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Trabajo infantil en Cuba: una realidad cotidiana

Ernestito vendiendo pescado (Foto del autor)

SANTIAGO DE CUBA, Cuba. – Ernestico, quien apenas llega a los 9 años, recorre con sus pequeños pies descalzos y empolvados las calles y callejones de la localidad de Altamira, en Santiago de Cuba. Busca clientes que compren sus mercancías, las cuales van desde una jaba de pan hasta una ensarta de pescado, un sacrificio adoptado para sobrevivir ante la escasez generada por la ineficiente gestión gubernamental. En tanto, instituciones cubanas presuntamente veladoras de los derechos de la niñez, conjuntamente con autoridades partidistas, declaran la existencia de programas y leyes que resguardan los derechos más elementales de la niñez. Supuestamente, la protección de los infantes no se deja a la buena voluntad individual.

Del mismo modo, se desarrollaron los festejos de la Organización de Pioneros José Martí (OPJM), que el pasado 4 de abril arribó a sus 58 años de constituida. Para la ocasión, los niños interpretaron, recitaron y dramatizaron escenas de los supuestos actos heroicos de Santiago de Cuba, profesando con ello la inexistencia del trabajo infantil en el país caribeño y que “todos los niños obtienen una educación gratuita”. A pesar de ello, Ernestico sigue vendiendo sus productos.

“En nuestro país no se encuentra un niño mendigo, un niño sin hogar, un niño abandonado en las calles”, rezaba el ya fallecido Fidel Castro, un discurso repetido hasta nuestros días por sus sucesores. Sin embargo, bien se podría decir que Fidel y su pandilla de secuaces no conocían a Ernestico y a otros más, que sin apenas ropa y menos zapatos, recorren las barriadas cubanas vendiendo pan, recolectando laticas o apostando dinero en una valla de gallos con la esperanza de “raspar algo”; como se dice en el argot callejero.

Por otro lado, CubaNet intentó contactar a la madre del infante, pero con cara de pocos amigos exclamó: “¡Que te importa lo que haga con mi hijo, lo parí yo y hago con él lo que quiera!”, términos que lastimosamente se escuchan día a día, en ausencia de leyes concretas que mitiguen el abuso y los maltratos familiares a los niños.

En ese sentido, Norges Prado, residente del reparto Mármol, comentó a este  diario que “no es nada raro ver niños que trabajan, los mismos padres los mandan a cargar leña o a revender cualquier cosa, y si vienes a ver, te das cuenta que esos niños son el sustento de la casa, mientras sus padres son alcohólicos o se la pasan tirados en una esquina sin hacer nada. Lo peor, es que eso pasa desapercibido y como que se cree normal”.

“Además, aunque se haga una denuncia, la policía solo da cartas de advertencias a los padres o tutores y después la culpa la coge el niño y como no le quitan la Patria Potestad del menor, vuelve a pasar la misma situación”, agregó más adelante Pardo.

“Totico”, como le llaman a otro niño, vive en las inmediaciones de la antigua Escuela Formadora de Maestros Frank País, en el reparto Versalles, y subsiste también bajo un desalentador panorama. Su padre está recluido y su madre lo abandonó con tan solo 5 años de edad, criándose con una tía materna que lo acogió como su propio hijo. Sin embargo, las difíciles condiciones financieras bajo las cuales viven ha obligado al menor de 12 años a tener que trabajar en lo que aparezca, en tanto su madre adoptiva limpia los suelos del Hospital Militar en la provincia suroriental.

“Desde chiquito, siempre fue muy trabajador, cargaba leña y me ayudaba en la casa con cualquier cosa, sin protestar. Ahora yo trabajo como auxiliar de limpieza y él está como ayudante en una bloquera (fábrica artesanal de bloques)”, cuenta a este diario su tía.

La mujer también reveló que este no fue el único trabajo del niño. “Él ha trabajado vendiendo algunas viandas, también de ayudante haciendo carbón, pero este último trabajo en la bloquera es el que mejor le ha ido, aunque tiene que cargar los bloques, y algunas veces batir mezcla, le pagan bien y él puede costear sus gastos”.

“Es un niño muy responsable, que lo único que ha sabido es ayudarme, a pesar que no soy su verdadera madre. A veces le pido a Dios que me dé un trabajo mejor para que él no tenga que estar haciendo esas cosas, pero hasta ahora, no he conseguido nada”, refirió sollozante la señora.

En 2016, el Parlamento Cubano recopiló algunas estadísticas, encontrando en La Habana, Camagüey y Santiago de Cuba, las mayores incidencias de casos de maltrato infantil, aunque se omitieron reseñas sobre el trabajo de menores.

Según los informes que se hicieron públicos en medios oficialistas como Cubadebate, los casos de abusos lascivos, corrupción, violación y daños físicos fueron los más relevantes, incidiendo como victimarios, amistades, familiares o los más allegados. Resultando las víctimas, menores de entre 13 y 15 años fundamentalmente del sexo masculino. Igualmente se informó, que las causas principales tienen lugar en la poca percepción de los familiares, estilos de vida violentos y conductas como el alcoholismo en los padres.

Si bien, la irresponsabilidad de algunos progenitores causa en gran medida que los más pequeños de casa, caigan en malos pasos, como este diario pudo constatar en una parada muy cerca del Mercado Cuatro Caminos en La Habana, donde un niño intentaba sujetarse de un ómnibus con su bicicleta, mientras dos más observaban la peligrosa hazaña que afortunadamente no tuvo lugar, ya que el pequeño no logró aferrarse de la guagua.

Otros como Ernestico y “Totico” son víctimas de la necesidad que se impone, cambiando a temprana edad los juegos infantiles por los instrumentos de trabajo. A pesar de que Cuba profesa ser una nación en donde no existe el trabajo infantil, hay males arraigados que la “Revolución victoriosa” nunca erradicó.