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¡Suelten el arique! Cubanet

Campesinos cubanos de la cooperativa Camilo Cienfuegos cosechan arroz (Foto: EFE)

LA HABANA.- Con pocos productos agropecuarios y altos precios usualmente llega el Día del Campesino, el 17 de mayo. La culpa es del totí y a los agricultores no les sueltan el arique, comentan los cubanos.

La agricultura local y las miniindustrias son las novedades del gobierno, que acabó hasta con los pequeños huertos, los pintorescos chinitos con sus cestas en hombros y las dulces calabacitas, los queridos negritos tamaleros y los pregoneros callejeros, enriquecedores en la foja de la sociedad cubana. Pero encuentran muchas restricciones y no hallan las tradiciones seculares. Hoy los carretilleros son parias y los pregones delatores del mercado subterráneo.

Transcurridos casi 60 años del Congreso Campesino en Armas, efectuado por Raúl Castro en su Segundo Frente guerrillero el 21 de septiembre de 1958, 59 años de la promulgación de la primera Ley de Reforma Agraria el 17 de mayo de 1959, y 57 años de la fundación de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) inevitable para todos los campesinos, la antigua feraz y exportadora Cuba importa el 65-69% de los insuficientes alimentos que consume, la mayoría vendidos por racionamiento o en divisas.

Miguel Díaz-Canel considera que el alza de los precios se debe sobre todo a la especulación, porque hoy existe más producción que años atrás y continúan elevados, de manera que tienen que lograr una medida que controle esta situación con efectividad, según la información sobre su primera reunión de chequeo de los programas agrícola y ganadero, la producción industrial de alimentos y bebidas, las fuentes renovables y la eficiencia energética, publicada en Granma del 11 de mayo de 2018. Las soluciones salomónicas han sido reponer las prácticas de precios topados y la dependencia de la empresa estatal de acopio, que continúan encomiando, a pesar su tradicional fracaso.

En 2017, de los 30 indicadores directivos aprobados para el Ministerio de la Agricultura, se cumplieron 13; respecto a 2016 crecieron 17 y decrecieron 13. Se importa 800 000 toneladas de maíz, 25 000 de frijoles, y unas 500 000 de arroz, además de leche y otros, se informó en el balance de los resultados del Ministerio, según Trabajadores, el pasado 25 de febrero. Ahora se vende al turismo y se sustituyen importaciones, que absorben los bajos incrementos productivos, sin que influyan en cubrir las necesidades y disminuir los precios a la población. Cuando haya mayor oferta, la competencia hará bajar los precios, como ocurrió con el limón que llegó a 50 pesos la libra en los mercados libres (de oferta y demanda), pero en mayo bajó a 15 pesos, por la venta a 10 pesos en el mercado estatal debido al pico de cosecha en esta época, aunque con baja calidad.

El presidente Raúl Castro declaró la agricultura un renglón estratégico, pero las medidas aplicadas, como en todas las demás esferas, han sido muy limitadas, lentas, paralizadas o revertidas, al tiempo que rechazadas por dirigentes a los distintos niveles, temerosos de perder sus prerrogativas. Desde 2008 comenzó la entrega de tierras en usufructo, aunque por lo anteriormente citado y más, no han producido apreciables crecimientos productivos. Entonces existían cerca de 2,5 millones de hectáreas de tierra agrícola ociosa, alrededor de 40% del total del área agrícola del país (6,2 millones de ha). Hasta finales del tercer cuatrimestre de 2017 se habían entregado 1,8 millones de hectáreas a personas naturales, 234 000 usufructuarios, y personas jurídicas (cooperativas agropecuarias y de créditos y servicios, fundamentalmente) y unas 213 000 hectáreas a 3200 entidades (personas jurídicas) productivas.

La crítica situación de los suelos no contribuye al alza de la producción. El 71,23% de la superficie agrícola está afectada por la erosión, y de esa cifra un 43% se califica de fuerte a media. Durante el Congreso Internacional de Suelos 2018, Luis Agustín Gómez Jorrín, director general del Instituto de Suelos, señaló que el 70% está afectado por un factor limitante, lo que influye en más de 4 millones de hectáreas degradadas. También incide el acumulado de sales que perjudica un 15%de las áreas, aproximadamente cerca de un millón de hectáreas. La situación actual de los suelos es: muy productivos 5,4%, productivos 17,8%, poco productivos el 30,8% y muy poco productivos el 46%. Afectan los suelos la erosión (de fuerte a media), mal drenaje, baja fertilidad, bajo contenido de materia orgánica, baja retención de humedad, compactación, salinidad y sodicidad, y pedregosidad, según publicó el periódico Granma.

La urgencia de producir para el consumo de la población, la sustitución de importaciones y la exportación destinada fundamentalmente a las instalaciones de turismo ha demostrado la necesidad de descentralizar e impulsar las producciones locales y las miniindustrias. Sin embargo, avanzan lentamente a pesar de las experiencias de la agricultura urbana, suburbana y familiar iniciadas con los huertos organopónicos por Raúl Castro en 1987, así como el Proyecto Bases Ambientales para la Sostenibilidad Alimentaria (Basal) en arroz, cultivos varios y ganadería vacuna para la producción de leche, con respaldo financiero de la Unión Europea y la agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación, comenzado en 2013, y ejecutado mediante el Instituto de Geografía Tropical del CITMA y Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Iniciado en los municipios de Los Palacios en Pinar del Río, Güira de Melena en Artemisa y Jimaguayú en Camagüey, con la participación de los gobiernos locales en las fincas y unidades productivas seleccionadas, se ha extendido a 33 municipios. Sin embargo, no se generalizan esas experiencias libremente a toda la agricultura.

Mientras tanto, se mantienen las causas de la poca producción agroindustrial. Entre ellas, la burocracia, el desarraigo del campesinado por la extinción de los cultivos tradicionales decididos por Fidel Castro, notablemente la caña de azúcar con la destrucción de los ingenios, sus bateyes, los sistemas de riego, los caminos y vías férreas, sustituidos por los bosques de marabú; el desestímulo por la imposición de cultivos y los precios de venta, la gran demora en los pagos del “encargo estatal”; las duras condiciones de vida y trabajo, la carencia de implementos con altos precios y baja calidad cuando venidos por el Estado, la obligación de vincularse a una cooperativa, la demora de los paquetes tecnológicos, la pérdida de cosechas por falta de envases, combustible y transporte; la obsolescencia de la industria, la ineficiencia de la Empresa de Acopio y las coyundas de la ANAP.

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