viajantines.

Todo que ver con el reestrenado Cuban way of life, o sea, con el real modus vivendi de Nomenclatura & Allegados, los nuevos acaparadores de propiedades y riquezas (“ilícitas”) que serán públicamente decapitados, en fin, sustitutos de vacantes que en molote glotón jamás creyeron en la factibilidad del paraíso terrenal ni en el celestial veneno de la serpiente. Así que apresuraron el banquete —para nada platónico— frente a los pobres pobrísimos.

Que se haga, pues, puro jugo, La Manzana.